Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 7.2
Corro a mi coche, ansioso por llega antes de que la luz se corte. La casa está cerca pero no alcanzó a doblar la esquina para saber que la luz se ha ido. No porque se haya cortado, sino porque un camión atraviesa el asfalto. Mi corazón late desesperado, rezo para que mi niña no se encuentre entre los heridos.
Llego hasta las inmediaciones que me aparten de la casa de mi gatita y un oficial me detiene.
—Lo siento, no puede pasar —dice estoico.
—Mi casa es la que está ahí —señalo, el tipo me mira y veo que contiene la respiración— ¿Que pasa oficial?
—¿Vive con usted una chica joven? —pregunta y solo basta escuchar eso para que baje del coche.
—¡Emma! —grito sabiendo que no puede escucharme, desesperado por saber que se encuentra bien mientras el oficial me sigue por detrás, gritándome cosas que no alcanzo a escuchar— ¡Emma! —vuelvo a gritar, sé que no obtendré respuesta, pero me detengo al ver junto al camino que irrumpe el camión unos papeles.
Sigo la línea de hojas y veo un zapato, el que llevaba esta mañana. Jadeo y corro hacia donde está el zapato para tomarlo y seguir gritando, llamándola a pesar de que no me escucha. Veo como en la trompa del camión presenta una gran marca ensangrentada que indica que la chica de mis sueños ha sido atropellada.
Mi cuerpo cae, soltando un grito agónico al saber que mi chica no está bien, al saber que no cumplí con la promesa que le hice a su padre de cuidarla, al saber que no se si está viva o...
Busco con desesperación al oficial que me había detenido, encontrándolo casi detrás de mí. Corro hasta su posición, lo tomo de su chaqueta sintiendo la desesperación ocupar su lugar.
—¡Dígame que mi mujer está bien! —pido a gritos.
—Lo... lo... Siento —dice.
—¡NO! —grito soltándolo, cayendo al suelo, maldiciendo a los Dioses por tener el valor de alejarme de ella.
—¡Señor! ¡Señor! —escucho que me llaman, levanto la mirada y me encuentro con otro oficial— una muchacha fue llevada a la clínica con heridas graves y un fuerte traumatismo craneal.
—¿Cual clínica? —pregunto, casi arrastrándome hacia sus pies.
—La cañada —responde y a tropezones me levanto para correr a mi coche, ponerlo en marcha y regresar a la universidad.
Rápidamente me adentro a mi departamento, me doy un baño y me cambio de ropa. Salto a mi coche notando que pasaron diez minutos y mientras conduzco a la clínica hago la llamada más dura de mi vida, Franco.
Su teléfono repica, pero me salta al buzón, supongo que está muy ocupado con su padre, decido esperar a legar a la clínica y ver cómo se encuentra mi mujer para después hablar con él.
En la clínica me anuncian que está siendo operada, el choque hizo que una de sus costillas quebrara y afectaran un pulmón mientras que también presenta un traumatismo craneal que va a requerir de reposo y varios días de internación. Todo eso sin contar que tiene una fractura en su pierna derecha.
Con ese pronóstico solo me dedico a desfilar por la sala de urgencias, esperando a obtener un diagnóstico favorable luego de su operación. La espera se hace larga.
Sigo llamando a mi amigo hasta que al fin contesta.
—Lo siento Michael, tenía mi teléfono descargado —dice y tengo que contener las lágrimas.
—Franco —digo con un hilo de voz—, es Emma.
—¿Qué pasa con mi pequeño tesoro? —pregunta y quiero patearme las bolas, como si el accidente fuera una clara señal del destino de que lo nuestro es imposible.
—¿Puedes venir a la clínica la cañada? —pregunto y siento que mis ojos arden, reprimo un sofoco.
—¿Estas bien? —su voz ahora suena preocupada.
—Si, pero Emma...
La línea se corta y suspiro. Se que no hace falta muchas palabras de mi parte para decirle que la he cagado, que rompí mi promesa de cuidar su tesoro. Ese tesoro que ahora está en una mesa quirúrgica con múltiples traumatismos y que ni yo sé si saldrá bien.
La culpa me invade, desde un principio sabía que no debía dejarme llevar por el fuerte deseo que despista en mí, pero me deje llevar. Nos dejamos llevar y rompimos las reglas de la naturaleza para cumplir con nuestro deseo egoísta. Ahora ella es la que paga el precio.
No puedo dejar de caminar, esperando ansioso por saber que está bien, que a pesar de mi daño ella saldrá de ésta. Me detengo cuando escucho un griterío que me lleva a levantar la mirada y dirigirla hacia dónde viene dicho bullicio.
Franco.
—¡Donde está mi hija! —grita. Corro a su encuentro— ¡Maldito! ¡Te pedí que la cuidaras!
—¡Lo sé, perdón! —grito dejando que me de él primer golpe y los que siguen porque siento que merezco ese dolor.
Una hora después, y luego que un tipo de seguridad me sacara a mi amigo, suegro, de encima, estamos en la sala de curación.
—Te pedí que la cuidaras y termina aquí ¿Qué le hiciste? —ya más calmado me pregunta y no puedo verlo a la cara cuando respondo.
—El karma —murmuro.
—¿Que mierda? —dice.
—Salió de la universidad y al parecer cuando se dirigía a casa la choco un camión, no me perdono el no haberle pedido que me esperara —digo, sintiendo el dolor que me causa saber que ella está padeciendo.
—¿Que dices? —se altera y levanto la mirada— ¿Que la choco...? —corta sus palabras y gime ahogado— ¡Idiota! ¡Pensé que tú le habías hecho algo malo!
—Pero...
—¿Dónde está? ¿Como se encuentra?
—No lo sé, estaba en operación cuando llegaste —murmuro sin comprender su cambio.
—Se que mi niña es una guerrera fuerte y que esto solo será un mal rato, haberlo dicho antes, idiota —dice y se levanta para acercarse a la mesa y hablar con una enfermera.
Lo veo volver, pero su mirada ahora es distinta. Si antes quería matarme ahora luce como queriendo matarme, revivirme y volver a matarme. ¿Qué le habrá dicho la enfermera?
bueno a sujetarse los pantalones y la otra la bombacha 🤭