El Corazón Del Dragón

Con el transcurso de los días, la conexión entre el Duque y Aurora se intensifica, tejiendo una trama de complicidad y afecto que ninguno de los dos podía negar. Sin embargo, descifrar el enigma de las emociones del Duque se convertía en un desafío constante para Aurora. Era como navegar por un laberinto sin fin, donde cada giro revelaba una faceta más desconcertante que la anterior.

Aurora a menudo se encontraba reflexionando sobre sus interacciones, intentando desentrañar el significado detrás de sus palabras y gestos. La complejidad del Duque era tanto fascinante como frustrante, y aunque a veces sentía que estaba cerca de comprenderlo, en otras ocasiones le resultaba completamente inescrutable.

La monotonía de aquel día se quebró cuando Aurora, inmersa en los archivos sobre los ataques de los magos oscuros, tropezó con una pista reveladora. Había insistido ante el Duque para obtener acceso a estos registros vitales, y ahora, su tenacidad daba frutos.

Cada informe contenía un detalle anómalo: un trozo de un símbolo oculto entre las líneas, como si fuera una señal clandestina dejada a propósito. Era evidente que faltaba una última pieza para completar este misterioso puzzle.

Con la emoción de su hallazgo burbujeando dentro de ella, Aurora se apresuró a compartirlo con el Duque. Pero justo antes de llegar, las palabras de una conversación ajena la detuvieron en seco. “¿Cuándo podremos anunciar nuestro compromiso?” escuchó decir a una voz femenina, cargada de impaciencia y deseo. Un escalofrío recorrió a Aurora, y una sombra cruzó su semblante por un instante. Sin hacer ruido, se retiró discretamente, decidiendo posponer su encuentro con el Duque para otro momento menos inoportuno.

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“¿Cuándo podremos anunciar nuestro compromiso?” inquirió Lady Laura con una mezcla de esperanza y exigencia. El Duque, que hasta ese momento había estado absorto en sus documentos, levantó la vista para encontrarse con la suya, y un halo de frialdad se dibujó en su mirada. “¿Qué compromiso?” replicó con un tono que no admitía réplica.

Lady Laura intentó recordarle su pasado compartido. “Nuestros padres nos comprometieron cuando aún éramos unos niños…”, comenzó, pero el Duque la interrumpió con una firmeza inquebrantable. “Ese fue un acuerdo al que nunca di mi consentimiento. No existe tal compromiso entre nosotros, dado que el acuerdo nunca se concretó.” Su voz era implacable. “Le sugiero que abandone esa fantasía.”

“¿Es por esa joven que ahora reside bajo tu techo, verdad?” Su tono se tornó acusatorio, sus palabras cargadas de celos y desdén.

“Lady Laura, le insto a que se retire antes de que mi paciencia se agote,” advirtió el Duque con una calma que rozaba el hielo. “No arrastre a terceros a este asunto.” Hizo una pausa, y su voz adquirió un matiz de cortesía forzada. “Le pido, con todo el respeto debido a la amistad entre nuestras familias, que no vuelva a presentarse ante mí.”

Aunque sus palabras eran mesuradas, la mirada del Duque destilaba un enojo apenas contenido, un fuego frío que contradecía la aparente serenidad de su tono. Era un aviso inequívoco de que no toleraría más intromisiones ni fantasías sobre compromisos inexistentes.

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En la residencia del Conde Sevint, el hogar del padre de la señorita Laura, irrumpió una joven con los ojos inundados de lágrimas y el corazón colmado de furia. Provocó un alboroto sin precedentes, convencida de que el Duque la había rechazado nuevamente por culpa de la joven que ahora vivía con él.

El Conde observó la escena con incredulidad, incapaz de asimilar que el Duque estuviera dispuesto a poner en juego una amistad forjada a lo largo de años con su familia.

“Mi querida niña”, expresó el Conde mientras se acercaba a su hija, quien lloraba desconsoladamente y exageraba los hechos. “Papi, esa joven me insultó, me dijo que nunca conquistaré al Duque, que él le pertenece a ella”. La ira se apoderó del Conde. “No te preocupes, hija mía, me ocuparé personalmente de esa señorita”.

Tras salir de la habitación, Laura esbozó una sonrisa satisfecha. Secó sus lágrimas y concluyó su actuación. Lo había logrado; manipular a su padre era tan sencillo. “Veamos cómo te libras de esta, Aurora Thorne”, murmuró Lady Laura entre risas maliciosas.

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Varios días habían transcurrido y Aurora se preparaba para visitar su antiguo hogar, en una fecha de gran significado: el aniversario de sus padres. No se planeaba una gran celebración, sino un íntimo encuentro familiar.

Aurora había extendido una invitación al Duque para que se uniera a la conmemoración en la residencia Thorne, pero él declinó cortésmente, aduciendo compromisos previos. En el fondo, Aurora sospechaba que era su prometida quien demandaba su atención.

El viaje en carruaje transcurría con tranquilidad, entre risas y amenas conversaciones. Aurora había decidido llevar solo a Lilit como compañía, otorgándole un merecido día de descanso a Samantha.

De repente, el carruaje se detuvo bruscamente, provocando que Aurora y Lilit cayeran hacia adelante.

“¿Se encuentra bien, señorita?” preguntó Lilit, asistiendo a Aurora a ponerse de pie.

Aurora asintió, aún confundida por el abrupto alto. “Nos atacan”, se oyó la voz alarmada de uno de los caballeros que las acompañaba, seguida por gritos de dolor y la pregunta angustiada de otro: “¿De dónde vienen los ataques?”. Luego, un silencio sepulcral se apoderó del ambiente.

“Quédese aquí, Lilit. Iré a ver qué sucede”, dijo Aurora con determinación. Lilit, sin embargo, se resistía a permitir que su señorita corriera peligro; después de todo, era su responsabilidad protegerla, no al revés. Con persuasión, logró que Aurora accediera a dejarla investigar.

A regañadientes y preocupada por la seguridad de Lilit, Aurora conjuró un hechizo de protección sobre ella sin que lo notara antes de que saliera del carruaje.

Los minutos pasaban lentamente y no había señales de Lilit. Impulsada por la preocupación, Aurora decidió salir. Lo que encontró fue una escena desoladora: todos los caballeros y el cochero yacían sin vida. A lo lejos, vio a Lilit tendida en el suelo. Se apresuró hacia ella, pero fue detenida abruptamente por una fuerza desconocida y cayó en la oscuridad de la inconsciencia.

Llévensela y procedan según el plan establecido.

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^^^Glosario: Inequívoco es un adjetivo en español que se utiliza para describir algo que es claro y no admite dudas o confusiones. Significa que es indudable, directo y no puede ser interpretado de varias maneras.^^^