Irika Bilbao es una hermosa muchacha que oara llegar a Estados Unidos, tuvo que viajar vestida de hombre, pues en el barco donde iba de polizón, existían rumores que las mujeres eran sometidas y obligadas a bajezas, todo por conseguir el famoso ''Sueño Americano'', tras la muerte de su mejor amigo, entra al programa de protección de testigos.
Constantine es un capitán de la Policía de Miami, viene de una familia de tradición policiaca y militar. Su novia es asesinada por miembros de una pandilla de ilegales y ahora busca venganza.
¿Qué pasará cuando este par se conozcan?
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Probando tu piel.
Es fin de semana y Constantine decidió ir a la granja, visitaría a su Mamhó y de paso vería a Irika, quien cada día invadía sus pensamientos.
Tomó las llaves de uno de sus vehículos, condujo hasta un parking de varios pisos, dio vueltas, como quien busca donde estacionar, entró a un área privada, luego bajó por las escaleras de emergencia que que conectaban los cuatro niveles del parking. Sabía que estaba siendo vigilado. Se subió a la furgoneta de Edson, que siempre pasaba desapercibida por lo vieja que es. Se puso lentes oscuros y una gorra. Con una pajilla en la boca, condujo de manera tranquila hasta salir del lugar, pasando por delante de los dos hombres que lo mantenían vigilado.
Poco tiempo después, tomó la Interestatal, que lo llevaba a la granja Dunne. Tres horas después, ingresaba por el largo camino de árboles que lleva a la casa. Al estar cerca, parqueó a un costado de la casa e ingresó por la parte de atrás, donde sabía que iba a encontrar a su abuela y a los demás.
Efectivamente, en el lugar, estaban sentadas, disfrutando una taza de café, Candece, Irika y Lisbeth, la mamá de Evon.
El pequeño Cassius estaba viendo un programa en la TV.
- Oh, mi nieto a venido a visitarme. - Candece utiliza el sarcasmo.
- Claro Mamhó, siempre quiero verte. - utiliza el mismo tono sarcástico, observa a las mujeres presente - Señora Shakur, - luego mira a Irika - Irika, ¿cómo están? - pregunta sin desprender la mirada de esta última.
- ¡Muy bien!
- ¡Bien!
Respondieron las dos mujeres que se hallaban sentadas alrededor de la isla de la cocina.
- ¿Podemos hablar? - esta vez se dirige directamente a Irika.
La hermosa chica de cabeza casi rapada, asintió colocándose de pie para seguir al griego.
Cuando salieron por la puerta trasera, Constantine tomó la delicada mano de Irika, sorprendiéndola por aquel gesto. Caminaron por el camino que los llevaba al viejo granero, allí le tendió la mano para que se sentara junto a él en uno de los pilones de paja.
Irika se sentó junto al hermoso hombre de piel bronceada. Su corazón latía desbocado, pues sus sentimientos florecían cada que lo miraba o tenía cerca.
Estaba enamorada, se enamoró desde el momento mismo que lo miró por vez primera. Se reprendió así misma, porque no era una buena circunstancia y su corazón se había apreciado a sentir algo tan sublime y hermoso, en el peor de los momentos.
- ¿Cómo te has sentido aquí en la granja? - pregunta para romper el silencio.
- Muy bien, Mamhó es muy buena conmigo, y ahora con Lisbeth y Cassius, es más ameno todo. - responde ella mirando al suelo.
Constantine tomó su barbilla y elevó su bello rostro, los grandes ojos negros de la chica, se posaron en los miel de él.
- Quiero que siempre me mires, no me gusta cuando esquivas mi mirada. - le reprocha.
- Lo siento, es que me pones nerviosa. - lo último lo dijo en voz muy bajita, provocando una leve sonrisa en él.
- Me gusta que te sonrojes así por mí. - le dice, sosteniendo aún su barbilla, mientras pasa su dedo pulgar por el labio de ella - Maldita sea, eres tan hermosa.
Sin poder resistir más, su boca tomó la boca de ella, quien al principio quedó congelada, pero segundos después, comenzó a corresponder el beso. Sus brazos delgados, rodearon el cuello del hombre que le gusta, del hombre del que se ha enamorado.
El beso se vio interrumpido por el llamado del pequeño Cassius. Se separaron muy a su pesar y soltaron una sonrisita cómplice.
- Creo que Mamhó, no quiere profanaciones en su viejo granero. - bromea el serio Constantine - Ven, vamos antes que venga y me saque por la oreja.
Volvieron a casa tomados de la mano, pese a que Irika trató de soltarse. Cuando ingresaron a la casa, Candace se percató de que ambas manos estaban entrelazadas, cosa que le sacó una sonrisa disimulada.
- Ya la cena está, deben alimentarse bien, chicos. - les dice con una sonrisa afable.
Pronto todos estuvieron sentados alrededor de la mesa, para degustar de la deliciosa comida.
Después de la cena, era obvio que Constantine se iba a quedar en la casa, debido a la hora. Todos fueron a sus respectivas habitaciones, a descansar. El griego no podía dormir, daba vueltas en la cama, recordando el beso que se dio con Irika más temprano. No aguantó más, se levantó y abrió la puerta con sigilo. Se escabulló entre las penumbras de la noche, hasta llegar a la habitación donde sabía que se hospedaba la morena.
Al llegar a la puerta de la habitación, tomó el picaporte, con cuidado lo giró comprobando que no tenía seguro, sonrió ante aquello, por su buena fortuna.
Ingresó a la habitación y con la luz de la luna entrando por la ventana, divisó la silueta delgada de Irika. Al acercarse, se dio cuenta que solo llevaba puesto una camisilla y unas bragas pequeñas de color blanco. Cierta parte de su cuerpo reaccionó ante aquella imagen, donde estaba semi boca abajo y parte de su trasero estaba expuesto.
- Madre mía, Irika me vas a matar. - susurró.
- No quiero que te mueras, a menos que sea de pasión. - habló la chica, levantando la cabeza y mostrando una sonrisa coqueta.
Constantine se subió a la cama y gateó hasta donde ella estaba, subiéndose sobre ella, la miró fijo con una media sonrisa.
- Eres preciosa. - habló cerca de sus labios, su aliento de menta y tabaco, invadió sus fosas nasales.
- Tú también eres hermoso. - le dijo ella, lamiendo su labio inferior.
Sin más resistencia, unieron sus bocas dando rienda suelta al deseo que los invitaba a unirse.
Descendió a su pecho, dando besos y leves mordiscos por encima de la camisilla, que la hacían gemir muy quedo. Bajó hasta el abdomen, lamiendo, besando y mordiendo, aquella zona. El cuerpo de Irika, reaccionaba ante todo aquel estímulo que le estaba proporcionando el sexy hombre de piel bronceada.
Constantine enderezó su tronco, quedando entre las piernas de Irika, puso sus manos en ambas caderas de ella, tomando entre sus dedos, los laterales de las bragas para sacarlas, ella levantó un poco sus caderas para que él pudiera sacar aquella prenda que estaba estorbando.
Una vez fuera, volvió a inclinarse con la intención de saborear la fruta de la pasión que tanto quería devorar.
Irika, había probado la intimidad, pero con Constantine se sentía todo diferente, nuevo. Ese hombre si que sabía usar el órgano del habla.
- Ooh, me vas a volver loca. - decía en voz baja y entre gemidos.
No pudo aguantar hasta alcanzar el clímax, lo necesitaba ya en su interior, haciéndolo levantarse, rápido se puso el protector y entró de una sola. El interior cálido de la morena, lo abrasó al punto de casi ebullir.
En un vaivén desbordante de pasión, se entregaron durante toda la noche. Esa noche sellaron un acuerdo de pertenecía mutua donde ya no podrían volver a estar con alguien más.
Ambos son fuego vivo, actores de un destino que debía unirse, para resurgir y mostrar que a veces el amor, juega de maneras misteriosas.
es obvuo que alguiek del departamento de policia le ayuda a zeze
si duda de irika la perdera y puede que llegue otro y le de la confianza que el no le da por dios es su esposa por algo se caso con ella