"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
NovelToon tiene autorización de Amilkar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La fiesta
Nicolás estaba en su penthouse, ajustándose la corbata frente al espejo, cuando sonó su teléfono. Era la portería, informándole que Maximiliano ya lo esperaba afuera. Con un suspiro, tomó su chaqueta y salió, encontrándose con su viejo amigo apoyado en su coche, con una sonrisa pícara en el rostro.
—¿Así que hoy es la gran noche, eh?— comentó Maximiliano, empujando la puerta del coche para que subiera Nicolás.
—Ya sabes que no es nada importante, solo una cita para pasar el rato —respondió Nicolás mientras se acomodaba en el asiento del copiloto.
Maximiliano, siempre rápido con sus bromas, lanzó una carcajada. —¡Oh, claro! El viejo Nicolás, el rey de las citas casuales. Me pregunto si un día te darás cuenta de que no todas las mujeres quieren un café y una despedida rápida. ¿O es que planeas casarte con tu trabajo? Ya te veo firmando un contrato matrimonial con tu laptop.
Nicolás se rió mientras le daba un golpe ligero en el brazo. —Al menos mi laptop no me traiciona ni me pide cosas imposibles. No todos podemos ser como tú, Max, saltando de mujer en mujer como si fueran estaciones de tren.
Maximiliano fingió indignación, llevándose la mano al pecho. —¡Oye! Yo no salto, yo soy... un hombre con metas claras. ¡Explorador de emociones! Y hablando de emociones, ¿cuánto te apuesto a que esta "cita casual" termina con alguien derramando una copa de vino en tu camisa por accidente, como siempre?
—Eso solo me pasa cuando salgo contigo —respondió Nicolás, sin perder el ritmo, mientras ambos se lanzaban sonrisas desafiantes.
Durante todo el camino, las bromas continuaron volando entre los dos. Maximiliano le recordaba a Nicolás las veces que había arruinado alguna primera cita por su perfeccionismo, mientras que Nicolás contrarrestaba recordándole a su amigo todas las relaciones fallidas por su incapacidad de tomarse algo en serio. Era una dinámica habitual entre ellos, una mezcla de amistad y competencia constante, pero con un respeto mutuo que mantenía las cosas ligeras.
Cuando llegaron a la entrada del edificio, los flashes de las cámaras los invadieron de inmediato. Los reporteros, como siempre, estaban atentos a la llegada de figuras tan conocidas como ellos. Los dos amigos intercambiaron miradas, sabiendo que esta parte del evento era inevitable. Con una sonrisa a medias, Nicolás bajó del coche y de inmediato capturó la atención de los presentes, seguido de cerca por Maximiliano, quien ya comenzaba a lanzar sonrisas y comentarios rápidos a las cámaras.
—¡Nicolás, Maximiliano! ¿Quién es la afortunada de esta noche? —gritó uno de los reporteros mientras las cámaras seguían disparando.
—¿Afortunada? —respondió Maximiliano, haciendo una pausa dramática mientras pasaba un brazo sobre los hombros de Nicolás—. ¡El único afortunado aquí es este hombre, que me tiene como su amigo! —La multitud soltó una risita mientras Maximiliano guiñaba un ojo.
—Dios, ¿por qué siempre haces esto tan incómodo? —murmuró Nicolás entre dientes, disimulando su sonrisa mientras avanzaban hacia el interior del edificio.
Una vez dentro, la atmósfera cambió de inmediato. Los murmullos se convirtieron en comentarios de admiración y las miradas comenzaron a centrarse en ellos. Nicolás y Maximiliano siempre atraían la atención, pero esta noche era particularmente especial. Las mujeres, solteras y no tan solteras, no podían evitar mirarlos, observando cada movimiento, cada sonrisa.
Poco después, Javier, otro de los "solteros dorados" del grupo, hizo su entrada. Con su traje negro y su aire imponente, no tardó en capturar la atención de todos a su alrededor. Se unió rápidamente a Nicolás y Maximiliano, quienes lo recibieron con bromas.
—¡Vaya! Ya podemos empezar ahora que ha llegado el príncipe Javier —dijo Maximiliano con una exagerada reverencia, haciéndolo sonreír.
—Oh, claro —respondió Javier con una sonrisa—. Llegué justo a tiempo para ver cómo haces el ridículo, como siempre.
Los tres amigos seguían bromeando cuando el señor Timotty, uno de los magnates más importantes del país, se acercó a ellos con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Vaya! Pero si son los solteros más cotizados —comentó en tono de broma mientras los saludaba con un firme apretón de manos.
Maximiliano fue el primero en responder. —Timotty, te lo digo, yo no estaría soltero si aquella noche me hubieras presentado a tu preciosa nieta.
El viejo magnate soltó una carcajada antes de darle un buen golpe en el hombro a Maximiliano. —Tú serías el último hombre a quien le presentaría a mi nieta.
—¿En qué concepto me tienes, viejo? —Maximiliano puso cara de falsa ofensa antes de mirar alrededor—. Bueno, ya que sigo siendo un soltero sin remedio, voy a ver si encuentro alguna chica que me consuele.
Con una sonrisa burlona, Maximiliano se alejó, mientras Timotty negaba con la cabeza. —Ese chico nunca cambiará.
Nicolás asintió, con una ligera sonrisa. —No creo que lo haga.
Timotty se giró hacia Javier, quien se mantenía en silencio. —Y tú, muchacho, he oído algunos rumores de que un tal Moretty universitario tiene una chica dulce detrás de él.
Javier se encogió de hombros. —Eso fue hace mucho. Creo que ahora me odia.
El viejo magnate soltó un suspiro sabio. —Ah, muchacho, si ha pasado del amor al odio, la tienes difícil. Ya sabes lo que dicen: del amor al odio hay un solo paso.
Nicolás, que no estaba al tanto de esta parte de la vida de su hermano, lo miró con curiosidad. No tenía idea de que había habido alguien importante en su vida. Observó a Javier con cierta preocupación, pues no era común verlo hablar sobre temas sentimentales.
Al poco tiempo, Cassandra Quintana hizo su entrada al evento, acompañada de su padre, Rogelio Quintana, un hombre de aspecto severo y traje negro, escoltado por su guardia personal. Cassandra, siempre buscando destacar, al ver a Javier se alejó de su padre y se acercó a él con una sonrisa encantadora.
—Hola, qué gusto ver caras conocidas en esta fiesta. Pensé que me iba a aburrir.
Javier, sin decir nada, dio media vuelta y se alejó del lugar, dejando a Cassandra con la mano en el aire, visiblemente molesta y sorprendida por el desplante. Nicolás observó la escena desde su posición, con una sonrisa divertida. Aprovechó el momento para disculparse ante Timotty.
—Lo siento, señor. Debo ir a buscar a mi cita. Si me disculpa.
Mientras Nicolás se alejaba, Cassandra intentó mantener la compostura, forzando una sonrisa, aunque claramente estaba furiosa por el rechazo de Javier. Timotty, al notar la incomodidad de la joven, la dejó para ir a saludar a un viejo amigo que acababa de llegar.
En otra parte de la ciudad, Dahna, en un coche prestado por su padre, observaba a las tres amigas de Cassandra subir al auto con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Oh, es un auto muy bonito. No sabíamos que tenías dinero —comentó una de las chicas, impresionada.
—Sí, y menos que estuvieras invitada a la fiesta —añadió otra.
Dahna sonrió con una amabilidad fingida. —Es que soy modesta. Pero vámonos, no queremos llegar tarde. Y recuerden, no se alejen de Javier. Así, Cassandra no tendrá oportunidad de estar a solas con él.
Las chicas asintieron, compartiendo miradas de complicidad.
—Sí, todas debemos estar siempre con Javier —respondió una de ellas, claramente decidida.
Dahna sonrió con satisfacción. Esta noche, Cassandra no tendría ni un segundo de paz, y Javier estaría rodeado de sus supuestas amigas todo el tiempo. Con eso en mente, Dahna arrancó el coche y se dirigieron hacia la fiesta.
Cuando llegaron al lugar, las chicas bajaron del coche y, para su sorpresa, no llamaron la atención de nadie. Se quedaron cerca de la puerta, esperando a Dahna, quien era su "pase" para entrar.
Al bajar del auto, Dahna capturó de inmediato la atención de los periodistas. Con su vestido rojo de diseñador, que resaltaba cada curva de su figura, su cabello elegantemente recogido y un maquillaje impecable, era imposible no notarla. Los flashes de las cámaras comenzaron a dispararse, y aunque nadie sabía exactamente quién era, estaba claro que era alguien importante.
Con una sonrisa de confianza, Dahna mostró su invitación en la entrada y convenció al portero de dejar ingresar a sus "amigas", quienes rápidamente desaparecieron en la multitud para buscar a Javier.
Dahna observó la escena con una sonrisa satisfecha. Esta noche sería inolvidable, y Cassandra no tendría idea de lo que se le venía encima.