La joven, cuyo corazón había sido destrozado por la crueldad de aquellos que una vez habían sido sus seres queridos, ahora caminaba por un sendero de venganza. Había perdido todo: su hogar, su familia, su inocencia. La amargura y el dolor habían dado paso a una sed de justicia, que la impulsaba a buscar a aquellos que le habían arrebatado todo. Sin embargo, el destino, que parecía tener un plan propio para ella, nuevamente la pondría a prueba. La joven se encontraría cara a cara con su pasado, y debería enfrentar las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo. ¿Podría encontrar la fuerza para perdonar y seguir adelante, o la venganza la consumiría por completo? Eso solo el tiempo lo diría.
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capítulo 17
"Vamos" dijo su padre mirándola amenazante, Elizabeth se levantó rápidamente y salió de la habitación con pasos firmes, sin decir una palabra. Pero en cuanto estuvo en el pasillo, su instinto le dijo que corriera. "¡Elizabeth, ven aquí!", gritó su padre, pero ella no se detuvo.
Sin embargo, su intento de fuga fue corto. Se detuvo al llegar al jardín de rosas y se dio cuenta de que estaba en el palacio. La realidad la golpeó con fuerza. "No puede ser, ¿Por qué estoy aquí?", dijo sorprendida. Pero no tuvo tiempo de reaccionar. Los guardias la rodearon inmediatamente y la sujetaron rápidamente. Y entonces, sintió un pinchazo en la espalda. Era su padre, que la había alcanzado y tenía una daga.
"No hay donde escapar, Elizabeth", le dijo su padre, apretando la daga. La voz era fría y amenazante, y Elizabeth se sintió atrapada y sin salida. La daga en su espalda le recordaba la gravedad de su situación.
Elizabeth se sintió invadida por el dolor y el miedo. Su padre la estaba amenazando con matarla.
" Vendrás conmigo y harás lo que te digo, ¿Me entendiste?", le preguntó, jalando de su cabello y pone la daga en su cuello. "Si no lo haces sufrirás las consecuencias".
Elizabeth intentó escapar de los brazos de su padre, empujándolo con fuerza. "¡Ya suéltame!", gritó. Su padre la soltó, pero no antes de que una pequeña gota de sangre saliera de su cuello.
Elizabeth intento escapar nuevamente pero fue inútil, rogó desesperadamente por piedad y tampoco lo logro. Se sintió destrozada al escuchar las palabras de su padre. "Ya no hay vuelta atrás. Te casarás con su majestad y si de verdad amas al Oficial, cásate. Si no, cargarás con su muerte... Se dónde está y me encargaré de él". La mención de Henry la hizo temblar de miedo y desesperación. "¡Henry! Matará a Henry", gritó en su interior, sintiendo que su mundo se derrumbaba.
Sus piernas y manos temblaban, y se sintió completamente impotente. Cayó al suelo de rodillas, con el alma en pedazos. No quería sacrificarse de esa manera, pero sabía lo que su padre era capaz de hacer. No podía permitir que le hicieran daño a Henry, aún lo amaba demasiado.
Con una sensación de resignación y desesperanza, Elizabeth se levantó y caminó por el salón vestida de novia, del brazo de su padre. Él se comportaba con una actitud arrogante y soberbia, como si fuera un miembro de la realeza, frente a las miradas de los nobles que los rodeaban.
Elizabeth rogaba en silencio que alguien la ayudara, que alguien la salvara de esa situación tan desesperada. Pero parecía que nadie podía escuchar su súplica, que nadie podía ver su dolor y su miedo.
Las lágrimas comenzaron a fluir por sus mejillas, y ya no pudo aguantar las ganas de llorar. Cada vez que la daga que llevaba al costado de la falda se movía, su padre la apretaba más y más, susurrando al oído con una voz amenazante. "Por tu bien, no lo eches a perder".
La amenaza era clara, y Elizabeth se sintió atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Se sentía como una prisionera en su propio cuerpo, obligada a seguir adelante con un matrimonio que no deseaba, y con un padre que parecía no tener ningún límite en su crueldad.
El reencuentro con su amado está muy próximo