en manos del mafioso , Emily escapó de una relación mala, cerro su corazón del amor, ahora estaba preparandose para su nuevo trabajo, sin saber lo que el destino le preparó
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capitulo 16
Emily clavó el tenedor en un trozo de fruta con más fuerza de la necesaria.
—No es un juego,Luca. Esto no es mi hogar. Es una prisión de lujo. Y no pienso acostumbrarme.
La sonrisa de Luca se desvaneció un poco,y dejó los documentos a un lado.
—Entiendo que estés enfadada.Pero mientras los Moretti crean que eres un punto débil, esto no es una prisión, es un fuerte. Y los fuertes se construyen para proteger, no para encerrar.
—¿Y cuándo dejaré de ser tu punto débil? —preguntó Emily, con la voz cargada de escepticismo—. ¿Cuando hayas eliminado a toda la familia Moretti? ¿Cuando te aburras de mí?
Los ojos de Luca se enfriaron.
—No es aburrimiento lo que siento por ti,Emily. Y lo sabes.
La intensidad de su mirada la hizo bajar la vista hacia su plato. El desayuno, antes apetitoso, ahora le resultaba pesado. Tragó saliva y decidió cambiar de táctica.
—Necesito ir a trabajar.Hoy tengo una presentación importante.
—Tus cosas ya están en el coche—dijo Luca con calma, tomando un sorbo de café—. Te llevo yo.
—¿Tú?¿El gran jefe de la mafia haciendo de chófer?
—El gran jefe de la mafia—repitió él con una sonrisa sardónica— asegurándose de que su mayor inversión llegue sana y salva a su destino.
Emily resopló, pero no dijo nada. Sabía que discutir era inútil.
El trayecto en su lujoso coche fue en silencio. Emily miraba por la ventana, viendo cómo la ciudad normal y corriente pasaba fuera, un mundo del que ahora estaba desconectada. Luca conducía con una mano en el volante, la otra apoyada en la palanca de cambios, ocasionalmente lanzándole miradas laterales que ella sentía como un peso.
—No tienes que hacer esto —dijo ella finalmente, sin mirarlo—. Tus hombres pueden llevarme.
—Mis hombres son competentes,pero yo soy el más motivado —respondió él en un tono que no admitía réplica.
Cuando el coche se detuvo frente a su edificio de oficinas, Emily puso la mano en la manija.
—Gracias por el viaje—dijo con frialdad—. Ahora, por favor, no entres. No quiero más espectáculos.
—Como quieras,pequeña —asintió Luca, aunque su sonrisa decía que no pensaba obedecer del todo—. Pero recuerda, habrá un hombre en el vestíbulo todo el día. No salgas sin él.
Emily salió del coche sin despedirse, sintiendo su mirada en la espalda hasta que las puertas giratorias del edificio la tragaron.
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El día en la oficina fue una lucha constante entre la concentración en su trabajo y la conciencia de la sombra de Luca sobre su vida. Cada notificación del teléfono la hacía estremecer, cada persona desconocida que pasaba por su campo de visión le provocaba un sobresalto.
A la hora del almuerzo, recibió un mensaje de Sophia: «¿Sigues viva en la mansión del señor tenebroso?»
Emily sonrió con amargura y respondió: «Sí. Es tan lujoso como opresivo. Él mismo me trajo al trabajo.»
La respuesta de Sophia fue inmediata: «¿En serio? Vaya, eso sí es servicio personal. Cuidado, que esos detalles acaban gustando.»
Emily apagó la pantalla del teléfono. No quería admitir que, en el fondo del caos y la invasión, había un destello de algo… ¿protección? ¿Preocupación genuina? Lo ahuyentó de inmediato. No podía permitirse confundir el control con el cariño. Ya había cometido ese error una vez.
Por la tarde, durante su presentación, notó una figura alta y familiar de pie al fondo de la sala, apoyada contra la pared. Luca. Había ignorado su petición. La rabia le ardía en el pecho, pero también una extraña sensación de seguridad que la enfurecía aún más. ¿Por qué su presencia tenía que sentirse tan… bien?
Al terminar, se acercó a él con paso firme.
—Te dije que no vinieras.
—Y yo te dije que te protegería—replicó él, sin inmutarse—. Fue una presentación excelente, por cierto. Aunque estabas un poco tensa.
—Imagina por qué—espetó ella, pasando por su lado.
Él la siguió por el pasillo.
—Los Moretti no son un juego,Emily. Un descuido de un segundo es todo lo que necesitan. No voy a dárselos.
Esa noche, de vuelta en la mansión, la tensión entre ellos era palpable. Emily cenó en silencio en su habitación, negándose a compartir otra comida opulenta con él. Luca no insistió, pero su presencia se sentía en cada rincón de la casa, como un eco constante.
Más tarde, llamó suavemente a su puerta.
—Emily.
—¿Qué quieres,Luca?
—Abre la puerta.Por favor.
Con un suspiro exasperado, Emily abrió. Él estaba allí, sin chaqueta, con el cabello ligeramente despeinado. Sostenía una pequeña caja de madera.
—¿Qué es eso?—preguntó ella, con desconfianza.
—Algo que era de mi madre—dijo él, abriendo la tapa. Dentro, sobre terciopelo azul, descansaba un pequeño colgante con forma de pájaro, sencillo pero elegante—. Ella decía que traía suerte a quien lo llevaba. Quiero que lo tengas tú.
Emily miró el colgante y luego a él. No había arrogancia en sus ojos, solo una oferta genuina, vulnerable.
—No puedo aceptar esto,Luca.
—Por favor—su voz era casi un suspiro—. No como un símbolo de propiedad. Como un… talismán. Para que sepas que, pase lo que pase, mi única intención es que estés a salvo.
Emily observó el colgante, luego sus ojos. El muro de su resistencia se resquebrajaba lentamente, y eso la aterraba más que cualquier amenaza de los Moretti. Extendió la mano y tomó la caja.
—Gracias —murmuró, sin poder decir nada más.
Luca asintió, una sonrisa leve y genuina tocando sus labios por primera vez en lo que ella recordaba.
—Buenas noches,Emily.
Cuando la puerta se cerró, Emily se quedó mirando el pequeño pájaro plateado en su mano. Sabía que aceptarlo era un punto de no retorno. Y, por primera vez, no estaba segura de querer dar marcha atrás.