Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Dieciseis
Habían terminado de limpiar y se disponían a irse. Cuando Naomi recordó algo.
_ Julio, casi lo olvido. Acompáñame a mi taller, por favor. - la tomó de la mano y la condujo hasta el lugar. Cuando llegaron él quedó asombrado por todo lo que había dentro.
_ ¿Tú hiciste todo esto? - comenzó a observar de cerca los objetos.
_ Sí ¿Te gusta?
_ Es maravilloso, eres muy talentosa. Deberías poner un negocio fácilmente, podrías vivir de esto.
_ Es lo que me han dicho ¿De verdad, crees que funcione?
_ Sí, por supuesto que sí. Con algo de publicidad y un lugar estratégico. Claro que funcionará. El único problema es que como harías para reponer tus productos.
_ Pues, haré más. Esto es algo que puedo hacer incluso a ciegas.
_ ¿De verdad? - la mujer asintió sonriendo - ¡WOW!
_ Cuando venda la casa, búscame un depósito en donde pueda guardarlo, por favor. Hasta que pueda armar mi negocio.
_ Mientras tanto puedes guardarlo en casa. Un depósito te costará mucho dinero. Billetes que no necesitas perder, si podemos llevarlo a casa. Haremos lugar, no te preocupes.
_ Gracias - se abrazó a él - No sé como podré agradecer todo lo que haces por mi.
El hombre pensó que nada de lo que hacía por ella, era suficiente para resarcir lo que le había hecho. Él fue el causante de que su vida se arruinara así.
_ Será mejor que nos vayamos, muero de hambre - la mujer sonrió y salieron del lugar.
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Los días pasaron y Rodrigo estaba cada vez más confundido. La deseaba quería estar con ella y ella le correspondía, pero pesaba sobre él, el hecho de que le estaba mintiendo. Quería decirle la verdad, decirle quien era él y lo que había hecho. Pero temía perderla, si continuaba como Julio, tal vez, solo tal vez ella podría no odiarlo tanto. No sabía que hacer, se maldijo por haber buscado estar a solas con ella aquel día. Sí no lo hubiera hecho, los dos se habrían quedado con la duda. Pero ahora él sabía que ella lo deseaba también, eso lo volvía loco.
Intentó mantenerse alejado de ella, pero ella comenzó a mostrarse cada vez más cariñosa y atenta con él.
Rodrigo había estado todo el fin de semana afuera. Así que Naomi ese día lo espero hasta muy tarde. Ella estaba sentada en la cocina bebiendo un té. Escuchó el auto estacionar. Se paró junto a la mesa y oyó la puerta.
_ ¿Julio?
Él la vio, lo estaba esperando sintió que su corazón se derretía.
_ Sí, soy yo - se acercó a ella y tomó su mano - ¿Qué haces despierta tan tarde?
La mujer lo abrazó hundiendo su cara en su pecho.
_ Que bueno que ya estás aquí. ¿Me creerás si te digo que te extrañé mucho?
_ Claro que sí, yo también te extrañé - acarició su espalda mientras la abrazaba. Se moría de ganas por besarla y meterla a su cuarto. Ella acarició su pecho y subiendo hacia su mandíbula, quería que la besara, podía sentirlo. Se encorvó un poco y tomó sus labios con los suyos. Naomi se estiró hacia arriba y se sujetó de la solapa de su chaqueta. Se dieron un largo y sereno beso. La voz de su madre los interrumpió.
_ Hijito ¿Eres tú?
_ Sí, mamá soy yo. Vuelve a dormir - le dijo en voz alta para que lo escuchara.
Ambos rieron, él tomó su rostro con ambas manos y le dio un beso corto.
_ Ve a descansar. No quiero que te desveles por mí.
_ Está bien. Que descanses - le dio otro beso y fue a su cuarto.
Al día siguiente, Rodrigo creyó que sería el primero en levantarse, pero su madre ya estaba levantada. Estaba en la cocina haciendo el desayuno, cuando él entró se dio la vuelta y puso una taza de café sobre la mesa.
_ Siéntate - dijo la mujer en tono muy serio. El joven se sentó cauteloso, su madre estaba por regañarlo - ¿Dime qué cuernos, estás haciendo Rodrigo Gael Solís? - Lo llamó por su nombre completo evidentemente, estaba muy molesta.
_ Shh, te puede oír.
_ No te atrevas a callarme - lo golpeó dos veces en la cabeza con la servilleta - Te vi anoche ¿Qué crees que estás haciendo? ¿No te bastó con lo que hiciste? ¿Quieres causarle más dolor?
_ Tú sabes lo que siento por ella, te lo dije.
_ Una cosa es sentir y otra muy distinta llevarlo a cabo. Te dije que no te involucraras. Y ese beso de anoche, la forma en que ella te tocó. No fue el primero - sus ojos se encendieron de rabia - ¿Qué hiciste, Rodrigo? ¿Qué hiciste, muchacho idiota? - lo volvió a golpear. Esta vez en el brazo.
_ No hice lo que tú piensas. ¿Y tú por qué andas viendo como la gente se toca?
_ No te pases de listo conmigo - su tono enojado cambió por uno totalmente acongojado - ¿No te das cuenta de lo que estás haciendo? Dijiste que solo cuidaríamos de ella hasta que recuperará la vista y que después íbamos a desaparecer. ¿Cómo crees que terminará, sí se entera quien eres tú? Y si no es así ¿Piensas enamorarla y luego abandonarla?
_ No lo sé - meneó la cabeza - ¡Diablos!, golpeó la mesa - No lo sé. Solamente sé que estoy loco por ella. Tal vez, si le demuestro que la amo, cuando le diga la verdad, no me odie - agachó la cabeza con tristeza. Su madre se la acarició de forma compasiva.
_ Ay, hijo mío. Quisiera poder hacer algo por ti - se paró junto a él y lo abrazó - No debí permitir que la trajeras a casa. Ella no es culpable de nada. Pero será la que más sufrirá en todo esto.
Los días pasaron, Rodrigo había hecho de todo para evitar a Naomi. Al principio, ella no se dio cuenta, pero poco fue notando que evitaba quedarse a solas con ella. Él estaba en el patio trasero. Como la obra donde trabajaba había parado unos días. Él decidió arreglar algunas cosas pendientes en la casa, se encontraba pintando la pared.
_ Hola, Julio - se acercó con cuidado. Él al verla la tomó de la mano y la guio hasta un asiento - ¿Cómo está quedando?
_ Creo que bien. Se ve mejor - ella sonrió y él sintió que su corazón se sacudía. Amaba su sonrisa.
_ Estela y Pablo llegarán pasado mañana. Me dijo que ya tiene comprador para la casa.
_ Que bueno. La señora Estela es maravillosa.
_ Sí, lo es - hizo una pausa - Así que pronto podré ir a mi nuevo hogar.
El hombre no dijo nada. Se quedó parado en silencio mirando la brocha que tenía en la mano.
_ ¿Hice algo malo, Julio? - su pregunta lo descolocó
_ No ¿Por qué lo dices? - se acercó.
_ Te he notado distante últimamente. Me has estado evitando. No soy tonta.
_ No es eso, es solo que he estado pensando en lo que acabas de decir, cuando te vayas ya casi no nos veremos.
_ Lo sé, yo también lo he pensado - agachó la cabeza - Es extraño, me gustaría poder decir que fue bueno mientras duro, pero ni siquiera empezó. Sin embargo, siento que pudo haber sido muy hermoso.