Marta trabaja en un rincón oscuro de la oficina, porque no quiere ser vista. Pero el Presidente Joel del Castillo decide sacarla a la luz, como su mujer.
El es un playboy y ella un ratón de biblioteca. Ninguno de los dos cree en el amor, pero por cuestiones prácticas el necesita esposa y ella... ella no necesita nada de él, ¡pero no consigue quitárselo de encima!
Y así, entre tiras y aflojas, se pasan la vida. Es de suponer que es la clásica historia en la que terminarán juntos pero... ¿y si no?
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Me voy a...
Capítulo 17
Marta se sentía tan avergonzada que empezó a tener ataques de pánico recurrentes, a pesar de los intentos de todos los que la apreciaban por evitarle malos tragos. Sus amigas no la dejaban ver las redes ni las publicaciones y le confiscaron el teléfono, que apagaron debido a las incesantes llamadas de los medios de comunicación. Tal parece que también la llamaba el imbécil de Joel del Castillo pero como es obvio, nadie de su entorno deseaba hablar con él y mucho menos la chica.
El día que la recogieron, entre todos pusieron los medios para sacarla de la empresa sin que fuera detectada. Olga, que era más o menos de su complexión se hizo pasar por ella y salió junto con Leo, al que todos reconocieron como asistente de Joel, así que la prensa desapareció en pos de los dos, mientras que Marta salía con Dácil y la señora García desde el sótano de la Gorgona. De ahí fueron a una habitación de hotel a nombre de su amiga y de esa forma se ocultaron y la mantuvieron fuera del ojo del huracán.
Lo que decía la prensa era lamentable. Todos descargaban las iras sobre la pareja de infieles, eso era cierto, pero Marta quedó como una pobre desgraciada a la que su prometido había traicionado y rápidamente los comentarios empezaron a volverse crueles también con ella, diciendo que obviamente Joel nunca la había querido, que seguramente era una amante más, que si él la había despreciado por otra habría que ver cómo se comportaba en la cama, probablemente era una mujer frígida y sin valor, y por ahí, cada vez los comentarios eran más y peores. En estas lides, no había forma de salir ganando, ni como perpetrador ni como víctima.
Ella, no opinaba ni decía nada. Solo se sentía sofocada constantemente y como si el mundo entero le pesara. Sabía que no era real, que su mente le jugaba malas pasadas, que ella no había hecho nada en realidad por lo que sentirse culpable. Pero era más fuerte que ella. Cuando parecía que empezaba a superar su fobia a las masas y a sentirse el centro de las miradas, la situación la llevó a sentirse como en los viejos tiempos.
Ya se imaginaba siendo señalada y acosada por la calle, empujada, agredida. Tenía miedo, mucho miedo y solo estaba soportando porque tenía a sus chicas cuidándola. Y a la señora García y a Leo que no la dejaban ni a sol ni a sombra. En cuanto podían escaparse de sus labores en la empresa iban a verla y a traerle cosas que necesitaba.
A sus padres no podía verlos porque los tenían vigilados. Habló con ellos por teléfono, engañándolos diciendo que estaba bien, que se lo tomaran con calma y que en esos días decidiría qué hacer. Que le dieran tiempo. Y eso es lo que hizo. Finalmente, se centró lo suficiente como para empezar a tomar decisiones sobre lo que quería y los reunió a todos en el salón.
—Bueno… He estado pensando mucho tiempo, lo que puedo hacer ahora, y lo que creo que me hará bien. Todos saben… -se detuvo un momento como queriendo aclarar ideas. —Todos saben cuáles son mis dificultades y aunque huir de los problemas quizá no es la mejor solución, siento que necesito alejarme de todo esto para sanar lo que tenga que sanar.
—Nadie te juzga por eso, Marta. Lo que decidas hacer estará bien, puesto que es tu vida —soltó Dácil. Los demás decían que sí expresando acuerdo con sus palabras.
—Lo que quiero hacer es marcharme lejos y empezar de nuevo. Hablé ayer con mis padres y me han dicho que se vienen conmigo. Mi padre lleva un tiempo jubilado y quiere un cambio. Mi madre también, así que…
Todos la miraron un poco expectantes. El único que no se sorprendió fue Leo, que de hecho ya le había mencionado que quizá lo mejor era salir del país y empezar su vida en otro sitio. Lo sucedido con Joel la iba a perseguir para el resto de su vida si se quedaba y no era Marta una persona que pudiera enfrentar algo así de manera sostenida, sabiendo que su carácter la llevaba a ser alguien discreta y celosa de su intimidad.
—Si eso es lo que necesitas, adelante. Solo dime en qué puedo ayudarte. —La señora García era la que más rápidamente iba a las cuestiones prácticas. Después de todo su trabajo era precisamente, ocuparse siempre de los pormenores de cualquier asunto.
—Pues necesito poder salir sin ser detectada. Y una vez llegue a donde voy, no deseo ser localizada, nunca. Está claro que eso incluye al señor del Castillo, del que ya no necesito nada, ni una explicación que sobra pues todos vimos lo que vimos, ¿No? —Marta puso una expresión de asco tal, que no requería dar más detalles de lo que pensaba sobre su ex prometido.
Se levantó del sillón para buscar un cuaderno y apuntar sus datos personales. Si iban a ayudarla, tanto Leo como la señora García necesitaban conocer detalles como su número de identificación, nombre completo de ella y de sus padres y otras cosas del estilo.
Quedaron en que elegiría un país al que dirigirse, una vez que Leonardo organizara algunos contactos para ella. Él se encargaría de hacerle una lista de oportunidades laborales, hablando con algunos amigos empresarios que tenían sedes fuera del país. La señora García se encargaría de todo el papeleo y de esconder su rastro, mientras que las chicas organizarían la mudanza de sus cosas y se encargarían de vender el apartamento y enviarle todo a donde quiera que estuviera. Eran muchas cosas y ella lamentaba no poder ocuparse personalmente de la mayoría de asuntos pero en este momento su vida estaba totalmente fuera de su control, y se había convertido en la presa más buscada por la prensa del país entero.
Tomó la decisión también de cambiar radicalmente de imagen y no le importó nada cortar su melena larga y hermosa y teñirla de un rubio platino que la convirtió de inmediato en otra persona. Se miró al espejo y ni ella misma se reconoció. Usó lentillas azules para cambiar aún más su aspecto y probó a maquillarse de manera exagerada tal como vio en los tutoriales de YouTube, de modo que al final, efectivamente no parecía ella en absoluto. También debió variar su estilismo y de eso se encargaron sus amigas.
Mientras todos hacían gestiones para que ella pudiera marcharse cuanto antes, Leo se dedicó a pasar cada vez más tiempo con la chica y ella se sorprendió con su apoyo pues consideraba que él era un amigo cercano de Joel. A ella la conocía apenas. La explicación le llegó una tarde, de su propia boca.
—He sido amigo desde la universidad de Joel. Siempre fuimos un trío, Joel, Daniel y yo. Cada vez que ha cometido un error y créeme que han sido más de los que puedo recordar, hemos estado a su lado. —Leo cambió de posición y se sentó mejor en la silla como si estuviera incómodo con lo que iba a decir. —Pero esta vez siento que ha sido demasiado. No me gusta cuando le hacen daño a alguien que me parece una buena persona y tú lo eres. No te merecías eso.
—Entiendo. Pero él es tu amigo. —Marta bajó la mirada hacia el café humeante.
—No lo sé, Marta. Ya no sé quién es este hombre o en qué se ha convertido. Solía ser una buena persona, pero todos cambiamos con los años y no siempre a mejor. —La cara del chico expresaba un poco de dolor.
—Siento todo esto, Leonardo. Quizá si yo no hubiera aparecido en la vida de Joel, las cosas serían diferentes. Han sido un montón de… una serie de pequeñas catastróficas desdichas desde el inicio —Leo se rió pues entendió la referencia a la película de Johnny Deep. Ella también le sonrió de vuelta.
—Olvídate de culpas. Todo lo que ha pasado ha sido culpa directa de Joel de principio a fin. Tu único “error” fue llegar tarde a tu trabajo un día de lluvia. —Leo puso una cara un poco cómica y Marta río más aún.
—No llovía ese día. Llegaba tarde por un accidente de tráfico.
—Fue lo que faltó, que lloviera sobre tus desgracias, ja ja ja —Él bromeaba tratando de aligerar su tristeza por un rato. —De todos modos, no te preocupes de eso. Ahora mismo estoy enfadado con él. Ya veremos si se me pasa con el tiempo. ¿Ya has decidido a donde te vas?.
Ella lo miró con cara traviesa e hizo un gesto como de redoble de tambores antes de anunciar el país elegido para empezar una nueva aventura. Leo la imitó para que los tambores sonaran más altos, le dijo, mientras hacia el sonido con la boca.
—Me voy a España. En concreto a Canarias.