Después de haber sufrido a manos de su padre, Cyra cayó bajo los engaños del dios Daotan, lastimando a miles de inocentes, pero sobre todo, lastimando a las únicas personas que en verdad la amaban y que ella amaba, ahora el dios Kaayo le dio una nueva oportunidad, pero ¿Qué pasa si Cyra no puede dejar atrás su pasado?
Cyra se siente indigna de esa segunda oportunidad, pero nuevas personas en su vida le harán ver que la única manera de vencer a aquellos que le hicieron tanto daño es ser feliz.
Esta historia está relacionada con la tetralogía de los 4 Guerrero de los Elementos, la cual está compuesta por:
1. El Guerrero de la Tierra
2. La Guerrera del Aire
3. La Guerrera del Agua y
4. El Guerrero del Fuego
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Capítulo 17
César se despierta sobresaltado al no sentir a Cyra en sus brazos, y al levantarse se da cuenta de que ya no está en su habitación, en su lugar está en un cuarto completamente vacío y de color blanco.
- ¿Dónde estoy? – se pregunta el joven en voz alta – CYRA, ¿dónde estás? – comienza a gritar muy preocupado, ya que teme que la joven esté en peligro.
Sin perder un solo segundo César comienza a buscar la salida mientras intenta recordar como diablos llego allí, entonces, después de recorrer el lugar, por lo que le pareció una eternidad, encuentra una puerta, la cual está parcialmente oculta, y sin dudarlo la abre y con asombro mira que lo que está del otro lado es un enorme y bello jardín de flores rojas, es increíble, totalmente admirado entra al lugar, y tras entrar, la puerta se cierra detrás de él y desaparece, asustando al chico.
- Ok, oficialmente esto ya se puso muy raro – se dice César a sí mismo, y sin más opciones continúa avanzando, entonces una risa infantil lo detiene en seco, y sin dudarlo se dirige hasta el origen de aquella risa, ya que espera encontrar a alguien que lo ayude.
Al llegar, puede ver que en medio del jardín hay una mujer de cabello rojo y ojos dorados la cual se le hace algo familiar, la mujer, a pesar de usar un vestido suelto y de estar sentada y parcialmente cubierta por la mesa frente a ella, se le nota su ya avanzado embarazo.
- Mami, mami, mira esto – le dice una niña que sale corriendo de entre los arbustos.
Ante los ojos de un admirado César y una orgullosa Ember, la pequeña crea la imagen de una mujer cargando a un bebe con magia de fuego, la cual se mese lentamente.
- Cyra, eso fue hermoso – le dice la mujer a la niña, al oír cómo llamó a la niña César no duda en acercarse, pero cuando lo intenta, no puede hacerlo.
- ¿Cómo están las mujeres más bellas de mundo? – se oye que pregunto un hombre que posteriormente aparece en escena, un joven de cabello negro y ojos rojos, pero lo que más llama la atención de César, son los diminutos cuernos que salen de su cabeza, y al verlo César al fin comprende lo que está pasando, frente a él están Ember y Cole, la antigua familia de Cyra, solo que no puede explicarse, como llego allí.
Aun impresionado, ve a la familia de tres, próximamente de cuatro, interactuar entre ellos, es algo muy linde de ver, pero entonces algo del otro lado llama su atención y al fijarse bien se da cuenta de que es Cyra, solo que no es la Cyra que él conoce, la chica allí de pie, viendo la hermosa escena familiar, tiene el cabello del mismo color que la mujer embarazada y sus ojos son de un hermoso tono naranja.
Sin dudarlo, César intenta rodear el jardín, algo que sí logra hacer y llega hasta Cyra.
- Ella es tu hermana, ¿no es así? – le pregunta César cuando llega a su lado.
- Así es, su hija lleva mi nombre – dice la joven, quien llora de alegría al ver que Cole y Ember son felices.
- Como no hacerlo, tu nombre es hermoso – le dice César, mientras pasa su brazo por los hombros de la chica, y la atrae hacia sí.
Así la pareja vio a la familia por un rato, durante ese tiempo Cyra sintió cómo su corazón se iluminaba y una calma se instalaba en el, ya que ella temía que su hermana le guardara rencor por lo que hizo, y al ver que no es así, le hace muy feliz.
Entonces toda la escena frente a ellos comenzó a desdibujarse frente a ellos y antes de que ambos pudieran reaccionar ya no se encontraban en el jardín del palacio de fuego, sino que se encontraban en un hermoso bosque.
- Sean bienvenidos – les dice una voz a sus espaldas y al darse la vuelta ven que hay un hombre detrás de ellos.
- Dios Kaayo – saluda Cyra con una reverencia.
Ante el actuar de su novia, César la imita, haciendo una reverencia más que pésima, que causa la risa del dios.
- No deben de hacer eso, así que levántense – les dice el dios, quien se acerca a ellos, pero toda su atención está en Cyra – hija mía, ¿acaso no deseas que tu hermana y mi guardián sean felices? – le pregunta el dios, causando confusión en la joven.
- Claro que quiero que sean felices – le contesta Cyra de inmediato.
- Entonces sé feliz, ya que en ellos está la incertidumbre sobre tu estado actual y eso es una nube negra en sus vidas – le dice el dios Kaayo, causando que Cyra baje la mirada – Cyra, tú ya sufriste demasiado, tú, que tenías un futuro brillante, futuro que fue truncado por fuerzas malignas, pero a pesar de todo, no dejaste que tu alma se corrompiera, te di una segunda oportunidad porque sabía que lo merecías, enséñales a aquellos que te lastimaron una lección y restriégales tu felicidad, pero ante nada sé feliz por las personas que te aman, ya que tu felicidad es la suya, y no hablo solo de la Reina Ember y el gran Lagarto Cole, también hablo de tus padres, y del joven que está a tu lado, sé feliz por ellos, pero más importante sé feliz por ti, que te lo mereces – le dice el dios Kaayo a la joven, quien vuelve a tomar su forma actual, incluyendo las heridas que se había hecho esa mimas noche.
- Gracias por esta segunda oportunidad, lamento no haberla aprovechado mejor – se disculpa Cyra, a lo que el dios Kaayo la toma de la barbilla y le levanta la mirada con ternura.
- No tienes que disculparte, a mis ojos lo has hecho muy bien, pero siempre puedes hacerlo mejor – le dice el dios, quien cura sus heridas, dejando su rostro como si nada hubiera pasado – ahora tu jovencito, creo que debemos ver esa nariz – le dice el dios a César que hasta ese momento había sido solo un espectador.
- Esto, no es nada – dice el joven quitándole importancia, ya que no quiere que Cyra se sienta culpable.
- ¿Yo hice eso? – pregunta la joven, quien, debido a su estado de shock, no lo había notado hasta que el dios lo mencionó.
- Si pequeña, eres toda una guerra, pero como dijo el joven, no es muy grave – dice el dios, quien toma la nariz de César, curándola al instante – sigue ayudándola, eres muy bueno para ella – le susurra el dios antes de separarse de él – bueno, es el momento de despedirnos, pero antes de que se vayan, Cyra, prométeme que serás muy feliz – le dice el dios con una sonrisa.
- Se lo prometo.
Tras las palabras de Cyra, el dios Kaayo chasquea los dedos, despertándolos de inmediato.