Obsesiones que matan, enredos irreparables, lascivia, seducción, lujuria y sobre todo la pasión.
La vida la a golpeado de muchas maneras, principalmente con un matrimonio irremediablemente roto, ella, siendo una arquitecta de renombre y una diseñadora famosa, se adentra en el mundo de los negocios.
Creyendo que su vida no mejoraría más, su exesposo quien se desposo nuevamente con su amante, vuelve y pone su mundo de cabeza.
Y cuando todo no podía ser peor, un Coronel, un exnovio de años atrás quien se encuentra comprometido, se reencuentra con dicha mujer que le provoca de nuevo una obsesión que dañara a los que están a su alrededor.
Por eso, nadie sabía que los engaños fueran tan placenteros como lo que despertó en la fría Celine Blackwood y el indomable Coronel Alexander Morgan.
Después de todo, ¿Los amantes lograran tener su final feliz? ¿Podrán los Villanos de esta novela sobrevivir a las adversidades?
Trilogía "Hijos del Engaño"
Enemy to lovers.
Tomo 1
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Capítulo XVII
Tome sus manos y me solté de su agarre para poder girarme y verlo.
Ahí estaba, el mismísimo diablo en persona, la encarnación de un demonio de ojos azules, cabellos negros y condenadamente atractivo. Sus ojos me veían con una oscuridad abrumadora.
Alzó una ceja y dio un paso más cerca de mí y retrocedí, era un desgraciado, se suponía que tendría una noche sin hombres, mi mejor amiga me abandono por un moreno y ahora, el imbécil del Coronel Alexander Morgan se encontraba delante de mí con su arrogante actitud petulante.
Mire a mi costado furiosa y después lo volví a ver sin esconder la molestia que me causaba el verlo, pasé por su costado tan rápido como los condenados tacones me lo permitían y caminé hasta la mesa donde tome mi abrigo y cartera, al ver las letras de salida me coloqué el abrigo y caminé directo entre la multitud hasta dar al callejón. Respire profundo colocándome el abrigo y saque mi celular del bolso para pedir un Uber, una vez estuvo disponible, camine, pero fue tomada abruptamente por la muñeca y la cintura.
Fue empujada sin ninguna delicadeza contra la pared y una vez más lo tenía delante de mí con su asquerosa y palpitante erección golpeando en mi vientre.
—¿Qué haces? Suéltame ahora mismo...
Trate de empujarlo, pero me abrazo a su cuerpo y pego a la pared robándome el aliento, forcejeo, trato de alejar su cuerpo, pero como competir contra un cuerpo que aun si fuera alta me sobrepasaba.
—Soltarte, porque debería de soltarte si tu cuerpo me llama cada vez que nos vemos.imbéciles un...
—¿Qué? Desgraciado, imbecil, por favor, sé que esa afilada lengua tuya tiene mejores insultos
—¿Qué es lo que quieres? No habías sido claro esta mañana en decirme que no te provocará
—Pues lo haces muy mal...
Una de sus manos encontró la piel de mi muslo y la tomó por detrás de la rodilla para anclarla en su cadera, me dispuse a bajarla, pero la sostuvo con firmeza, mi respiración se aceleró, trate de no verlo, de apagar mis sentidos, pero su mano callosa y caliente subió por mi muslo hasta la costura de mi vestido, miraba hacia la calle hasta que su mano se metió por debajo de mi vestido y dio un suave apretón en mi ingle que me robo un gemido.
Voltee a verlo con recelo y el maldito solo sonrió de lado, fue peligrosamente acercando su rostro hasta el de ella hasta que ambos sintieron el choque sus alientos, esa se negaba, se retenía de satisfacer lo que el le estaba pidiendo.
—Estás comprometido, esto que haces no es correcto
Cerró sus ojos con fuerza y aparto su rostro antes de que este logrará unir sus labios. Su nariz comenzó a pasearse por su rostro, al igual que esos labios que dejaban una desgarradora sensación en su vientre.
—Crees que me importa estar comprometido, eh...
—Pues debería, vas a casarte dentro de unos meses y lo que haces... No es correcto Alexander, no lo es
—Crees que soy un hombre correcto, crees que he estado con una sola mujer desde que me comprometí, por favor, tú ni siquiera lo crees
—¡Ah! Ya suéltame
Me moví desesperadamente tratando de liberarme de su agarre, pero el muy bastardo me sujeto más fuerte.
—Por favor, Alex, no hagas esto, no puedo hacerle lo que John me hizo a mí, no podría...
—No compares a esa escoria Celine, sabes que no somos iguales, lo sabes...
Me sujeto por la barbilla y me obligo a mirarlo, mi pecho chocaba con el de él por mi respiración acelerada, cerré mis ojos, no quería verlo, no podía pensar en nada más que la mujer rubia que tenía como prometida, no podía, no podía traicionar de la misma manera en que yo lo fui, sabía lo que se sentía ser traicionada, ver como, el amor de tu vida dormía con alguien más que no eras tú.
Sentí su aliento, el cómo se acercó a mis labios, el roce de esos labios que me estaban tentando, que peligrosamente me pedían que cediera a mis más oscuros deseos. Pero aun así no podía.
Me beso, sus labios rozaron los míos en un arrebatador movimiento que me arrebato un gemido por la satisfacción del calor que su boca desprendía, esto estaba muy mal, pero se sentía muy bien, su mano en mi barbilla se deslizó hasta mi nuca y profundizó más el beso, mordisqueo, desquito su deseo en mi boca y me sentí en la luna por ese beso tan morboso, inclinó mi cabeza para tener más acceso a mi boca y fue entonces que desperté de mi ensoñación y le mordí el labio sintiendo el hierro en mi boca y solo así se dignó a soltarme.
Sentí la ausencia de sus manos y como pude me sujete de la pared para no irme de bruces al suelo, lo mire con retroceder junto con un gruñido llevándose una mano a la boca.
—Me mordiste...
Dijo sacado de órbita ante mi arrebato. Y tenía la razón de estarlo, yo jamás habría tenido la valentía de hacer tan poco inusual como morderlo, lo vi limpiar la sangre de su labio y yo me permití escupir los rastros de su sangre. Tomé la cartera del suelo y corrí de nuevo hacia la luz en la calle donde el Uber ya esperaba.
Me sentí a salvo una vez estuve en el auto y que este hubiera arrancado, sabía que lo había hecho enfurecer por mi arrebato de ese momento, nunca hubiera imaginado que yo, alguien que mostraba autocontrol lo hubiera mordido, él no lo creía, yo tampoco lo hacía, pero me sentí realmente liberada, por fin había hecho algo de lo cual jamás me pude haber imaginado, me fije en callejón y lo vi salir del este con los puños cerrados por la ira que lo invadía por mi desesperado arrebato, me miro con sus ojos gélidos con cierto recelo y yo, tan solo pude fijarme en su labio escurriendo la sangre que aún no se detenía.