A veces, la vida nos juega una mala pasada. Nos hace probar el dulce néctar del amor, para luego arrebatárnoslo como si fuera una burla. Ésta historia le pertenece a ellos, aquéllas dos almas condenadas a amarse eternamente, Ace e Isabella.
—¿Seguirás amándome en la mañana?.
—Toda la vida, mi amor...
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Capítulo 16
Désde que supe que mí amada estaba embarazada, comencé a preparar todo.
La habitación del bebé.
Comprar su ropita, pañales, zapatitos... Todo.
Comencé a trabajar más para poder tener un mejor ingreso pero, aún así, nunca descuidé a mí mujer.
Estuve ocupado, sí.
Pero, no importaba.
Isabella estaba cargando a mí bebé en su interior, así que mi trabajo era asegurarme de que tanto ella como el bebé, estuvieran cómodos y seguros.
Comencé a madrugar para poder prepararle el desayuno a Isabella antes de irme.
Al trabajar más tiempo, no podía estar cuando ella se despertaba, así que me aseguré de que cada que ella despertara, su desayuno estuviera servido.
La acompañé a cada cita médica.
También fui con ella a las clases de padres primerizos.
Leí libros sobre pedagogía infantil.
Aseguré cada rincón de la casa para que mí bebé no se hiciera daño cuando aprendiera a gatear.
Compré muchos juguetes. Pero, lo que más compré, fueron vestiditos de princesas.
No sé lo he dicho a mí mujer pero, realmente espero que el bebé sea una niña.
Una pequeña princesa.
Mí princesita bonita.
He visto como el cuerpo de mí preciosa mujer fue cambiando poco a poco.
Su vientre ahora estaba hinchado.
Sus pies también.
Comía mucho y lloraba aún más.
Sus hormonas estaban tan alborotadas que Isabella lloraba por todo.
Peleaba por todo.
Y volvía a llorar.
Mentiría si dijera que no era agotador pero, no importaba.
Yo no sé lo que se siente cargar a un ser humano en tu interior, debe ser incómodo, molesto, pesado.
Por lo que los cambios de humor de mí amada, son normales.
Yo, como su pareja, debo intentar que todo sea más fácil para ella.
No quiero que mí preciosa Isabella se sienta incómoda.
Hoy se cumple el sexto mes de embarazo.
Así qué ahora mismo, estoy llevándole un ramo de flores a mí mujer.
Girasoles, sus favoritos.
Si llora, al menos quiero que sea de felicidad.
Al llegar a casa, ella estaba sentada en el sofá, viendo una serie mientras acariciaba su enorme vientre.
Me escuchó llegar, así que rápidamente volteó.
Sus preciosos ojos violetas se iluminaron al verme, y se humedecieron al ver el ramo de flores en mí mano.
Me acerqué a ella, abrazándola.
—Shh... Cálmate, reina mía, no debes llorar por tonterías. –Sonreí, besando cada una de sus lágrimas–.
—¡E-Es culpa del embarazo! –Se defendió, haciéndome reír–.
—Lo sé, preciosa, lo sé... –Tomé su rostro en mis manos, observando cada detalle de ella, sus ojos, pestañas, nariz, labios, mejillas, toda ella era perfecta–.
Sequé suavemente sus lágrimas.
—Te traje flores, amada mía... –Le entregué los girasoles y, una vez más, comenzó a llorar–.
—¡No puedes hacerme ésto! ¡Soy muy sensible y lo sabés! –Lloró, abrazándome–. Pero, aún así, me gustan mucho... –Sollozó en mí pecho–.
Mis manos comenzaron a acariciar su largo cabello.
—Lo sé, cariño, sé que te gustan. –Deposité un suave beso en la punta de su nariz–. ¿Cómo se encuenta mí bebé hoy? –Pregunté, arrodillándome a la altura de su vientre–.
Isabella secó sus lágrimas, sentándose en el sofá para estar más cómoda.
—Está bien, hoy no me hizo vomitar. –Me informó, mientras enterraba su rostro en los girasoles, sintiendo su aroma–.
Asentí, acariciando su vientre.
—Eso es bueno... –Le dí un besito a su vientre–. Eres una buena princesita, ¿Verdad?. Sí lo eres... Sí lo eres... Una niña tan buena que no molesta a mami cuando papá no está... –Comencé a hablarle a mí bebé nuevamente, me encantaba hablar con mí hija, ella es mí mundo–.
—Deja de llamarla princesita, aún no sabemos si es niña, podría ser un príncipe~. –Comentó Isabella, mientras acariciaba mí cabello, pero negué–.
—No es un niño, reina mía, es una niña. Una princesita, estoy seguro. –Afirmé con seguridad–. La princesita de papá.
Ella enarcó una ceja, observándome.
—¿Cómo estás tan seguro? –Indagó, pero me mantuve en silencio–. Espera... ¡Ace! ¡¿Acaso le preguntaste a la obstetra el género de nuestro bebé?! –Exclamó molesta–. ¡Se suponía que debía ser una sorpresa!
Suspiré y me senté a su lado, atrayendola para que estuviera en mí regazo.
—Lo siento, hermosa. –La abracé, ocultando mí rostro en la curva de su cuello–. No pude resistirme, realmente no quería esperar nueve meses para ser el género de nuestro bebé... –Expliqué, depositando suaves besos en su piel–. Por favor no te molestes conmigo...
—¡Claro que voy a molestarme contigo! ¡Se suponía que debíamos enterarnos al mismo tiempo y tú ya lo sabías! –Sus preciosos ojos violetas se humedecieron nuevamente–. Y la llamas princesita todo el tiempo... –Sus lágrimas caen–. ¿E-eso quiere decir que...? –Su voz se corta–.
Limpié sus lágrimas y asentí.
—Sí, amor mío, es una niña, nuestra hermosa princesita.
Ella comenzó a llorar aún más al enterarse del género de nuestro bebé de éste modo.
Puedo entender su enojo, habíamos planeado rebelar el género en el baby shower pero, no podía esperar tanto.
Abracé a mí mujer, calmándola suavemente.
—Shh... Calma, estoy aquí, te tengo... –Susurré, acariciando su espalda–. No debes ponerte así, reina mía, llorar tanto no es bueno para el bebé. –Le expliqué–.
Luego de unos minutos, cuándo finalmente se calmó, Isabella acariciaba su vientre.
Como si estuviera asimilando que iba a ser madre de una niña.
—Entonces... ¿Una niña? –Volvió a preguntar, y yo asentí, llevando mí mano hacia su vientre, acariciando–.
—Así es, cariño, una niña. –Afirmé–.
—Yo quería varón... –Murmuró, y le di un apretón suave en su cadera–.
—No digas eso, amada mía, nuestra princesita puede oirte. –La regañé, luego me acerqué a su vientre–.
—No escuches a tu mamá, princesita mía, ella está loca. Papá te ama porque eres mí princesita bonita. –Susurré a mí hija–.
—¡Ey! ¡Deja de poner a mí hija en mí contra! –Me dió un suave golpecito en la frente, haciéndome reír–.
—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Me rindo! –Reí, acurrucándome con mí mujer–. Deberíamos pensar en un nombre...
Nos quedamos en silencio pensando en posibles nombres para nuestra hija.
—Un nombre... ¿Qué opinas de <
—No me gusta... –Respondió, mirando su vientre–. Mm... –Trarareó–. Me gusta <
La observé, pensando un momento.
—¿Amelia? –Repetí y ella asintió–. Es lindo... –Acaricié el vientre de mí mujer–. Nuestra princesita, nuestra Amelia...