OCTAVO libro de la serie ENTREGANDO MI CORAZON.
Tal vez muchos no recuerdan sus vidas en la temprana infancia, yo tampoco, pero lo que si recuerdo es que era feliz. No podía relacionar qué, quién o quiénes me daban ese sentimiento; pero si recuerdo que los perdí. Años después volví a ser feliz, pero no era algo duradero. Era un ida y vuelta que me dejaba vacía. En mi adolescencia, supe que buscar ser feliz era un sentimiento que ponía más presión y estrés en mi vida. A mis 18 años, renuncié por completo a esa tonta sensación... Para que, unos años después, poco a poco venga un tipo creído a querer destruir mi bien estructurado credo.
No recuerdo mucho mi temprana infancia, pero si recuerdo una sensación de malestar cuando estaba mi padre. Cuando no estaba él, todo era felicidad. Después, con su partida, fui feliz. Crecí rodeado de personas que me aman y que yo amo con todo mi ser. Crecí siendo sociable, seguro de mi mismo y el terror de los bullys. No me molestaba presionar los boton
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YUE (CAP. 16)
Si alguien me hubiera dicho que en 2 semanas estaría dispuesta a correr un circuito de lodo, comer un sinfín de hot dogs, atrapar un número escandaloso de escarabajos, hacer record en el cambio de pañales y más, lo hubiera golpeado por hacerme perder el tiempo; pero no. No es así. Después de estrechar la mano de Caulder, firmamos con nuestro honor competir en todo y nada. No hay concurso o actividad que no compitamos.
En cierto modo, me gusta.
Sacudo la cabeza y aclaro que me gusta estar activa, no que me guste ese pesado. Porque sí, es un pesado. Y no lo digo porque sea un pesado, sino que gano la competencia de pesados. ¿Cómo lo hicimos? Pues nos pusimos una hora, para irritar a la mayor cantidad de personas. El ganó, así que es el más pesado. Debo decir que quise replicar, ya que él conoce más al resto y sabe que botones presionar; pero no lo hice. No hay excusa que valga, no es de competidores serios estarse quejando.
Todavía no hemos decidido que hacer con mi hoja de vida. Layla y Cruz están ocupados con la guerra del bajo mundo. Ya comenzó la acción y no me dejaron unirme. Entonces, aquí estoy, haciendo una pijama con todos, mientras Caulder y yo estamos iniciando una lucha de almohadas: hombres vs mujeres.
Al menos no puedo decir que es aburrido, pero nunca lo confesaré.
De algún modo, entre tanta competencia, hemos desarrollado una amistad. No diré que es mi primer amigo, sino mi primer conocido por elección.
Ya terminó la guerra, con pocas bajas, heridos y un montón de rescatados. Esta familia está loca, pero es muy buena. Es por eso que ahora estoy en el cuarto de juegos de Layla y Cruz, y me siento como una niña en su primera navidad.
Si, ahora podré tener lo que no pensé que conseguiría: una vida. Mía, una que elija y que no se ve interrumpida. Layla me mostró como hizo con su amiga Resse. Después de tres días, sin competencias, salgo del cuarto sintiéndome una persona con vida propia que no le debe nada a nadie.
Todo comienza con dos huerfanos: Jack Anderson y Merly Gomez. Ellos pasaron toda su vida en distintos orfanatos, no tenían familia y nunca los adoptaron. Entonces cuando cumplieron los 18, quisieron dar su granito de arena, uniéndose a un grupo voluntario que viaja a todas partes pobres a construir casas. Merly está cargando varias tablas, más de las que podía y justo cuando están a punto de ganarle en peso, llega Jack y la ayuda. Fue amor a primera vista y por primera vez sintieron que pertenecían a un lugar. Después de un año se casaron y en uno de esos viajes fueron testigos de la fortaleza de una mujer. Esta sabía que moriría, pero lo haría logrando que su bebé naciera. Después de 23 horas de labor de parto, nació una hermosa bebita de Oriente. Con su último aliento les pidió cuidarla, a su pequeña Yue. Así el matrimonio estaba completo con una hija que los llenaba de felicidad. Ellos no podían tener hijos, porque Merly tuvo una histeroctomia. Le detectaron cáncer de útero. Entonces, la llegada de Yue era un maravilloso regalo de Dios.
