El Aliento De Los Suspiros

Después de la abrupta interrupción que desato los males en Hermea.

El príncipe Erick había caído en la desesperación por lo que sus ojos habían presenciado, la noche del ataque. Su prometida, la mujer que dio un vuelco a su moralidad había sido llevada en brazos del mismísimo enemigo en persona.

Al verse atravesado por un jarrón, en su desesperación, tomó este mismo, lanzándolo con gran potencia, rompiendolo en el acto.

—Mi príncipe, debe calmarse, alternándose de esta manera no le devolverá lo que desea...

—¡Entonces traerla de nuevo!

Grito rabioso, volviendo a caminar de un lado a otro, paseándose por el salón entero a causa de la desesperación, por no hayarla solucion por recuperar a la bella mujer que le provocó una obsesión.

Como si una idea se encendiera, salió del salón y corrió hasta el salón del rey, donde esperaba que su padre lo escuchara. Pero al entrar, se detuvo abruptamente, al reconocer la figura delante de él. Un hombre alto, de traje negro, cabellos marrones, ojos azules y piel blanca. Era el hermano de su Evangeline, Killian II Valyrian, el hermano mayor de dicha mujer con un parentesco enorme a la reina de Lyria, el mismo hombre que se encontraba delante de su padre.

—¿Príncipe Killian, que está haciendo aquí?

Una sonrisa se asomó en el rostro del llamado. Después de haber escuchado la conversación de sus padres, no se resistió y partió a primera hora de Lyria hacia Hermea. Estaba decidido, a recuperar a la única razón por la que el se encontraba ahi.

—Temo por mi hermana, la princesa de Lyria en estos momentos, eh venido para recuperar lo hurtado, su alteza...

Dijo con una breve inclinación de su cabeza.

Mientras tanto, lejos de ahí, en el pueblo de Wood se escuchaba el rumor de cierta princesa, que había sido raptada de las manos de su adorado hogar, pero la realidad era otra.

La noche no había tardado en caer en la mansión, Evangeline vagaba por el bosque, observando cada maravilloso detalle, deleitándose con la naturaleza hasta que en sí vago camino, en medio de la noche, con la luna iluminando su camino dio con un bello campo plano, donde la vista al cielo se encontraba totalmente despejada.

Al caminar por el pasto, los insectos nocturnos volaron iluminando si entorno en un mágico momento que saco una sonrisa en la rubia que alzó sus manos al aire, queriendo tocar aquellos insectos que iluminaron el campo.

—Luciérnagas

Las nombro y una ráfaga de viento soplo su cabello brindándole aquella sensación de libertad, la cual saboreara con su primera comida.

Recostado a la sombra de un gran árbol, el presente sonido de una risa dulce y femenina lo hizo despertar y darse cuanta de que ya no estaba solo, creyendo que se trataba de algunos aldeanos comunes, se levantó de entre las yerbas y con una mano apoyada sobre su rodilla, la otra en el suelo, miró a aquella dama. La vista era simplemente una obra de arte, una sonrisa cálida y dulce su había asomado de aquellos ajenos labios, el aire soplaba aquella melena dorada y aquellos pequeños insectos brillantes le daban esa magia.

Sus papilas se habían dilatado ante el simple hecho de ver la frescura de aquella extraña mujer.

Pero su sorpresa, fue aún más, al reconocer esa complexión, esos rasgos que ya había visto a una cercanía casi abrumadora. Las facciones de Rafael VI Roosevelt se endurecieron, pues, debido a ella, su enemistad con el reino vecino, habían sido más fuertes. Con la presente exigencia por recuperar a aquella mujer.

Simplemente, Rafael, no lograba comprender, por qué la obsesión por una niña. Entendía que, era la princesa mayor de los Valyrian y que por ello, hubiesen razones contundentes por volver a recuperar alguien importante para el futuro de posibles casas. Pero, al leer las cartas de ambos herederos, se había fijado claramente en la forma de dirigirse a esa pobre niña, como si fuera un objeto de mucho valor para ambos, y eso, le era aun más sospechoso.