Inefable

*Miranda*

El dolor que mi alma tenía, era superintenso, de pronto sentía que me dolía el cuerpo y en mis ojos, un cúmulo de lágrimas se estaba apoderando de mí. ¡Me obligué a ser fuerte!

Baje del metrobús en la parada indicada. Atravesé la avenida, no tenía muchas ganas de caminar, pero lo intenté. Me detuve frente a mi puerta, suspire y entre. ¡La soledad de este lugar era inmensa! Subí a mi habitación. Entre al sanitario. Hice pipí. Me acerqué al lavabo para enjuagar mis manos y los chancros parecían brillar en intenso color rojizo. ¿Por qué me estaba tocando pagar por algo que yo nunca pedí? ¿Por qué me estaba pasando esto? ¿Acaso el ser huérfana y el tener que superar un pasado oscuro, no son cosas suficientes? ¡La vida es inexplicable!

—¿Quién eres tú? —Pregunté al reflejo frente a mí.

Mis ojos estaban hinchados, había dejado que mis lágrimas se convirtieran en cascadas. Mis pupilas irradiaban tristeza y al pasar los segundos, me di vergüenza. ¡Me sentí completamente apenada!

—¿Podré tener la vida que siempre quise tener?

Me eché a llorar. Sin miedo, sin ganas de contenerlo más, llore de forma natural a causa de todo el dolor que mis sentimientos no eran capaces de superar.

—¿Tendré que dar explicaciones al mundo por la razón que adquirí esta enfermedad?

Con mi otra mano, apreté los chancros con mucho odio. ¡Quise lastimarme!

—¿La gente me va a tratar bien cuando sepan que tengo VIH?

Cerré mis ojos. Apreté mi mano con todas mis fuerzas y al final, grité con un llanto ahogado.

—¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Por qué tengo que pagar las consecuencias de un hombre sucio y malévolo? ¿Por qué tengo que estar enferma si yo nunca lo pedí?

Abrí los ojos. Mi respiración estaba agitada y quise salir de allí. Me tumbé en la cama. Cerré mis ojos.

—¡No te voy a hacer daño! Tú y yo jugaremos a ser mejores amigos. 

—No me gusta ese juego. 

—¿Por qué no? Nos vamos a divertir —insistió él.—¡Anda! Pequeña Miranda. ¡Soy tu tío y debes hacer lo que te digo!

—Pero es que yo no quiero, le voy a decir a mi mamá que... —me tapo la boca.

Uso su fuerza para lastimarme. Me puse a llorar. ¡No funcionó! Le di unas patadas. ¡Tampoco funcionó! Uso sus manos para tocar lo más inocente de mi cuerpo. ¡Me rompió por completo! 

...***...

El aroma a humo me causa malestar. Mi celular está timbrando y no soy capaz de reaccionar. Abro los ojos y el techo de mi habitación está desgastado. ¡Igual que mi alma! Compruebo la hora. Son las seis treinta de la tarde.

Me incorporo con lentitud y veo que el humo entra por debajo de mi puerta. ¿Qué está pasando? Sin tener mucha coherencia en mi pensamiento, me pongo de pie y quiero averiguar lo que está sucediendo, pero entonces, él se acerca a mí y me empuja contra la pared. ¡Me duele el impacto!

—¿Te da gusto verme? —Su voz me da coraje.

Rápidamente, le doy una patada en las piernas. Abro la puerta y el humo se intensifica. ¡Comienzo a toser!

—Miranda. No tienes escapatoria.

Bajo a toda velocidad, la cocina se estaba quemando, de allí provenía el humo. Me acerqué a la puerta principal, pero esta estaba cerrada. Habían usado madera para sellar la salida. Mi corazón latía a toda potencia y no me sentía con muchas fuerzas para poder pelear contra él. Marque a la policía.

—¿Te asusté?

La operadora respondió. Guarde el celular en mi bolsillo sin colgar. Encendí la iluminación.

—No.

¿Cómo sigue tu abuelo?

Tom estaba bajando las escaleras. Vestía ropa nueva y su rostro no había cambiado para nada.

—¿Por qué quiere castigarme tanto?

Escuché que reía.

—Te dije que te haría pagar por todo lo que me hiciste.

—¿Y qué culpa tengo yo de qué...?

—No me grites.

—¿Me quieres matar? —Le pregunté.

—¡Eso quiero! Y voy a aprovechar que estás completamente sola para lograrlo.

—¿Olvidas que no es la primera vez que peleo por mi vida?

—Veremos si esta vez logras seguir con vida.

El fuego comenzó a dispersarse por la sala, las llamas comenzaban a salir de cocina.

—¿Por qué me odias tanto? ¿Qué te hice yo para que quieras destruirme?

Llego al último escalón. ¿A dónde correría yo?

—Miranda, eres una chica muy guapa y especial. ¡Contigo aprendí a ser libre de mi dolor!

—¡Usted me violó!

—Y lo volvería a hacer.

—¿Por qué? Antes de matarme, por favor, explíqueme su razón por la cual me hizo eso.

De su bolsillo trasero, sacó un arma.

—¿Alguna vez habías visto una de estas?

—No.

Yo misma me acorralé contra un muro, cerca de la puerta principal. Él caminó hasta mí, mi alma temblaba de miedo completamente y de verdad, sentía que quería morir.

—Hoy es tu día.

Entonces quise intentar algo. Me quité la playera que llevaba puesta al mismo tiempo que él me apuntaba en la cabeza. Camino hasta mí y recargo el arma contra mi cabeza. ¡Iba a morir!

—Esto es suyo. Nadie me ha tocado desde que usted me tocó por última vez.

Hicimos contacto visual. Su barba seguía siendo oscura y entonces, note un chancro en su cuello y otro en su mejilla derecha, justo donde acaba el vello de su barba. ¡Él era el culpable de mi enfermedad! Por su culpa, mi alma entera estaba llena de virus.

—¿Quieres que te haga...?

—Antes de que me mate, por favor, quiero ver si aún se acuerda del placer que yo solía darle.

Tome su mano y la subí hasta mi pecho. ¡Suspire! Mis únicas fuerzas, las usé para intentar librarme de esto. Sin resentimiento, tome su rostro y acerqué mi boca a su boca. ¡Ambos estábamos enfermos! No había diferencia.

—Usted tiene un deseo por mí.

La pistola estaba fría, seguía apuntando a mi cabeza.

—¿Quieres que...?

No lo deje terminar. Uní nuestros labios y obligue a mi alma, una vez más, a ser fuerte. ¡El beso de la traición! Aquel que me salvó la vida cuando yo no tenía ganas de seguir adelante. ¡Me sentía muy agotada de luchar! Pero quise intentarlo.

Entonces, con un golpe certero, desvíe la pistola y está callo al suelo. Me separé de él, el humo se intensificó más y empezamos a toser.

—¡Qué astuta eres!

La policía llegó, empezaron a golpear la puerta y esta se abrió. Las armas estaban puestas sobre nosotros y Tom echó a correr a la cocina. ¡Se metió al incendio!