Soy Bárbara Pantoja, cirujana ortopédica y amante de la tranquilidad. Todo iba bien hasta que Dominic Sanz, el cirujano cardiovascular más egocéntrico y ruidoso, llegó a mi vida. No solo tengo que soportarlo en el hospital, donde chocamos constantemente, sino también en mi edificio, porque decidió mudarse al apartamento de al lado.
Entre sus fiestas ruidosas, su adicción al café y su descarado coqueteo, me vuelve loca... y no de la forma que quisiera admitir. Pero cuando el destino nos obliga a colaborar en casos médicos, la línea entre el odio y el deseo comienza a desdibujarse.
¿Puedo seguir odiándolo cuando Dominic empieza a reparar las grietas que ni siquiera sabía que tenía? ¿O será él quien termine destrozando mi corazón?
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Vergüenza personificada.
La puerta del apartamento se abrió sin previo aviso, y Elena, la mejor amiga y colega de Bárbara, entró al espacio común con su habitual energía despreocupada.
—¡Barbie! Vine a ver cómo estabas después de ayer... —se detuvo abruptamente al entrar a la cocina y ver la escena frente a sus ojos.
Ambos se congelaron en el acto, girando lentamente hacia Elena como si hubieran sido atrapados robando un banco. La escena frente a sus ojos era de todo menos esperada. Dominic, con el torso desnudo y en ropa interior, estaba de pie junto a la cafetera, mientras Bárbara, igualmente despojada de ropa y apenas cubierta por una frazada, buscaba algo en el refrigerador. Ambos con expresiones que oscilaban entre la sorpresa y la pura vergüenza.
—¿Qué demonios estoy viendo? —preguntó Elena, parpadeando repetidamente mientras dejaba caer su bolso al suelo.
Dominic y Bárbara se miraron mutuamente como si esperaran que el otro tuviera una respuesta brillante. Finalmente, Bárbara fue la primera en hablar.
—¡Esto no es lo que parece! —exclamaron Bárbara y Dominic al unísono, aunque su aspecto comprometedor contaba una historia diferente.
—¡Exactamente! —añadió Dominic, levantando las manos como si estuviera bajo interrogatorio.
Claudia cruzó los brazos y los miró fijamente, su expresión escéptica imposible de ignorar.
—¿Ah, no? Entonces explícame por qué mi mejor amiga y el doctor más atractivo del hospital están en ropa interior en la cocina de uno de ustedes, con el suficiente aire de intimidad como para parecer recién casados.
Bárbara cerró el refrigerador de golpe y se cubrió mejor con la frazada, sonrojada hasta las orejas.
—¡No pasó nada! —dijo rápidamente, lanzando una mirada suplicante a Dominic.
Él, por su parte, no parecía particularmente apurado en defenderse. En cambio, se inclinó contra la encimera, cruzando los brazos y lanzándole a Elena una sonrisa despreocupada.
—Es cierto, no pasó nada. Aunque debo admitir que anoche fue una experiencia... interesante.
—¡Dominic! —protestó Bárbara, girándose hacia él con una mezcla de vergüenza y enojo.
Elena miró a ambos, claramente divirtiéndose con la situación.
—Bueno, esto es algo que no me esperaba al venir. —Se acercó y tomó una manzana de la mesa, mordiéndola mientras continuaba—. Aunque tengo que decir que estoy impresionada. Siempre pensé que eras más del tipo "poco emocionante", Bárbara.
—¡Elena! —repitió Bárbara, cubriéndose aún más con la frazada mientras lanzaba una mirada de muerte a su amiga.
Dominic, divertido, decidió intervenir antes de que las cosas se salieran de control.Dominic, que ya estaba acostumbrado a manejar situaciones tensas en el quirófano, se apoyó en la encimera y sonrió despreocupadamente.
—Elena, ¿verdad? —dijo, extendiendo una mano hacia ella—. Soy Dominic, el vecino de Bárbara y, aparentemente, su inesperado compañero de desayuno.
Ella estrechó su mano, evaluándolo de pies a cabeza con una mirada descarada.
—Oh, sé quién eres, Dominic. Nos hemos cruzado más de una vez en el hospital, aunque nunca pensé que terminarías aquí... en estas circunstancias.
Bárbara no pudo soportarlo más.—Elena, ¿qué haces aquí? —le susurró entre dientes, lanzando miradas nerviosas hacia Dominic.
—Vine a ver cómo estabas después de la borrachera de anoche. Pero, sinceramente, creo que estás mejor de lo que esperaba.
—¡No es lo que piensas!
Elena alzó una ceja, claramente disfrutando de la situación.
—Entonces explícame por qué tu guapo vecino y colega está medio desnudo en tu cocina, y tú apenas estás cubierta por una frazada.
—Es complicado, ¿de acuerdo? Me emborraché, él me trajo a casa, me cuidó y… eso es todo.
—¿Eso es todo? —Elena se inclinó hacia ella, sus ojos brillando de curiosidad—. ¿Y no pasó absolutamente nada?
—¡Elena, cállate! —gritó, tomando a su amiga del brazo y arrastrándola hacia su habitación.
—¡Oye, oye! Suelta, que estaba empezando a disfrutar esto.
Ya en la sala, Bárbara cerró la puerta detrás de ellas y se giró hacia Elena, completamente roja.
—¡No pasó nada! ¡Deja de sacar conclusiones ridículas!
Elena arqueó una ceja.
—Ajá. Entonces explícame por qué ambos están medio desnudos en la cocina como si fueran recién casados en su luna de miel.
Bárbara suspiró, pasándose una mano por la cara.
—Me emborraché anoche. Dominic me trajo de vuelta, me cuidó y eso es todo.
Elena la miró fijamente por un momento antes de estallar en risas.
—Dios mío, Barbie. Eres un desastre, pero esto es lo más divertido que he visto en mucho tiempo.
Desde la cocina, Dominic levantó la voz, claramente escuchando toda la conversación.
—Elena, ¿quieres café? Parece que Bárbara necesitará uno fuerte para sobrevivir esto.
Bárbara negó con la cabeza enfáticamente.
—Nada.
Elena suspiró dramáticamente.
—Bueno, eso es decepcionante. Pero tengo que decir que estoy un poco celosa. Si yo tuviera un vecino como Dominic, haría lo imposible por hacer que algo pasara. Es muy dulce.
—Es un demonio vestido de oveja.
—¡Pero bien que quieres que ese demonio sea todo tuyo y te ponga a gozar amiga!
Bárbara estaba a punto de replicar cuando Dominic apareció en la puerta de la habitación con tres tazas de café.
—Aquí tienes. —Le tendió una taza a Elena antes de darle otra a Bárbara, sus ojos encontrándose por un breve momento.
Elena aceptó la taza con una sonrisa.
—Gracias, Dominic. Aunque debo decir que estoy un poco decepcionada de que nada haya pasado entre ustedes.
—¡Elena! —gritó Bárbara, claramente al borde de perder la paciencia.
Dominic, sin embargo, se limitó a sonreír.
—Bueno, quién sabe lo que pueda pasar en el futuro. Tal vez si la señorita no está tan borracha. No soy de los que abusan de desvalidos.
Bárbara se atragantó con su café, mientras Elena soltaba una carcajada.
—Me gusta este chico —dijo Elena, señalándolo con su taza—. Barbie, deberías quedártelo.
—¡Por el amor de Dios, Elena, vete ya! —protestó Bárbara, empujándola suavemente hacia la puerta, luego de ver cómo se tragó el café.
Elena se despidió con una sonrisa burlona y salió del apartamento, dejando a Bárbara y Dominic solos nuevamente.
El silencio que siguió fue incómodo, pero Dominic finalmente lo rompió.
—Tu amiga tiene una gran personalidad.
Bárbara suspiró, dejando caer la cabeza hacia atrás en el sofá.
—Lo sé. Y no te preocupes, ella no dirá nada en el hospital.
Dominic se sentó a su lado, dejando su taza sobre la mesa.
—No estoy preocupado. Aunque debo admitir que fue un poco divertido verla intentar sonsacarte información.
Bárbara lo miró con incredulidad.
—¿Divertido? Fue humillante.
Él sonrió y se inclinó ligeramente hacia ella.
—Bueno, al menos no puedes decir que tu vida es aburrida.
Ella no pudo evitar reír suavemente, aunque su rostro seguía ardiendo de vergüenza.
—Supongo que tienes razón.
Dominic la miró por un momento, su expresión volviéndose más seria.
—Bárbara, de verdad, gracias por confiar en mí anoche. Sé que probablemente no fue fácil para ti.
Ella lo miró, sorprendida por el cambio en su tono.
—Gracias a ti por cuidar de mí. Realmente me duele la cabeza.
Por un momento, el ambiente entre ellos cambió, volviéndose más íntimo. Pero antes de que algo más pudiera pasar, Cleo y Max entraron corriendo en la sala, maullando insistentemente.
Bárbara suspiró, rompiendo la tensión.
—Creo que es hora de alimentar a los gatos.
Dominic sonrió y se levantó, dirigiéndose hacia la cocina.
—Déjame ayudarte.
Mientras ambos se ocupaban de Cleo y Max, Bárbara no pudo evitar preguntarse qué significaba realmente su relación con Dominic. Aunque todavía estaba llena de dudas, no podía negar que había algo entre ellos, algo que iba más allá de ser simplemente buenos vecinos.