Una alma tranquila puede llegar a oscurecerse después de perder a una de las personas que más se ama. Dusan Leonardi vive lidiando a diario aquel atormentado pasado que lo persigue, que llegó a desatar aquella bestia que intenta sobrepasar todos los límites, y que solo ella puede domar.
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[16]: ¿Me amas?
...ESME...
—¿Está Dusan? — me despojo de mis gafas al entrar a la mansión de Dusan.
—Sí, pero se encerró en su cuarto esta mañana, diijo que no quería interrupciones o se molestaría.
—No creo que se moleste conmigo; soy su novia, aparte que tengo mi mano para plasmarle una buena cachetada si es necesario.
Subo las escaleras, aproximándome a la puerta que no demoro en abrir.
—Buenas tardes, Mr. Idiota... — las palabras se atoran en mi garganta al fijarme en su buen marcado y cuidado cuerpo sin camisa y vistiendo solo un bóxer—. Creo que llegué en un mal momento. Te dejo para que te vistas...
—Acababa de bañarme, pero no te vayas. Sabes que disfruto de tu compañía. ¿O es que tienes miedo de tenerme casi desnudo?
Entre risas cierro la puerta, acercándome a la orilla de su cama.
—Yo no le tengo miedo a nadie ni a nada. Pero vístete, necesitamos hablar.
—Yo también necesito hablar contigo; se trata de Daphne. Percibo acerca de una vinculación con mi hermana; Violet, pero no sabría decirte qué. Quisiera pensar que Violet está viva por alguna parte del mundo, pero al mismo tiempo sería ilusionarme con algo de lo que no estoy seguro.
—¿Y qué harás?
—Eso es lo malo; me siento perdido. Si te soy sincero, tengo miedo de lo que puede llegar a pasar— sus grandes dedos acarician mis mejillas, hasta levantar mi mentón—. Tengo el presentimiento de que podrían atentar contra ti. Si te sucede algo, yo no sé qué haría...
—Lo más seguro en esta vida es la muerte, Dusan — le sonrío, entrelazando nuestras manos.
—¿Prometes nunca faltarme?
—Prometo nunca soltarte. Vayas dónde vayas iré, siempre y cuando no cometas una estupidez que me molestaré. Dicen que en el único lugar donde hay la felicidad absoluta es en el paraíso que hay luego de la muerte; así que prometo que si no somos felices en esta vida, lo seremos en la otra. Quita esa cara, Dusan, no me voy a morir — antes de caminar a la puerta me detiene con un agarre de brazo.
—Te amo.
—Dusan... — trato de disimular lo ruborizada que me ha puesto.
—¿Y tú? ¿Me amas? Nunca me lo has dicho.
—Claro que sí.
—Claro que no. ¿Me amas?
—¿No te lo he demostrado con hechos?
—Me hacen falta las palabras — con calma y sutileza baja la cremallera de mi vestido, hasta dejar caerlo a mis tacones y dejándome con una lencería azul que deja mucho a la imaginación.
Se muerde el labio, sin dejar pasar de vista cada parte de mi cuerpo.
—Usted me debe algo, Srta. Esme — besa mi boca, con pausas tortuosas que me dejan con ganas de más—, ¿lo recuerda?
Acaricia mi espalda casi desnuda, subiendo al broche de mi sostén para librarme de él, dejándolo caer a mis pies al igual que al vestido.
—Te deseo con la misma intensidad con la que alguna vez te detesté — susurro, sintiendo su agarre en mi cintura para subirme a horcajadas en él.
—Bienvenida al infierno dónde arderemos juntos, Srta. Howard.
