Bertha

Marco estaba en el trabajo cuando vio a una de sus compañeras.

A esta chica le gustaba mucho él, y siempre buscaba la manera de verse a escondidas en cualquier rincón de esa plaza enorme.

Ellos buscaron el lugar más escondido para besarse y hacerse otras cosas, a cambio de dinero. Porque a Ángela le gustaba mucho ese hombre, y, además le sacaba provecho a la situación.

Marco le daba dinero con tal de que ella se dejara manosear.

¿Quieres andar conmigo?, le preguntó Marco.

Sí, al cabo estoy sola, no tengo marido.

Y yo tampoco tengo novia ni esposa, dijo él.

Y así ellos andaban, pero era solo sexo, ella le sacaba todo el dinero que le daba la gana. Si ya de por sí este hombre andaba en la calle de la amargura porque no tenía dinero, y ahora mucho menos, con esta mujer codiciosa y facilota.

A Bertha la veía muy seguido, tratando de que Ángela no se diera cuenta. Marco no mezclaba los sentimientos, era solo sexo en cualquier caso de faldas.

"Mientras ellas quieran", se decía Marco.

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Dos meses después...

Marco aprovechaba cada oportunidad para agarrarle los senos a Ángela y otras cosas. Ella se dejaba manosear a cambio de dinero.

Ellos comían juntos, Ángela a veces le mandaba fotos muy sexis a Marco. Y este parecía disfrutarlo. Las mujeres revoloteaban a su alrededor.

Él andaba con una y con otra. Ninguna le pedía dinero solo Ángela.

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Bertha lo visitaba seguido, había dejado a un lado a Lucca, al parecer, ella estaba enamorada de Marco.

Pero no ocurría lo mismo con Marco, que andaba con cuanta chica se pusiera en su camino, incluyendo a Ángela.

Bertha sabía de eso, pero no le reclamaba nada, ella ya se sentía vieja y comprendía que Marco necesitaba mujeres jóvenes.

Amor, ¿por qué no te vienes a vivir conmigo y así te ahorras de pagar renta?, aquí no te faltará nada.

¿Estás segura de lo que dices?, le preguntó Marco, que no pudo ocultar su desconcierto ante la petición de Bertha.

Sí, pero no te preocupes, tú seguirás siendo libre de hacer lo que te venga en gana. Yo lo hago para que no batalles por dinero.

Gracias, hermosa, está bien, me vendré a vivir contigo.

Bertha acomodó la recámara principal de su casa, y desocupó la mitad del ropero para que Marco se sintiera a gusto.

Obvio, dormirían juntos.

Dos días después Marco se fue a vivir con Bertha. Para celebrarlo, Bertha le tenía preparada carne asada y unas cervezas, además de botana.

Tenía varios años de no ver a sus hijos, a la que veía de vez en cuando era a Cristina.

Una semana después de que Marco se fuera a vivir con Bertha, Cristina fue a visitarla.

Se extrañó de ver a Marco, ¿quién es este hombre?

Es mi pareja, dijo Bertha sin inmutarse.

¿Cómo que tu pareja?, pero si es muy joven para ti, a leguas se ve.

Eso no importa, yo lo amo y lo demás sale sobrando.

Está bien, madre, si así lo decidiste, solo cuídate, dijo Cristina, al fin y al cabo ella era lo suficientemente grande para decidir por sí misma.

Pero Bertha no imaginaba que Cristina le dijera a sus hermanos lo que estaba pasando.

Así que ellos se presentaron varios días después.

Marco estaba en el trabajo, así que no se dio cuenta de nada.

Jonás le reclamó a su madre su "desvergüenza", según él.

Esto no puede estar pasando, madre. Ya estás vieja, ¿por qué te comportas como una quinceañera?

Bájale tres rayitas a tu intensidad, no tengo por qué dar explicaciones a nadie, y menos a ti, eres harina de otro costal.

Eres mi madre, y debo velar por ti.

Yo me sé cuidar sola, no necesito a nadie.

Mamá, ¿por qué nos haces esto?, ¿por qué mejor no te dedicas a tejer como toda anciana normal?

Anciana lo será la más vieja de tu casa... Bertha le dio una cachetada marca Acme.

Jonás se tocó la mejilla que se estaba poniendo roja.

En eso llegó Marco, entró silbando.

¿Dónde está la más hermosa de las mujeres?, preguntó.

Jonás lo oyó y de inmediato lo encaró.

¿Cómo te atreves a venirte a vivir con mi madre?, casi tienes mi edad.

¿Quién eres?, preguntó Marco.

Soy Jonás, el hijo de Bertha. Y de una vez te advierto que no voy a permitir esto. Así que te largas en este momento.

Bertha intervino...

Esta es mi casa, y aquí se hace lo que yo diga y entra el que a mí me dé la gana. Y tú, hijo, no eres bienvenido, Marco es mi pareja y aquí se queda.

¿Prefieres a este desarrapado, que a mí que soy tu hijo?

Eso lo dijiste tú, no yo.

Bueno, después de esto no esperes que vuelva a venir.

Pues tú sabrás, aquí todos son bien recibidos, siempre y cuando no se metan con Marco.

Ay, mamá, estás mal, pero allá tú.

Jonás salió azotando la puerta.

¿Qué fue eso?, preguntó Marco.

Una rabieta de mi hijo, quiere que viva sola y amargada, pero no se le va a hacer, faltaba más.

Ellos decidieron que ya no vendrían más, y, aunque me duele no pienso rogarles. Ellos saben que tienen una madre, así qie si vienen o no, eso es su problema.

Bueno, amor, olvídate de todo y vamos a lo nuestro.

Bertha no se hizo del rogar, al poco rato ya estaban en la alcoba dándose amor y otras cosas.

A ella le valía cinco que sus hijos no estuvieran de acuerdo con que tenga en su casa a Marco. Pero ella decidía sobre su vida y sus acciones, nadie más, ni el mismo Papa.

Así era la vida de Bertha, por lo pronto se había calmado, ya solo era de Marco. Aunque Lucca le llamaba varias veces, ella se negaba a hablar con él

Lucca le daba su espacio, porque él también se paseaba con otras chicas.

Todos eran muy modernos. Tomaban de la vida lo que les daba.