Laura, una mujer de 30 años, lucha contra una enfermedad terminal. Su mayor preocupación es el futuro de su hermana menor, Alma, de 15 años, y su pequeña hija, Sofía. Laura decide que su esposo, Máximo, debe hacerse cargo de Alma y Sofía para garantizar su bienestar. En sus últimos días, le pide a Máximo que se case con Alma cuando ella cumpla la mayoría de edad y que adopte legalmente a Sofía para cuidarla como si fuera su propia hija.
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Capítulo 18: La Familia Herrera
El sol comenzaba a ponerse cuando Alma y Susan llegaron a la casa de Marcos para trabajar en su proyecto práctico. La residencia de los Herrera era una elegante casa de estilo mediterráneo, con un jardín bien cuidado y un camino de entrada de adoquines que conducía a la puerta principal.—Vaya, esta casa es hermosa —comentó Susan, admirando el entorno.—Sí, es muy bonita. Marcos mencionó que su familia se mudó aquí desde Grecia hace poco —respondió Alma, tocando el timbre.La puerta se abrió rápidamente y Marcos apareció con una amplia sonrisa.—¡Hola, chicas! Bienvenidas. Pasen, por favor —dijo, haciéndose a un lado para que entraran.Alma y Susan cruzaron el umbral, impresionadas por la decoración acogedora y la calidez de la casa. Se notaba que cada detalle había sido cuidadosamente elegido para reflejar la cultura y el estilo mediterráneo.—Vamos a trabajar en la sala de estar. Hay mucho espacio y es cómodo —dijo Marcos, guiándolas a través del vestíbulo.Mientras se acomodaban y sacaban sus materiales de estudio, un sonido de pasos en la escalera llamó la atención de las chicas. Un joven alto, de unos veintitantos años, bajaba con un aire de confianza. Tenía el mismo cabello rubio y ojos verdes que Marcos, pero su presencia era aún más imponente.—Chicas, les presento a mi hermano mayor, Leonidas —dijo Marcos.Leonidas sonrió y extendió la mano.—Hola, es un placer conocerlas. Soy Leonidas Herrera —dijo con un acento ligeramente más marcado que el de su hermano.Susan sintió un golpe de emoción en el estómago al ver a Leonidas. Sus ojos verdes parecían iluminarse cuando sonreía, y su voz profunda resonó agradablemente en sus oídos. Tratando de mantener la compostura, Susan estrechó su mano.—Hola, soy Susan, y ella es Alma. Estamos trabajando en un proyecto para la escuela con Marcos —dijo Susan, con una sonrisa tímida.—Es un placer conocerlas. Si necesitan algo, no duden en pedirlo —respondió Leonidas, dirigiéndose luego a la cocina.Susan lo siguió con la mirada hasta que desapareció de su vista. Alma notó el interés de su amiga y le dio un pequeño codazo en las costillas.—Susan, creo que te has enamorado a primera vista —susurró Alma, riendo.Susan se ruborizó y le dio un suave empujón a Alma.—¡Cállate! Solo... bueno, es muy guapo, ¿no? —dijo, tratando de disimular su emoción.Las chicas se centraron en su trabajo con Marcos, discutiendo ideas y desarrollando su proyecto. La tarde pasó rápidamente, y la casa de los Herrera se llenó del aroma delicioso de la cena que se preparaba en la cocina.Leonidas volvió a la sala y les ofreció quedarse a cenar.—Mi madre está preparando una cena griega tradicional. Nos encantaría que se quedaran a disfrutarla con nosotros —invitó Leonidas.Alma y Susan se miraron, considerando la oferta. Ambas estaban encantadas con la hospitalidad de la familia Herrera y, además, la idea de probar una auténtica comida griega era tentadora.—Nos encantaría quedarnos —respondió Alma, sonriendo.La familia Herrera se reunió en el comedor. La madre de Marcos y Leonidas, una mujer amable y cálida, los recibió con los brazos abiertos. Los platos de comida tradicional griega llenaron la mesa: moussaka, souvlaki, ensalada griega y baklava para el postre.Durante la cena, la conversación fluyó fácilmente. Leonidas y Marcos compartieron historias sobre su vida en Grecia, sus experiencias de mudanza y adaptación a una nueva cultura. Susan, fascinada, no podía evitar escuchar con atención cada palabra de Leonidas, quien parecía disfrutar contando anécdotas divertidas y sorprendentes.Alma, por su parte, se sintió cómoda en el entorno familiar, apreciando la calidez y la unidad de la familia Herrera. La madre de Marcos y Leonidas era especialmente atenta, asegurándose de que todos tuvieran suficiente comida y se sintieran bienvenidos.—Me alegra que hayan decidido quedarse. Es un placer tener compañía en casa, especialmente cuando estamos lejos de nuestra tierra natal —dijo la madre de Marcos y Leonidas, con una sonrisa sincera.Al finalizar la cena, Leonidas propuso mostrarles el jardín iluminado por pequeñas luces colgantes. Alma y Susan aceptaron con entusiasmo, y salieron a disfrutar de la noche fresca.El jardín estaba lleno de plantas aromáticas y flores que perfumaban el aire. Caminando entre los senderos de piedra, Susan se encontró al lado de Leonidas, sintiéndose cada vez más atraída por su carisma y amabilidad.—Gracias por invitarnos. Esta noche ha sido maravillosa —dijo Susan, mirando a Leonidas.—El placer es nuestro, Susan. Espero que podamos repetirlo pronto —respondió Leonidas, sonriendo.Alma observó la interacción, contenta por su amiga. Sabía que Susan merecía encontrar a alguien especial, y Leonidas parecía ser una persona genuina y atenta.Cuando llegó el momento de despedirse, la familia Herrera se mostró agradecida por la visita y les pidió a Alma y Susan que regresaran pronto. Mientras caminaban de regreso a casa, Susan no podía dejar de hablar sobre Leonidas, y Alma la escuchaba con una sonrisa, feliz de ver a su amiga tan emocionada.