*Hola debido a unos errores, los capítulos borrafos de la historia no se eliminan pero si quieren leer la historia pueden empezar desde donde dice "|1|" Gracias por el apoyo *
Katherine, una universitaria tranquila, se ve envuelta en una apasionada relación con Areu, un misterioso joven italiano con un carácter fuerte. Tras una noche intensa, sus vidas se entrelazan, pero Areu guarda oscuros secretos que podrían destruir lo que están comenzando a construir. Mientras la atracción entre ellos crece, él lucha por protegerla sin revelar su peligrosa verdad. ¿Podrá Katherine enamorarse de alguien cuya vida está llena de sombras?
NovelToon tiene autorización de Scarlet Ortiz para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
|8|
...[Sorpresa]...
La conversación en el café fluyó más fácil de lo que esperaba. Areu tenía esa manera de mirarme que hacía que las palabras salieran solas, como si nos conociéramos desde hace años y no solo desde una noche inesperada. Hablamos de todo: música, películas, sus viajes y mis ganas de abrir mi propia agencia de marketing algún día. Cada vez que se reía de algo que decía, sentía un cosquilleo recorriéndome el cuerpo. No podía negar que me gustaba más de lo que quería admitir.
Cuando terminamos nuestros cafés, no me moví de la silla. Sabía que la cita no terminaba ahí. Desde nuestra última llamada, Areu había mencionado que tenía una sorpresa preparada para mí después del café, pero no soltó ni una pista. Solo me dijo que confiara en él. Y aquí estaba, intentando no parecer demasiado ansiosa mientras esperaba que él hiciera el siguiente movimiento.
—¿Lista? —preguntó con esa sonrisa que ya empezaba a reconocer como su forma de esconder algo.
Asentí, sintiendo cómo la emoción crecía en mi pecho. Caminamos hacia su auto, sus dedos entrelazados con los míos de una manera que me hacía sentir segura y, al mismo tiempo, un poco nerviosa. ¿Qué podía ser esta sorpresa? No era alguien que se dejara sorprender fácilmente, pero con Areu, las cosas siempre parecían impredecibles.
El viaje fue tranquilo, aunque la expectativa me tenía con el corazón acelerado. Areu ponía su lista de reproducción, canciones suaves que hacían que el silencio entre nosotros no fuera incómodo, sino reconfortante. Cada tanto me lanzaba una mirada de reojo, como si intentara leer mi mente.
—¿Estás nerviosa? —preguntó finalmente, con una sonrisa ladeada.
—Un poco, —admití, riendo—. No sé qué esperar de ti, Areu.
—Eso es lo divertido, —respondió, guiñándome un ojo antes de volver su atención a la carretera.
Después de unos minutos, nos detuvimos frente a un edificio antiguo que nunca había notado antes. Era de esos lugares que parecen tener historias guardadas en sus paredes. Areu apagó el motor y me miró con esa chispa en los ojos.
—Ven, —dijo simplemente, saliendo del auto y rodeando para abrirme la puerta.
Entramos al edificio, y aunque sabía que había una sorpresa esperándome, no estaba preparada para lo que vi. La puerta crujió suavemente al abrirse, y lo primero que noté fue el aroma a madera antigua mezclado con un toque dulce en el aire. Pero cuando cruzamos el umbral y mis ojos se acostumbraron a la luz tenue, me quedé sin aliento.
Las paredes estaban cubiertas de fotografías. No eran fotos al azar, sino recuerdos, pedazos de mí que ni siquiera sabía que alguien más había notado. Había una imagen de la playa donde solía ir con mi papá antes de que se mudara, otra del parque donde Samay y yo pasábamos horas después de clases, y hasta una de esa librería antigua que le mencioné en una de nuestras primeras llamadas nocturnas.
Me giré hacia él, con los ojos bien abiertos.
—¿Cómo…?
Areu se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa.
—Te escuché, —dijo, como si fuera lo más natural del mundo—. Cada cosa que mencionaste me parece especial. Quería que lo vieras con otros ojos.
No sabía qué decir. Nadie había hecho algo así por mí. Sentí un nudo en la garganta, pero no era tristeza. Era algo más profundo, más intenso. Caminé lentamente por la galería, tocando suavemente los marcos, sintiendo que cada imagen contaba una parte de mi historia que ni siquiera sabía que alguien más estaba prestando atención.
Cuando terminé de recorrer el lugar, volví a donde él estaba, sin poder ocultar la emoción en mi rostro.
—Esto es… increíble, Areu. No sé qué decir.
Él solo sonrió, acercándose hasta que nuestras respiraciones se mezclaron.
—No tienes que decir nada, —susurró.
El silencio entre nosotros no era incómodo. Era de esos silencios que hablan más que las palabras. Sentía mi corazón latir con fuerza, como si todo en mi vida me hubiera llevado a este momento.
Finalmente, sin pensarlo demasiado, me incliné hacia él y nuestros labios se encontraron. No fue como la primera vez, aquella noche impulsiva. Este beso fue más lento, más real. Sentía cada latido, cada respiración compartida. Cuando nos separamos, apoyó su frente contra la mía.
—Quiero conocerte más, Katherine. No solo las partes que me cuentas, sino todo.
Mi corazón dio un vuelco. Quizás Samay tenía razón. Quizás me estaba enamorando. Pero en ese momento, no me importaba. Solo quería ver a dónde nos llevaba esta historia.
Salimos de la galería tomados de la mano, mientras la ciudad seguía su curso alrededor nuestro. Pero yo solo podía pensar en él, en nosotros, y en todo lo que estaba por venir.