Una noche entre los brazos de Nicolás Thompson, cambiará por completo la vida de Anna Brown.
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La escoba se averió.
Pov. Anna.
Son las tres de la madrugada y siento que la puerta se abre, aun así nadie entra, lo que me resulta extraño.
— Señora Anna, soy Dante, ¿puedo seguir?, traigo conmigo al señor Nicolás.
— Dame un segundo. — Me levanto rápidamente de la cama y me coloco un abrigo. — Ya puedes seguir.
— Veo entrar a Dante, con un Nicolás, evidentemente ebrio que parece más un bulto que un ser humano.
— ¿Dónde lo dejo? — Pregunta Dante.
— En el sofá. — Respondo rápidamente.
Nicolás, como puede levanta la cabeza aún apoyado en Dante, y me encara.
— Lo ves, no me quiere como esposo, pero si se adueña de mi cama. — Dante, niega con la cabeza, y Nicolás prosigue. — Ni lo sueñes muñeca terrorífica, esto es una sociedad conyugal, cincuenta por ciento de la cama es tuya y la otra mitad es mía ¿Así o más claro?
— Ni pensarlo, fuiste tú quien insistió en que me quedará aquí, asume las consecuencias.
Dante, déjalo en el sofá. — Digo en forma demandante.
— Ves estimado amigo, tú la defiendes y dices que es el destino, yo personalmente considero que es el karma el que la cruzo en mi camino. Que no te engañe su cabello rubio y sedoso, detrás de ese par de labios que te invitan a besarlos, solo hay Veneno, es una víbora, ni hablar de esos ojos color miel, que de miel solo tienen el nombre, porque son un par de dagas afiladas que solo quieren cortarte la yugular en el menor descuido. Créelo amigo, parece princesa, pero aquí entre nos, es la bruja del cuento. — Dice esto último en un susurro, lo miro incrédula.
— Señor, es mejor que cierre la boca y se quede en el sofá.
— Ganaste, Cruela. — Me mira con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados. — Mientras, Dante lo obliga a caminar hacia el sofá, lo acomoda y luego camina hacia la salida.
— Señora, si no desea que sufra un resfriado cúbralo con una manta, eso en caso de que no quiera castigarle, yo lo castigaría si fuera usted. — Sale y cierra la puerta. Doy un largo suspiro y me cruzo de brazos, es increíble.
Me acerco y aunque dudo de si hacerlo o no, me puede más la conciencia, me agacho y quito sus zapatos, luego busco en el gabinete, tomo una manta, vuelvo al sofá y lo cubro. Suspiro una vez más y voy a la cama.
— Creí que te gustaba más borracho. — Me dice y cuando pienso en responder, él da inicio a una sinfónica de ronquidos, creo que ya no podré volver a dormir.
...***...
Es de mañana, lentamente abro los ojos. En vista de que no me puedo mover, esta vez no me sorprendo, parece que quiere tomarlo por hábito, su cuerpo me tiene inmovilizada, Intento salir de su abrazo, pero más se aferra a mí, el fuerte olor entre su perfume y el alcohol que ingirió la noche anterior, llega a mis fosas nasales produciendo que mi estómago reaccione, así que soy más brusca para poderme levantar, aun así no funciona.
— ¡SUÉLTAME! — Grito al borde de la desesperación.
— ¿Qué, Qué sucede? — Dice en voz baja mientras cubre sus oídos con ambas manos. — No grites, me duele la cabeza. — No le presto atención y corro al baño.
He vomitado tanto que considero que hasta mi alma ha quedado en el retrete. Una vez he terminado, lavo muy bien mi boca y me sumerjo en la bañera, no quiero salir y volver a sentir ese olor, solo de recordarlo vuelven las ganas de vomitar. Decido salir, únicamente porque me queda poco tiempo para ir al aeropuerto. Tomo una bata de baño y voy en busca de mi ropa, ya que por la prisa no la busqué antes de ingresar al baño.
— ¿Qué haces? ¿Puedes dejar de moverte por toda la habitación generando sonidos molestos? ¿Qué no ves que me estoy muriendo? — Dice Nicolás, evidentemente adolorido, debe tener una gran resaca.
— No te preocupes, voy a volar a los Ángeles, en un avión, ya que la escoba se averió. — El sarcasmo en mi voz es evidente.
— Lo dicho, estás loca, ¿De qué demonios hablas? — No le respondo, en lugar de eso, tomo el control del sonido y coloco opera a todo volumen, bueno, no tanto, la idea no es que me saquen a patadas del hotel, solo lo suficiente para agravar su dolor de cabeza.
Se levanta molesto y camina hacia mí.
— Dame eso, Anna. — Su mirada es desafiante.
— No. — Me encojo de hombros.
— Anna, entregalo por las buenas.
— ¿Y si no se me da la gana, qué?
— Tú lo pediste. — Se acerca a grandes sancadas.
— ¡Detente ahí, es una orden! — Le digo señalándolo con el dedo índice. — Para mi sorpresa se detiene. — No puedo esconder una sonrisa triunfal que se dibuja en mis labios, lastimosamente se borra cuando lo veo arquear una ceja y abalanzarse sobre mí.
—Te voy a dejar claro quien manda y quien obedece. — Me abraza tratando de inmovilizar mi cuerpo para quitarme el control.
— Tu olor...
— ¿Qué? — Continúa en su cometido sin darme tregua.
— Hueles a... — Suelto el control y corro al baño. Otra vez a vomitar, por más que hago fuerza ya no hay mucho en mi estómago.
— ¿Estás bien? — Pregunta Nicolás recostado al marco de la puerta del baño, mientras yo respiro profundo para estabilizar mi respiración; Una vez lo hago le hablo.
— Aléjate de mí, no soporto tu olor, jamás en mi vida alguien me resultó tan desagradable. — Lo veo entornar sus ojos sorprendido, levanta el brazo y huele su axila.
— No, no soy yo, y no creo que el olor del alcohol de para tanto. — Dice frunciendo el Ceño.
— Tu perfume, odio tu perfume.
— Entiendo. — Relaja un poco su rostro. — Es el embarazo.
— ¿Podrías bañarte y tirar esa ropa?
— Seguro.
— ¿Lo harás? — Lo miro de forma desconfiada.
— Sí — Afirma.
— ¿Así no más? ¿Sin discutir?
— ¿Si lo hago, me dejas dormir? — Asiento con la cabeza.
— Entonces sí.
— Trato hecho, esposo — Tonta Anna ¿por qué dices eso?
...***...
Nota autora:
Espero no me maten por la hora, pero cumplí 😬
ojalá les halla gustado ¡Nos leemos mañana! 🥰😘