Leya es obligada por su madrastra a casarse con el hijo de los Foster, Edgar.
El joven de 33 años se esconde del mundo después del engaño de su futura esposa.
Sin embargo Leya descubre la verdadera identidad de Edgar...
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16: Sarah, la hermana mayor
Unos días después, ella daba el paso apresurado entre toda la gente del aeropuerto. Las lentes de sol y su peinado dorado entre el aire le daban una imagen impresionante. Su forma de vestir y su maleta parecía una extranjera rica que buscaba disfrutar del país. Pero Sarah Foster no era ninguna extranjera.
Sus padres le pidieron a su chófer ir a buscarla y cuando salió de ese enjambre de turistas, se encontró con un hombre apoyado en un auto negro con un cártel en sus manos.
—¿Señorita Foster?
— Encantador como siempre Kevin a pesar de que ya tengo más de cuarenta.
—Es la costumbre señorita —sonrió—.
La mujer dejó que el chófer subiera su maleta al maletero mientras ella subía al auto.
Cuando el chófer subió, la miró por el espejo.
—Sus padres estarán felices de verla.
—Tendrán que esperar. -suspiró- llévame a ver a Edgar.
—Como deseé.
El hombre arrancó y ella continuó con su teléfono.
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—Edgar enserio, ¿No crees qué estando en casa no necesito estar tan arreglada?
— Es para acostumbrarte. Además mírate, ese vestido te queda hermoso —sonrió mientras comía una barra de cereal apoyado en la puerta — Quédate con ese.
Leya suspiró. Extrañaba estar con sus jeans rasgados que Edgar tiró a la basura.
— No entiendo porque tenías que hacer eso. Mi ropa aún servía.
— No, qué horror, en estos seis meses debes comportarte cómo una señorita real.
Leya bufó.
—Lo qué quieres es ejercer control sobre mi.
—Por supuesto qué no, sólo te estoy dando consejos. Tú puedes hacer lo que quieras.
— Quiero vestirme como estaba.
—Menos eso. Todo lo demás si.-rió- pero no soy un mandón eh?
—Ya... -leya torció su boca en forma sarcástica -... Oye dame un poco de eso — le señaló —.
—No. Consiguete el tuyo.
Leya se acercó a él.
—Solo un mordisco...venga...
—Esta bien, pero sólo si me das un beso.
—Eso no se vale.
—Venga... Estoy esperando.
Edgar se tocó con el dedo la mejilla, poniéndola en frente de Leya.
—Oye... si vas a ser así entonces...— giró para mirarla y Leya acabó besándolo en los labios.
Leya no sabía porque, pero actúo inconcientemente, deseando hacerlo.
Edgar estaba desprevenido, y se sintió nervioso. Sus corazones parecían estar de acuerdo a latir fuerte juntos.
Leya se negaba a estar sintiendo algo por Edgar, desde que pensó qué el podría no estar sabiendo exactamente que era lo qué sentía por ella, pero disfrutaba estar con él y con la excusa de ayudarlo, podía hacer de las suyas aunque al final solo quedara en un juego.
Leya se alejó de él y abrió los ojos.
—Ahora sí, ¿no?-sonrió-
Edgar quedó serio. Y estiró su mano hacia ella.
— Tómalo.
Leya agarró la barra de cereal y le dió un mordisco. Edgar tragó saliva.
La puerta principal fue golpeada varias veces fuertemente. Ambos desviaron sus miradas y Edgar se dirigió a abrir la puerta mientras se pasaba su lengua por los labios saboreándose. Leya mientras, quedó en su habitación juntando la ropa y poniéndola en el armario.
Edgar abrió la puerta calmado y pensando en lo que había sucedido minutos antes de haber sido interrumpidos.
—¿Si?
Ella sonrió y se sacó los lentes con encanto.
—¿Interrumpo algo?
Edgar abrió los ojos sorprendido y le dedicó una sonrisa.
—¡Sarah!
—Hermanito. Me alegra verte.— Le dió un abrazo fuerte mientras miraba hacia dentro de la casa sujetando la maleta —.
suerte ...
..para no ir allí.