Caníbal

Jane estaba comiendo en el comedor con Jul, cuando el teléfono principal timbró. Jane se levantó y fue a contestar la llamada. Jul miró curiosa desde la cocina a Jane hablando por el teléfono, donde ella estaba no podía escuchar la conversación.

Jane regresó molesta y se sentó nuevamente a comer, Jul estaba curiosa por saber que había pasado, sin embargo no preguntó nada y siguieron comiendo en un silencio total.

Después de ese breve momento incómodo, Jane le dio el arma con la que le había enseñado a disparar antes a Jul.

—¿Vamos a ir a cazar? —Jane mientras ponía el seguro a su arma, asintió. —¿Conejos? —Cuestionó Jane.

—No, a una cosa que le gusta tocar lo ajeno. —Jul hizo una expresión confusa y después sonrió al entender.

—Te quiero Jane. —Jul dijo mientras embozaba una gran sonrisa.

—Lo sé. —Jane respondió fríamente y se puso en marcha, Jul la siguió sintiendo sus mejillas calientes debido a la vergüenza.

¿Hasta que la muerte nos separe?

Juliana se encontraba sentada en ese sillón cerca la chimenea, con el tiempo los colchones de dicho sillón se habían desgastados y ella sentía la dureza de la madera que estaba debajo de los cojines. Las aves chillaban y la mañana era soleada.

Mientras tejía un sombrero pequeño, entonaba una canción de cuna. Erick entró por la puerta de madera caoba y esta crujió debido al deterioro de la misma.

—¿Ya has regresado? —Ella preguntó alzando la vista y reposando de su labor. Erick con rostro cansado suspiró y se acercó al lado de ella.

—Nadie puede salir del pueblo ahora y los trabajos que quedan aquí son para limpiar y atender cerdos. —Juliana se preocupó inmediatamente.

—¿Qué sucederá con mi bebé? Busca algo, estamos demasiados cortos de dinero. —Erick sostuvo su mano.

—Tranquila, haré todo lo posible para que este pequeño crezca bien. No te preocupes tanto. —Él se levantó y avisó que iba ir a ducharse, despidiéndose él de ella con un beso en la frente.

Y cuando Erick subió el primer escalón, la puerta se abrió con agresividad y esto sorprendió a ambos.

—Buenas tardes, señor y señora Montés.

—¿Qué haces aquí? —Juliana se cubrió el vientre con su mano. —¡Largo!

Entonces, Jul entró permitiendo que sus padres la vieran. Juliana iba a abrir la boca pero, Jul no se lo permitió.

—Tienen diez segundos para correr. —Fue lo único que dijo Jul.

—¿Qué? —Erick se veía confundido al igual que Juliana. Y Jane sonrió con éxtasis mientras decía.

—Que empiece la cacería.

¿Qué es la justicia?

Juliana corría por el prado sosteniendo su apenas notable panza. No sabía donde estaba Erick, ya que, se separaron al estar siendo perseguidos por esas locas, hambrientas de descuartizar a cualquiera y comerlo.

Juliana respiraba con dificultad, no podía correr más y estar descalza le dificultaba ser más rápida, no, la verdad era que ella jamás había corrido en su vida, no recordaba eso. Juliana escuchaba su corazón retumbar en sus oídos, sentía miedo y no sabía a donde ir. ¿Cómo era posible que Jul, su pequeña, se había vuelto un monstruo?

¿Era acaso su culpa? Ella se preguntó mientras huía por su vida. Juliana se tropezó y cayó al suelo partiéndose la frente en una roca, sin embargo, pudo proteger al bebé en su vientre. Ella se levantó cogiendo mientras la sangre bajaba por su rostro y caía al suelo. Tenía que ser más rápida o Jane la atraparía.

Jul caminaba lento, disfrutaba la caza y más cuando la presa estaba tan indefensa. Jul miró al suelo viendo la sangre de su madre, la cual trazaba una línea recta de puntos. Jul embozó una sonrisa.

Juliana volvió a caer debido a su torpeza y gimió del dolor, miró a los lados asustada y entonces, vio a Jul viniendo hacia ella con una gran sonrisa plasmada. La pierna de Juliana se había doblado y no podía levantarse.

—Jul, perdóname. Mamá, lo hacía todo por tu bien. —Jul llegó y se quedó a un metro de ella. Juliana lucía lamentable en el suelo. Ella estaba sucia y llena de sangre, ese rostro bonito que tenía se veía horrible justo ahora.

—¿Por mi bien? —Jul se acercó más y se agachó a la altura de su madre. —Eres egoísta, solamente importas tú. ¿Acaso también destrozar mi rostro era por mi bien? —Jul soltó una carcajada. —Bien, yo también lo hago por tu bien. —Jul sacó el cuchillo con el que había matado a Melody y sonrió para luego decir. —Maté a alguien, no, maté a una cosa y tú serás parte de mi colección.

—No, no, no. Jul ¡Escúchame por favor! ¡Aaaj! —Jul le clavó el cuchillo a un costado y comenzó a bajar el objeto como si quisiera arrancarle el rostro a su madre. —¡No! —Juliana intentó apartarla pero, Jul le disparó en los brazos y siguió con su labor mientras Juliana se retorcía.

Al final le sacó la cara a Juliana, dejando que la sangre rocíe toda su ropa y luego le disparó cinco veces al vientre de juliana, hasta que la pobre falleció.

Jul metió la cara de su madre a su bolsillo y volvió a guardar la navaja y la pistola. Ella se quedó viendo un rato el cuerpo y deseó que la época fuera invierno y no verano.

Luego de eso Jul lloró por haber matado a su propia madre, se sintió horrible pero, los recuerdos de cómo Juliana jamás la defendió le hicieron recapacitar y se secó las lágrimas. Ella se lo merecía, Jul repetía una y otra vez en su cabeza, así talvez justificaría su crimen.

Erick estaba cerca de llegar a las casas de los demás del pueblo, sin embargo, una flecha atravesó su pierna y cayó golpeándose la cabeza en una roca.

«Es una pena, pero, es hora de pagar por sus pecados».

Jane sostuvo la pierna con la flecha y comenzó a arrastrar al hombre por toda la tierra, el rostro de él siendo herido por las rocas del suelo.

Entonces, Jane comenzó a cantar la canción de cuna que antes Juliana cantaba.