Esteban es totalmente serio e incluso, un poco amargado; pero debe aceptar la derrota ante una apuesta con su mejor amigo y presentarse en una cita a ciegas en determinado lugar, donde coincide con una rubia que ya conoce.
Sabe que ella no es su cita, pero verla allí, con mirada pícara y burlona, lo hace bufar porque sabe que no demorará en molestarlo.
Soledad ha estado soltera por cinco años, así que, con la esperanza de encontrar el amor, descarga una aplicación y empieza a hablar con Sergio, con quién se verá esta noche. Aunque en su campo de visión aparece su jefe, el cual la fastidia y se odian mutuamente.
Sin embargo, la velada es una decepción para ambos, ya que sus citas no son lo que esperaban, ni lo que desean volver a ver, por lo que Esteban tratando de salvarse, se toma atribuciones indebidas con su empleada, e inventa una tonta excusa. Una que recordarán toda su vida.
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Citas: decepción y salvación
Braian descubre, gracias a su novia Johanna, que Soledad tendrá una cita con el jugador de fútbol en determinado restaurante, así que coordina con la modelo que saldrá con Esteban para que sea en el mismo lugar.
Siendo fin de semana y un día completamente libre para ellos, Soledad está en el departamento que le han prestado, alistándose para su cita con Sergio. Él le ha escrito desde la mañana, pero ella poco ha respondido porque estuvo limpiando.
A las 20 hs. la rubia se coloca un vestido largo y negro, ceñido al cuerpo. Su pelo largo está suelto, cayendo lisamente por su espalda. El maquillaje sutil y delicado, le dan un brillo en la cara que disimula el cansancio semanal.
Pocos minutos después espera el ascensor y revisa tener absolutamente todas sus cosas en la pequeña cartera. Las puertas de la lata se abren y el hombre que está dentro queda hipnotizado por su belleza.
—¿Subes?— cuestiona Esteban, llamando la atención de su secretaria.
Soledad alza la cabeza y lo mira atentamente bastante sorprendida, ya que su jefecito tiene un traje azul marino, está sin corbata y sonríe amablemente.
— Sí—acepta.
Él estaba sujetando las puertas por las dudas de que ella utilizará el servicio, ya que por algo está tan... hermosa.
—¿Saldrás con alguna amiga?— cuestiona Esteban para sacar conversación y no estar en un incómodo silencio.
—Tengo una cita.— dice directamente. —¿Usted saldrá a divertirse?
—Lo intentaré— responde con seriedad.
A él le gustaría saber quién será su compañero, pero le parece hipócrita de su parte, puesto que él tiene una cita a ciegas con alguien que no conoce, aunque su amigo prometió que es linda.
De repente a su mente llega la posibilidad de que ambos sean la cita del otro, por lo que hace una pregunta más antes de llegar al piso de recepción.
—¿Lo conoces?
—¿A mi cita?— alza una ceja sin entender— Personalmente, todavía no, pero nos hemos escrito muchos mensajes, enviado fotos y demás.
—Ah— es lo único que dice ya seguro de que Soledad no participará de ningún supuesto plan de Braian. Por desgracia.
Las puertas se abren y ambos salen juntos, ya que la rubia debe tomar un taxi y Esteban tiene su auto en la entrada del edificio, sobre la calle.
Él espera caballerosamente a que ella suba a un taxi y luego empieza su propio viaje. Aunque su cita es un poco más tarde porque antes deberá ir a la empresa para buscar algo.
Mientras que él maneja con un poco de resignación, enojo y pequeños celos; Soledad espera a Sergio en una mesa previamente reservada.
Quince minutos más tarde entra Esteban y Soledad lo ve de inmediato, ya que espera impaciente al futbolista. El CEO también la nota y se sorprende porque están en el mismo lugar. Además, de que, la mesa que debe ocupar está justo a su lado.
Él camina hacia su mesa y nota la mirada pícara de su secretaria, mientras que cruza sus manos debajo del pecho, el cual parece engrandecer con esa acción.
—Hola, de nuevo— sonríe él—. No sabía que estarías aquí.
—Yo tampoco. Dijo que iría a divertirse.— responde Soledad— Asumí que visitaría un bar.
—Braian ha preparado una cita a ciegas para mí.
—Que buen amigo— se ríe ella—, pero si es "a ciegas" entonces no la conoce.
— No, aunque supongo que ella a mí sí.— alza los hombros, restándole importancia, ya que si lo dejan plantado sería mejor.
La sonrisa burlona de Soledad está plasmada en su cara e intenta decir algo, pero ante ella se sienta un hombre, sin siquiera saludar.
Sergio.
Las fotos del futbolista son realmente lo mismo que ve personalmente, pero por alguna razón no le parece tan atractivo. Además de que parece un mal educado. El rubio de ojos marrones ni siquiera se ha arreglado para esta cena y si bien no es un restaurante extremadamente lujoso; Soledad suponía que por el citio, sería más considerado en su vestimenta.
—Espero que te guste este lugar— dice él empezando la cita.
—Es bonito— admite ella.
—Me imagino que una chica como tú jamás había entrado aquí.
¿Una chica como ella?— se pregunta Soledad, entendiendo que con esas palabras la está denigrando.
Esteban frunce el ceño por lo que ha escuchado, aunque no los interrumpe porque no es de su incumbencia. Prefiere entretenerse con su celular e insistirle a su amigo con que su cita no ha llegado y era mala idea.
—Es cierto...— asegura—, no he tenido tiempo de recorrer la ciudad.— miente porque su primer día libre lo utilizó para adelantar trabajo con Braian.
—Nosotros hemos venido varias veces a jugar contra los Colombianos, así que estamos acostumbrados a los lujos y a estos lugares humildes.
¿Humildes?— vuelve a preguntarse la rubia, mentalmente. No entiende su manera de actuar. Él no parecía ser así los días que se escribieron. —¿Será que solo fingió ser una buena persona o ahora engrandece las cosas porque es como los típicos idiotas que quieren llamar su atención de una manera errónea?
—Hola, precioso— una mujer se sienta frente a Esteban, interrumpiendo la conversación entre Soledad y Sergio, quien también la mira con bastante interés.
Esteban la saluda con educación y al ver que dos meseros se acercan a ellos, cada mesa pide su cena. Aprovechando la distracción unos minutos.
Sergio continúa haciendo comentarios pasivo-agresivos hacia Soledad, denigrándola de una u otra forma, lo que está colmando la paciencia de Soledad.
En la mesa de Esteban, la cosa no estaba siendo muy diferente, ya que su cita crítica cada detalle en la decoración del restaurante; menciona que hubiese preferido ir a otro lugar; que ella jamás ha estado en "una pocilga así"; no piensa dejarle propina al mesero que los atiende y demás.
El CEO nunca estuvo de acuerdo con esa cita y únicamente está cumpliendo con la condenada apuesta que perdió, pero considera repugnante el tener que seguir compartiendo unos minutos más con esa mujer.
Sí, es fácilmente bonita. También es de su típico gusto: pelinegra, petiza, operada, etc. pero quiere irse. Siente urgentemente la necesidad de correr y no volver a cometer un error tan grande como competir contra Braian.
—¿Alguna vez has podido comer algo así?—le cuestiona el futbolista a la secretaria, quién deja su tenedor en el plato, negándose a comer. Mientras que Esteban cierra los ojos, cansado de escucharlos.
Son insoportablemente egocéntricos.
—¡Esto se terminó!— dice Esteban, levantándose de su lugar—Ambos son un asco— señala a su cita y a Sergio—. Cariño, vamos a casa— le tiende la mano a Soledad y está lo mira sorprendida.
—¿Qué...?— intenta hablar, pero Esteban la interrumpe.
—Ya jugamos a no conocernos, esposa mía. Cumplí tu capricho de tener citas con desconocidos y casi abrimos la pareja como los swinger, pero no con estos dos idiotas. —señala a sus compañeros, quienes los miran mal.
—¿Estás casada?—le reclama Sergio a Soledad.
Esteban solo espera que ella confirme esa tonta excusa que ha metido porque sería la única con el poder de seguirle el juego o humillarlo.
La rubia mira a quién le ha hablado y luego a su jefe, el cual todavía tiene su mano tendida para que ella acepte irse con él.
—Sí, estamos casados.— se levanta, agarra su pequeña cartera, toma del brazo a Esteban y se despiden de la modelo y el futbolista —Sean más humildes de corazón porque nadie los querrá, a menos que deseen estar juntos.
—Son tal para cual, cariño—la secunda Esteban.
Ambos empiezan a caminar y dejan atrás las mesas que los han hecho pasar mal, hasta salir. Caminando por el estacionamiento, donde el CEO ha dejado su auto y aún con la misma cercanía; él abre la puerta para su acompañante y rodea el vehículo para posicionarse en su puesto de piloto e iniciar viaje.
—Gracias por tu actuación, esposo mío— ríe Soledad, contagiando a su jefe.
—Debía hacer algo porque sabía que queríamos escapar de ahí.
—Que horror, no volveré a usar aplicaciones de citas— ríe y él asegura tampoco competir contra su amigo.
—¿Todavía tienes hambre?— indaga Esteban y ella asiente— Entonces, iremos a un lindo lugar.
Ella no tiene problemas en aceptar porque su jefe es quien la está invitando y por ende también pagará. Aunque pensándolo bien, no pagó su consumición en el restaurante anterior, así que Sergio deberá hacerlo, al igual que la modelo operada.
Esteban la lleva a un lujoso restaurante, con la fina decoración en colores blanco, dorado y plateado.
—Espero que no te incomode, pero debía aprovechar la ocasión gracias a nuestra vestimenta.
Él es considerado, pero con más razón deberá pagar, porque ella no podría ni siquiera pedir un vaso de agua sin tener que vender un riñón.
La señora de recepción los lleva hasta una mesa libre y otra educada chica les comunica que será su moza. Les entrega las cartas del menú y se retira unos pasos para permitirles unos minutos decisivos.
Al saber qué quieren, Esteban le hace una seña y ella se acerca a levantar su pedido, retirándose después. La conversación entre jefe y empleada se basa en la empresa, además de que él le explica un poco más lo que se espera de su estadía temporal en Colombia.
—¿Volverá algún día a vivir aquí?— cuestiona Soledad, cuando ya van la mitad de sus platos.
—No lo sé. Este es mi hogar, pero me siento más libre y cómodo en Uruguay. Allí nadie me presiona para que sea perfecto ni busque esposa.
—Me ofende porque ya me tiene a mí— se señala a sí misma con dramatismo por la actuación anterior frente a aquellas dos personas indeseables.