Una pareja de esposos adoptan a una niña que según los lugareños es hija de una bruja. Se la quitaron a la mala y ella ha jurado que regresará del más allá a vengarse.
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Esquizofrenia
Buenas tardes, doctor, mi nombre es Sanjuana Domínguez, le hablé ayer.
Sí, pase. ¿Cuál es su problema?
No se trata de mí, doctor.
¿Entonces?
Juanita sacó el frasco con el sedante que él le había recetado a Yaqui.
Doctor, ¿por qué le recetó alucinógenos a Yaqui?, ¿eso en que le ayuda?
El doctor casi se atraganta con lo que dijo Juanita.
¿De dónde sacó que yo le receté alucinógenos?
Vea lo que contiene el frasco.
El doctor puso una muestra en el microscopio, y lo checó detenidamente.
Es verdad, pero yo no receté esto. Debe de haber un error.
Es lo que estaba tomando Yaqui, por eso alucinaba, pero de un tiempo acá ha mejorado mucho.
Esto es muy extraño, ¿de quién sospecha?
No tengo idea, doctor.
¿Acaso el esposo de ella la ha querido volver loca?
Tal vez, pero necesitamos pruebas, no se puede acudar a nadie sin pruebas.
¿Debo dar parte a la policía?
Aún no, vamos a ver cómo se desenvuelven los hechos.
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Luisa dejó dormida a Alejandra y fue a hacer una visita nocturna.
"Ya te habías acostumbrado a vivir bien, y eso no puede ser, por eso te voy a cambiar tu medicamento, no me conviene que estés bien".
Yaqui dormía plácidamente, por eso no se dio cuenta de nada.
Juanita también dormía, después de su visita al doctor Cortés, llegó tan tarde a la casa que solo checó que Yaqui estuviera dormida y se fue a su cuarto.
Luisa le puso el líquido en el agua de la jarra, le sirvió un vaso y se fue por donde vino, por la ventana.
Media hora después Yaqui despertó y vio el agua en el vaso y se la tomó, pero tenía una sed exagerada, y se tomó otro vaso lleno de agua.
La jarra había quedado con menos de la mitad de agua.
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Los vecinos de una colonia privada vieron cómo una casa se incendiaba.
Llamaron a los bomberos, pero cuando estos llegaron, ya era demasiado tarde. La casa estaba convertida en cenizas.
Cualquier persona o animal que estuviera dentro, automáticamente, quedaría convertido en cenizas.
Al interrogar a los vecinos dijeron que los dueños se habían ido de viaje, dejando solo a la niñera y a la niña.
De seguro murieron, dijo uno de los vecinos.
Yo no vi que saliera alguien de ahí, la casa se veía sola.
Pero la señora y su esposo se fueron de viaje, dijo otro vecino, yo salgo temprano todos los días a trabajar, y los vi irse con dos maletas. Iban solo ellos dos.
Todos los mirones se sintieron consternados, algunos lloraron al pensar en la niña, que muerte tan trágica.
Lo más triste es que no supieron dónde localizar a los padres de la niña.
"Caso cerrado".
En cuanto regresen se darán cuenta de todo.
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Eran las tres y media de la madrugada, la noche oscura no dejaba ver nada.
La luna parecía esconderse en la terrible oscuridad.
Yaqui corría por un sendero desconocido. En su vida lo había visto. Su carrera parecía no acabar nunca. De vez en cuando volteaba hacia atrás.
Algo la perseguía, pero no lograba distinguir nada em la noche. Parecían unos ojos luminosos. Yaqui sentía mucho miedo, como si alguien quisiera verla asustada.
De pronto detuvo su alocada carrera, casi topa con un ataúd, negro como la misma noche.
Estaba muy asustada, pero a la vez, una fuerza descomunal la obligaba a asomarse hacia el interior del mismo.
Yaqui se resistía, pero algo la arrastraba. No, se decía.
Entre queriendo y no, destapó la caja.
Al asomarse a ver qué había adentro, un asombro desfiguró su rostro.
Eugenio, su esposo, yacía ahí, al parecer le habían sacado los ojos, y al mirar más a fondo, parecía que le habían cortado los genitales. Era algo tan monstruoso que Yaqui no pudo evitar correr y vomitar a unos cuantos pasos.
Pero al hacerlo, algo se movió en el suelo cubierto de maleza.
Un par de ojos estaban esparcidos por el suelo.
Y otros órganos, por su apariencia parecían ser de su esposo.
"Él debe morir, el fuego todo lo arrasa".
La voz sonó dentro de su cabeza. Ella sacudió su cabeza como tratando de borrar lo que escuchaba.
Pero, la voz seguía resonando en su interior.
"¡No! ¡Déjame! ¡Ya cállate!"
Yaqui se cubrió los oídos con ambas manos, la voz no dejaba de sonar.
"¡Basta!, ya no quiero oír nada". ¿Por qué nadie viene a ayudarme?
Eugenio, ¿qué hiciste mal?, ¿por qué yo tengo que castigarte?"
"¡Auxilio, sácame de este lugar! Todo aquí es tinieblas, la luna no está, y no hay estrellas, las nubes cubren todo el cielo. Yo no soy culpable de nada. ¿Por qué me persiguen?"
Yaqui veía ese cuerpo en el ataúd, y le dolía porque era su esposo, y aunque él casi no le hacía caso, lo amaba más allá de la vida, y más allá de lo que sus ojos pudieran ver.
"No te vayas esposo mío. No me abandones en este lugar sombrío".
Ahí se quedó Yaqui viendo a su esposo, tenía mucho miedo, desde que era una niña el miedo vivía con ella, su mente siempre pensaba en el miedo, a ella jamás la habían enseñado a defenderse. Yaqui decía que sentía que alguien le hablaba al oído. Desgraciadamente, sus padres no le hacían caso, y ella sufría mucho por tantas injusticias.
Hasta que una tía la llevó al doctor y él le dio el diagnóstico, "esquizofrenia", tiene que venir cada mes para seguir llevando un control.
Pero los padres de ella estaban muy ocupados como para hacerle caso a una niña caprichosa, según decían ellos.
La enfermedad de Yaqui seguía en aumento, y ahora era su esposo el que la tenía, prácticámente, encerrada en su cuarto.