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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Malentendidos
Popularitas:3.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

No dejes de seguir a Kendra.

¿Puedes ponerte en comunicación con tu auxiliar?, preguntó Martínez.

Sí, su coche tiene instalación de radioteléfono, contestó Pablo.

Dile que en ningún caso la pierda de vista ocurra lo que ocurra.

Está bien, se lo diré.

Tenme informado, Pablo.

Martínez interrumpió la comunicación, quedándose muy serio y pensativo, mientras tabaleaba distraídamente sobre el borde de la mesa.

¿Malas noticias?, preguntó Araceli.

Bastante malas.

¿Hasta qué punto?

Kendra Rodríguez fue a un banco, del que salió para visitar a Walter Ortiz, en estos momentos, al parecer, se dirige al aeropuerto.

¡Dios mío, jefe!, ¿habrá intentado comprar a ese hombre, se propondrá huir?

Si ha resuelto fugarse, contestó Martínez, estamos listos. Esta huida será la prueba de su culpabilidad. Coronado hablará de que prácticamente la acusó de haber cometido un crimen y si ella ha decidido quitarse del medio después de haber sido formulada la acusación...

Bueno, tú ya me entiendes.

No es posible... alegó Araceli García. Tiene que haber algo detrás de todo esto. Ella demostró ser una serena mujer de negocios, una persona capaz, hábil...

Se mantuvo en forma, por así decirlo, mientras no se habló de la cuestión del arsénico. A partir de esto se derrumbó. ¿Cómo la viste tú cuando la acompañaste hasta su casa, Araceli?

Estaba a punto de sufrir un ataque de histeria, declaró Araceli García. Temblaba como la hoja de un árbol. Ante la puerta de su apartamento, le temblaba tanto la mano con que quería introducir la llave en la cerradura que tuvo que valerse también de la otra para abrir.

¿Tú observaste todo eso?

Desde luego.

Pues olvídalo.

Araceli García sonrió.

Yo solamente paso informes a mi jefe... Siempre me han sido en exclusiva.

Martínez respondió, sencillamente:

Eres una buena chica.

El abogado abandonó su sillón, comenzando a pasear por el despacho.

Araceli García, con gesto preocupado, observaba sus movimientos.

Finalmente, Martínez habló:

Creí, Araceli, que mientras esperábamos podíamos dejar listas unas cuantas páginas de ese largo informe... Vamos a dejarlo de momento. No me encuentro en buenas condiciones para dictarte nada, ni puedo concentrarme en eso. Hay algo en el presente caso que nosotros ignoramos y tengo la impresión de que estamos a punto de estrellarnos contra un muro.

Podríamos hacer otro intento para adelantar algo ese informe Cleofas, manifestó Araceli García. Transcurrirán cinco o diez minutos con seguridad antes de que volvamos a tener nuevas noticias.

Martínez suspiró. Volviendo a sentarse en su sillón.

Bueno, Araceli... ¿Dónde nos habíamos quedado?

Araceli leyó el último párrafo que Martínez le había dictado.

Martínez realizó dos o tres intentos frustrados para sentirse interesado por lo que estaba dictando. Finalmente, echó atrás su sillón...

Hay algo raro aquí, murmuró, algo que hemos pasado por alto, algo que...

Sonó el timbre del teléfono privado. Martínez se precipitó hacia la mesa, descolgando el microauricular.

Habla, Pablo.

Pablo Ruiz se expresó con la claridad y calma de siempre en aquellas situaciones.

Tengo bastantes cosas que contarte, Cleofas. Kendra Rodríguez pagó un taxi una vez se apeó ante el edificio del aeropuerto. Luego, echó a andar, en dirección a las puertas de acceso sin detenerse a sacar billete ni nada por el estilo.

Mi colaborador la siguió.

Dejó atrás todos los puntos en que había gente aguardando, dirigiéndose a un sitio en el que había un avión que estaba cargando pasaje. Echó un vistazo a los viajeros que se encontraban allí, eligiendo de entre ellos a una mujer joven sencillamente vestida. Se acercó a ella, diciéndole: "le doy a usted $150 por su pasaje. Estoy dispuesto a abonarle su importe completo más esa bonificación".

La joven, por lo visto, no quiso desaprovechar aquella ocasión que se le deparaba de ganarse unos dólares. Kendra Rodríguez cogió su ticket, del que desprendió el papel relativo al equipaje, que entregó a la desconocida. Seguidamente, echó a correr para subir al avión.

Mi auxiliar intentó hacer lo mismo, pero no le dejaron subir al aparato. Todos sus asientos se hallaban ocupados. Entonces abordó a la mujer que acababa de vender su pasaje a Kendra Rodríguez.

Esta mujer se llama Yesenia Dávila y vive en Tamaulipas. Se dirigía a Estados Unidos, a una población muy cerca del Paso Texas.

Martínez respondió:

Llama a tu corresponsal en El Paso, Pablo. Facilítale una descripción de Kendra Rodríguez. Dile a qué compañía aérea pertenece el avión y de qué vuelo se trata, y... ¿Estaban asignados los asientos en ese vuelo?

Sí, en efecto. A Yesenia Dávila le correspondía el 7A.

¿Aterrizará el avión en Tucson?

Sí.

Hazte uno de tus hombres lo espere allí. Kendra Rodríguez debe estar bajo vigilancia en todo momento, manifestó Martínez. Recurre al soborno o a cualquier subterfugio, si es preciso. ¿Me has comprendido?

Perfectamente, repuso Ruiz.

Martínez cortó la comunicación, dirigiéndose a Araceli García.

Pasa a la oficina exterior, Araceli. Coge tú un teléfono. Guti utilizará el otro. Pónganse en comunicación con las compañías aéreas. Hay que averiguar cuál es el primer avión que sale para El Paso. Los minutos cuentan mucho en estos instantes. Estaré unos 5 minutos en la oficina de Pablo.

Araceli García asintió. Cogiendo un bloc de notas, salió corriendo del despacho.

Martínez, a toda prisa, avanzó por el corredor, encaminándose a la oficina de Pablo Ruiz, que quedaba cerca del ascensor.

El abogado abrió la puerta de aquella, preguntando a la recepcionista:

¿Hay alguien con Pablo?

Ella negó con la cabeza.

Dígale que voy hacia su despacho.

Martínez se metió por un verdadero laberinto de divisiones y cubículos.

El despacho de Ruiz estaba al final de un pasillo, era bastante pequeño.

Martínez abrió la puerta.

Había allí sitio justo para Pablo Ruiz, una mesa sobre la que se veían cuatro teléfonos, un receptor de radio, dos sillas y un armario archivador.

El abogado no perdió el tiempo en preámbulos.

Pablo, ordena a tu auxiliar que siga a Kendra Rodríguez cuando abandone el avión. Es muy probable que utilice el nombre que figura en su pasaje: Yesenia Dávila.

Pudiera ser que se apease en Tucson, señaló Pablo Ruiz.

¿No era el pasaje para El paso?, preguntó Martínez.

Sí.

Pues me inclino por El Paso, yo creo que desea encaminarse al punto más lejano. Puede que luego salga de El paso para dirigirse a México, vigílala.

Araceli y yo vamos a trasladarnos a El Paso. Te telefonearemos en cuanto lleguemos allí. Vamos a estar a la defensiva, de momento. Esto no me gusta, pero uno no tiene más remedio que bailar a son que le toquen. Siéntate y no te muevas de aquí hasta que sepas de nosotros, ¿de acuerdo?

De acuerdo, explicó Pablo, poniendo una mano sobre el teléfono que estaba más cerca de él. Me enfrento con otra noche a base de bocadillos por toda cena con una buena dosis de bicarbonato. Que te diviertas, Cleofas.

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