Códigos Del Corazón. (Amor En Tiempos Robóticos)

Max:

En casa de Max, la cena romántica estaba lista. Electra nerviosa pero determinada, esperaba la llegada de su amor platónico. Priscila con una mirada que reflejaba su preocupación, susurró a la chica de cabello corto.

—Recuerda Electra, las decisiones de Max no pueden ser forzadas. Aunque lo hagas con la mejor intención, el amor no puede ser manipulado.

Algo en la mirada de Priscila quebró un poco de la esperanza que tenía en su corazón. Electra abrió su boca para responder pero en ese momento, la puerta se abrió revelando la figura corpulenta de Max.

La expresiones de su rostro no fueron ocultas a las dos mujeres en la sala. Max no sabía que decir, estaba sorpendido por la escena preparada ante sus ojos pero también por ver a Electra de nuevo después de dos semanas.

La chica con una sonrisa nerviosa, lo invitó a la mesa. —Max, quería hacer algo especial para ti y disculparme por lo que paso la noche pasada.

Max aunque agradecido, no pudo evitar sentir una mezcla de sorpresa y confusión.

—No tienes nada por lo que disculparte. Soy yo el idiota. —Apesar de sus sentimientos, él fue abrazarla sintiéndose arrepentido.

El corazon de la chica no había galopando tan rapido como en esta noche. ¿Acaso Max por fin se había dado cuenta que ella era una mujer digna de su amor?.

Max se alejó unos pasos y toco su mejilla. —Siempre serás mi mejor amiga.

Así como así, la gran sonrisa que tenía Electra pegada en su rostro se desdibujo y sintió de nuevo dolor en su corazón.

Priscila viendo la incómoda escena. Se aclaró la garganta. —Max siéntate, la cena esta servida.

A Priscila le dolió llamar tonto a su hijo en su pensamiento, pero era cierto ¿como no podía Max darse cuenta que esta era una cena romántica?

Max con una sonrisa, se encaminó a la mesa pero entonces vio a su madre alejándose.

—Mamá, ¿no te quedarás? —Preguntó confundido.

Priscila fingió una sonrisa. —¡Oh hijo!, comí antes de que llegaras, pregúntale a Electra. Ahora debo ir a dormir, estoy agotada. Buenas noches a los dos.

La mujer no espero respuesta salió rápidamente de la estancia como si la estuvieran persiguiendo.

Max frunció el ceño ante la extraña partida de su madre. —Creó que debo... —Empezó a levantarse de su silla.

Electra puso una mano en la suya para detenerlo y le dio su sonrisa más amorosa. —Priscila esta bien y es cierto, cenó antes de que llegaras. Ahora quédate conmigo Max —Le suplicó la chica.

Él se sentó de nuevo observandola con compasión y decidió que debía darle este tiempo a su amiga.

La cena se desarrolló en una comodidad absoluta; la luz de las velas daban la impresión de un ambiente lleno de calidez y emoción.

Entre risas los dos jóvenes recordaron viejas historias. Max parecía feliz y Electra no podía evitar tocarlo aveces, es que lo deseaba mucho.

El chico de ojos azules como los de un ángel podía ser muy inocente para sus amigos e incluso para su madre, pero no era tan tonto. Después de aclarar su mente, pudo ver los detalles, la partida de su madre, las velas rojas, el vino, los toques de su amiga.

Max lo sabía, era una cena romántica. Observó en todo momento a Electra con orgullo, esta chica si que no se da por vencida. La admiraba por esto, entonces se preguntó, y sí, ¿se atreviera a intentarlo con ella?. Dios sabía que debía dejar de espiar a Aria y dejar de ver su rostro en su terminal todas las noches.

¿Podría hacerlo?.

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Mientras tanto, en las instalaciones de RoboTech, Titania observaba cada movimiento de Max con una frialdad calculada. Entonces pensó que no debía dejar cabos sueltos.

—Vigilen también a Aria. —Ordenó a uno de sus subordinados, desde una de las salas de control.

—¿Señora, debo enviar drones? —Preguntó la mujer.

Titanía la observó con molestia. —Por supuesto que no, espienla por medio de Maxwell. Esto facilitará las cosas.