En un mundo devastado por un virus que desmorono la humanidad, Facundo y Nadiya sobreviven entre los paisajes desolados de un invierno eterno en la Patagonia. Mientras luchan contra los infectados, descubre que el verdadero enemigo puede ser la humanidad misma corrompida por el hambre y la desesperación. Ambos se enfrentarán a la desición de proteger lo que queda de su humanidad o dejarse consumir por el mundo brutal que los rodea
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Capitulo 16
Llego al Troncato. El ambiente está cargado, como si el aire mismo supiera lo que está por discutirse. En la cabaña principal están César, Carla y Sergio. Carla se encuentra sentada, con las manos entrelazadas sobre la mesa, perdida en pensamientos. César también está sentado, hablando en voz baja con Sergio, que permanece de pie, frotándose la frente como si intentara disipar una gran carga.
Sobre la mesa principal, un papel ensangrentado llama mi atención de inmediato. Al entrar con Mario, las miradas cambian. Carla me recibe con una sonrisa tenue y se levanta para acercarse.
- Hola, Facundo -suspira, su tono reflejando un cansancio que va más allá de lo físico-. Tenemos que hablar. Seguro Mario ya te comentó algo.
- Solo me dijo que lo acompañara, pero no dio detalles -respondo, mirando de reojo a Mario, quien se mantiene tenso y serio-. ¿Qué está pasando?
El silencio llena la sala. Carla baja la mirada, mientras Sergio aclara la garganta y es el primero en hablar.
- Lo diré sin rodeos -su voz es firme, pero la tristeza se asoma en sus palabras-. El grupo de exploración encontró a Óscar y Franco muertos en su puesto de vigía del norte.
El impacto de sus palabras me deja helado. Franco y Óscar eran padre e hijo, y apenas llevaban unos meses en el pueblo. Los habíamos rescatado César y yo durante una expedición a Bariloche. Franco solo tenía 19 años, y su energía juvenil siempre iluminaba el ambiente. Óscar, con sus 42 años, era un trabajador incansable, alguien en quien confiabas sin dudar. La noticia me golpea con fuerza; eran parte de nuestra familia.
- Los mataron -corrige César, su voz baja pero cargada de rabia. Apreta el puño con tanta fuerza que parece que podría romper la mesa-. Y no fueron infectados.
- ¿Cómo? -pregunto, incrédulo, sintiendo que mi corazón late con una mezcla de enojo y tristeza.
Carla toma un papel de la mesa y me lo entrega con cuidado. Sus manos tiemblan ligeramente. Al leerlo, siento que la sangre hierve en mis venas.
"Queremos a las basuras que mataron a nuestros amigos en el hotel Arrayanes en Bariloche. Sabemos que escaparon hacia el sur. Estos hombres pagaron por culpa de ellos. Sabemos donde está su pueblo. Solo queremos a los asesinos. Tienen tres días para dar su respuesta."
Aprieto el papel con tanta fuerza que termino arrugándolo. La ira me consume, calienta mi cuerpo como una hoguera. La injusticia y el dolor se mezclan, formando una tormenta en mi interior. Estoy a punto de perder el control cuando siento una mano en mi hombro. Es Mario, mirándome con preocupación.
- Entiendo tu dolor... -dice con voz serena-, pero no quiero que te sientas culpable por lo que ha pasado.
Carla toma la palabra, su tono es firme pero quebradizo.
- Debemos decidir qué hacer. Ellos quieren que entreguemos a Nadiya y a ti, Facundo. Pero no pienso aceptar eso.
Sergio interviene, cruzándose de brazos.
- Tenemos armas, arcos, un muro y la ventaja de la altura. Si atacan, podemos defendernos.
Sus palabras suenan seguras, pero el costo de esa defensa es claro para todos.
- ¿Cuántas vidas nos costaría eso? -pregunto en voz baja, sintiendo que cada palabra pesa una tonelada-. Hay niños, como mi hija Inha... No puedo permitir que la maldad de esos hombres toque a mi familia o a cualquiera aquí.
El silencio cae nuevamente, como una sombra pesada. Nadie tiene una solución sencilla.
- Voy a ir -digo finalmente, rompiendo el silencio con una decisión que ya estaba tomada en mi corazón.
Carla levanta la vista, sorprendida.
- ¿Qué dices?
- Voy a buscarlos. No permitiré que este lugar, que tanto hemos trabajado por construir, sea destruido. Y mucho menos dejaré que toquen a mi familia.
Mis palabras son firmes, pero mi corazón late con fuerza. Sé que estoy volviendo a ser el hombre que una vez vagó solo, guiado por la rabia y la supervivencia.
- No, de ninguna manera -Carla se acerca, su rostro lleno de lágrimas-. Facundo, todos aquí somos familia. Nadiya y tú han hecho mucho por nosotros. No puedo permitir que te sacrifiques.
- No voy a sacrificarme -mi voz es dura, casi helada-. Voy a matarlos a todos.
Mis palabras dejan a todos en silencio. Sergio traga saliva, incapaz de ocultar el miedo que le provoca mi determinación. César se levanta lentamente, su mirada fija en la mía. Mario, que había permanecido en silencio, parece sumido en sus propios pensamientos.
- Es una locura -dice Carla, alzando la voz, pero esta se quiebra por el llanto-. ¡Es un suicidio! Eres bueno, Facundo, diria que el mejor de aqui, pero no puedo dejar que vayas a morir así.
- Carla, por favor -mi voz se suaviza mientras pongo mis manos en sus hombros-. Necesito hacer esto. No puedo convertirme en el hombre que quiero ser sin enfrentar las consecuencias de mi pasado. Quiero ser un mejor padre para Inha y un mejor hombre para Nadiya.
Carla cierra los ojos, tratando de contener las lágrimas. Finalmente, César interviene.
- No irás solo -dice, con una sonrisa tenue-. Yo iré contigo, amigo.
- César, no tienes que...
- No voy a quedarme aquí sabiendo que te enfrentas a esto solo. Te debo la vida desde aquel día en el bosque. Es hora de devolver el favor.
Miro a mi amigo y asiento, agradecido. Mario finalmente habla.
- Estoy de acuerdo. Vayan y acaben con esas ratas. Tienen mi voto.
Sergio también asiente.
- Confiamos en ustedes. Sabemos que regresarán.
Carla, sin embargo, no puede contener más sus emociones.
- ¡Váyanse a la mierda! -grita antes de salir del Troncato, sollozando.
Mario va tras ella para intentar calmarla. César coloca una mano en mi hombro.
- Voy a preparar las cosas para el viaje. Ve a casa y habla con Nadiya. Salimos mañana de madrugada, ¿de acuerdo?
Asiento en silencio. Salgo del Troncato con un peso en el corazón, pensando en cómo le explicaré todo a Nadiya.