Cristina es una excéntrica chica cuya carrera musical fue vetada por Mireya Carmona la hija del presidente del país y que se encuentra en medio de una situación difícil debido a una mala decisión que tomo, Cristina debe encontrar su camino para alcanzar sus sueños y su felicidad
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Capítulo XVIII: El primer beso de Leo y Cristina
Era mayo y el aire ya olía a verano. Ese día, Leo cumplía 17 años. No asistió a clases, y nadie sabía por qué. En realidad, estaba en la sede de la discográfica, acompañado por su madre y los abogados de la familia. Finalmente, después de un año de negociaciones complicadas —donde sus padres, con toda su influencia, a veces más obstaculizaban que ayudaban— firmó el contrato para grabar su primer disco. Era el día más feliz de su vida: su sueño comenzaba a tomar forma.
Para celebrar, los integrantes del club de música organizaron una pequeña reunión en su casa. Hicieron una barbacoa en el jardín, pusieron música, y aunque eran menores de edad, abrieron algunas cervezas sin supervisión adulta. Todo tenía ese aire despreocupado de una noche que promete quedarse en la memoria.
—Feliz cumpleaños, Leo —dijo Cristina mientras le entregaba una pequeña caja envuelta con cuidado.
Era un CD de edición limitada de su banda favorita. Un detalle costoso, sí, pero escogido con el corazón.
—No debiste molestarte, Criss —respondió Leo con una sonrisa cálida.
—Es de parte mía… y de mi abue —añadió ella, bajando la mirada con timidez.
—¿Y si vamos a escucharlo? —propuso Leo.
Subieron a su habitación sin notar que Grecia los seguía a cierta distancia, espiando desde la puerta entreabierta, roída por esos celos silenciosos que solo alguien inseguro puede alimentar.
—¿Te gustó el regalo? —preguntó Cristina con una mezcla de ilusión y nervios.
—Muchísimo. Pero… creo que hay algo más que me gustaría recibir hoy —dijo Leo, con una sonrisa que parecía brillar más que las luces del techo.
—¿Otro regalo? —preguntó Cristina, divertida.
—Sí —repitió él, dando un paso hacia ella—. Este.
Se miraron unos segundos. Intensamente, con esa tensión dulce que solo se da cuando el mundo se vuelve pequeño y los latidos suenan más fuerte que la música.
Leo se acercó con seguridad. Cristina, sin querer, retrocedió hasta chocar suavemente contra la pared. Leo sonrió, como si eso lo hubiera estado esperando.
—Te tengo, Cristina —susurró.
Le acarició la mejilla con ternura, y ella se estremeció. Su pulgar rozó lentamente la línea de su mandíbula, mientras los ojos de ambos se buscaban como si supieran que estaban a punto de cruzar un umbral invisible.
Cristina no se movió. No huyó. Solo cerró los ojos en el preciso instante en que los labios de Leo, cálidos y suaves, se encontraron con los suyos. Fue un beso breve, tímido, pero con toda la carga de un momento largamente contenido.
Cuando se separaron, ella no podía dejar de sonreír. Tampoco él y aunque afuera seguía la fiesta, y Grecia seguía espiando tras la puerta, en ese instante… el universo era solo de ellos.
—Abre tu boca Criss por favor — Le dijo de forma sugerente.
Cristina se sentía como si estuviera hechizada por la voz de Leo, arrastrada por una marea que no sabía si quería contener. Cuando lo vio inclinarse sobre ella con esa mirada traviesa y decidida, se quedó inmóvil, como atrapada en un sueño. Sus labios se encontraron y, en medio de aquel primer beso profundo, Cristina sintió el sabor tibio del momento: cerveza, un leve rastro de cigarrillo… y algo que no sabía nombrar, pero la hacía temblar.
El aire pareció detenerse. Solo cuando él se separó ligeramente y murmuró entre risas:
—No te olvides de respirar, Cristina.
Ella soltó una pequeña carcajada nerviosa, aun con las mejillas ardientes.
Entonces Leo la atrajo suavemente hacia sí, acercando sus labios a su oído. Y comenzó a cantarle, con esa voz grave y rasgada que le erizaba la piel. Su aliento le rozaba la piel y, por un instante, el mundo se redujo a esas estrofas:
…“Regálame tu corazón
y déjame entrar a ese lugar
Donde nacen las
flores, donde nace el amor
Entrégame tus labios
rotos los quiero besar
Los quiero curar
Los voy a cuidar
con todo mi amor”…
Cristina cerró los ojos, no por timidez, sino porque algo dentro de ella se estaba abriendo al fin. Un deseo de sentirse querida… y libre.
Leo rozó sus labios y luego nuevamente introdujo la lengua en su boca, dejó de besarla únicamente para posar un beso en su cuello, pero cuando olió su perfume se volvió como loco, así que le apartó el cuello de la camisa y le hizo una marca donde no se podía ver con facilidad.
—¿Quieres hacerlo también Cristina?
Cristina asintió dócilmente.
—Hazla donde tú quieras —le dijo mostrando su cuello.
Cristina era inexperta, así que siguió su orden, pero donde la hizo era visible.
—No te preocupes, Criss me gusta como se ve. Es suficiente por ahora y mejor salimos, ¿puedes esperarme afuera un rato?, y te llevo a tu casa porque es tarde.
—No te preocupes, Criss, así está perfecto. Por ahora es suficiente. Mejor sal un rato, ya es tarde. Te llevo a casa en breve —dijo Leo con una sonrisa forzada.
—No hace falta. Raúl viene a buscarme —respondió Cristina, todavía ruborizada.
—Solo prométeme que no te vas sin despedirte —agregó Leo, bajando la mirada por un instante.
—¿Estás bien, Leo? ¿Te pasa algo?
—En otro momento te lo explico… ¿Sí? Por favor, sal un momento.
Cristina asintió, confundida, con el rostro encendido por la vergüenza. Salió de la habitación sin notar que Grecia la observaba con sospecha desde el pasillo. Su intuición le decía que algo había ocurrido entre ellos, y la idea la corroía por dentro.
Leo se quedó solo, respirando hondo, sabía que necesitaba calmarse. Cristina era tan inocente que su sola presencia lo desbordaba, y eso lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. En cuanto salió de su habitación, Cristina ya se había marchado. De pronto, el resto de la fiesta le pareció ruido innecesario. Solo quería que todos se fueran. Pero intentó disimular, sonriendo aquí y allá, aunque ya no estaba de humor.
—Deja de buscarla, que ya se fue —soltó Grecia, apareciendo a su lado como una sombra.
—Sí, ya lo noté —respondió Leo, sin mirarla.
—La muy santa, fingida… y mírala. Bien zorra —dijo ella con veneno, apuntando al cuello de Leo con la mirada.
Leo se giró hacia ella con calma glacial.
—Estás podrida de envidia, Grecia. Esta es mi casa, y aquí no se habla mal de mis amigos.
—¿Amigos? Porque eso que tú y ella hacen no parece una amistad…
—Ese no es tu asunto. Ocúpate de tu vida.
Grecia bufó.
—No sé qué le ven todos ustedes a Morticia.
Leo se encogió de hombros con desdén.
—Sería imposible explicártelo. Hay cosas que tú simplemente no puedes entender.
—Como quieras. De todos modos, ya me iba… Pero te digo algo, Leo. Estás haciendo el ridículo. Cristina ha estado enamorada de Gustavo desde la infancia, esperando ingenuamente a que él se le declare. Pero eso no va a pasar. No mientras yo esté aquí. Él es mío.
Leo la miró con indiferencia, casi divertido. Su gesto de desprecio la enfureció. Por suerte, en ese momento llegaron a buscarla. Leo se despidió sin emoción, agradecido de no haber perdido el control.
Por supuesto que los celos lo carcomían. Cristina le gustaba mucho, y aunque sabía que en el pasado ella había estado enamorada de Gustavo, no podía evitar que eso le doliera. Aun así, no pensaba darle a Grecia la satisfacción de verlo afectado. Leo era un experto en ocultar lo que sentía. Poco después, la fiesta terminó, y en cuanto pudo, llamó a Cristina.
—Te fuiste sin despedirte, Criss —dijo con suavidad.
—Lo siento, Leo. Raúl ya me estaba esperando y no sabía cuánto ibas a tardar, espero que te guste tu regalo —añadió, con la voz apenas audible.
Hubo un breve silencio, ella no sabía qué más decir. Seguía con la cara encendida de vergüenza… pero también le había gustado el beso, más de lo que quería admitir.
—Leo… ese fue mi primer beso. Buenas noches.
Y colgó.
Leo se quedó quieto, mirando el teléfono con una sonrisa tonta que no podía borrar. Aquel día había sido el mejor de su vida, y no precisamente por su cumpleaños. Había firmado el contrato para grabar su primer disco… y le había dado su primer beso a la chica que lo tenía completamente hechizado.
***Tomado de la canción "Labios rotos" de la banda Zoe
o sea que siempre están en condiciones de violencia, maltrato e injusticia??? ya sobrepasa la inmoralidad y la ignorancia de los ciudadanos, así sea los que más tienen dinero... ya que son los que mantienen al país y a su presidente!!!! 🥱🤢🤮