Entre Las Sombras

Mucho tiempo atrás, antes de que me capturaran y me torturaran, antes de que escapara y encontrara a mi luna, antes de que fuera el alfa de mi manada, yo era solo un cachorro. Un cachorro curioso y travieso, que le gustaba explorar el bosque y jugar con sus hermanos. Tenía tres hermanos, dos machos y una hembra. Éramos los hijos del alfa, los herederos de la manada. Nuestros padres nos querían mucho, y nos enseñaban todo lo que debíamos saber para ser buenos lobos. Nos enseñaban a cazar, a rastrear, a luchar, a comunicarnos, a respetar las leyes de la naturaleza. Nos enseñaban a ser leales, a ser valientes, a ser nobles. Nos enseñaban a amar.

Pero yo tenía algo que mis hermanos no tenían. Yo tenía un don, un don especial. Podía controlar los elementos, podía manipular el fuego, el agua, el aire y la tierra. No sabía cómo ni por qué, solo sabía que podía hacerlo. Era algo que me salía natural, algo que me hacía sentir vivo. Me gustaba jugar con los elementos, crear formas y figuras con ellos, hacer trucos y bromas. Pero también sabía que era un don peligroso, un don que podía atraer la atención de los enemigos. Por eso, lo mantenía en secreto, solo lo usaba cuando estaba solo o con mi familia. Ellos sabían de mi don, y me apoyaban. Me decían que era un regalo de la luna, que era una bendición, que era una señal de que yo era especial. Que yo era el elegido, el destinado a ser el próximo alfa, el líder de la manada.

Pero yo no quería ser el alfa, no quería ser el líder. Yo solo quería ser libre, ser feliz, ser yo mismo. No me gustaba la responsabilidad, la presión, la expectativa. No me gustaba la idea de tener que mandar, de tener que decidir, de tener que proteger. No me gustaba la idea de tener que encontrar una luna, una compañera, una pareja. No me gustaba la idea de tener que atarme a alguien, de tener que compartir mi vida, de tener que renunciar a mi libertad. Yo solo quería ser un lobo, un lobo salvaje, un lobo solitario.

Pero todo cambió cuando mis padres me llevaron a una escuela de humanos. Al principio los odiaba, los odiaba por obligarme a dejar mi bosque, mi manada, mi libertad. Los odiaba por hacerme fingir que era uno de ellos, que era un niño normal, que no tenía nada de especial. Los odiaba por exponerme al peligro, al rechazo, a la traición. Los odiaba por alejarme de mi don, de mi poder, de mi esencia.

Pero al final terminé aceptándolo, aceptándolo por amor a ellos, por respeto a su decisión, por confianza en su sabiduría. Ellos me dijeron que era por mi bien, que era por mi futuro, que era por mi seguridad. Ellos me dijeron que era una oportunidad, una oportunidad de aprender, de crecer, de adaptarme. Ellos me dijeron que era un desafío, un desafío de superar, de integrar, de convivir. Ellos me dijeron que era una prueba, una prueba de valor, de inteligencia, de discreción.

Y así fue como llegué a la escuela de humanos, a la escuela donde todo cambió. Allí, justo en la entrada de mi salón, se encontraba la chica más linda y tierna del mundo. Su cabello negro y sus ojos cafés mielosos me cautivaron desde el primer momento. Supe que era mi mate, mi compañera, mi todo. Supe que era mía, solo mía, para siempre mía. Y ella lo supo también, lo supo por la conexión, por la atracción, por la emoción. Nos miramos, nos sonreímos, nos acercamos. Nos presentamos, nos hablamos, nos gustamos. Nos hicimos amigos, nos hicimos cómplices, nos hicimos inseparables.

Empezamos a jugar juntos, a estudiar juntos, a salir juntos. Pasaron los días, pasaron las semanas, pasaron los meses. Y nuestro amor creció, creció con fuerza.

Pero todo cambió cuando un día estaba jugando solo en el agua, en el agua de la piscina, en el agua de mi elemento. Estaba feliz, estaba tranquilo, estaba relajado. Estaba haciendo figuras con el agua, haciendo burbujas, haciendo olas. Estaba usando mi don, mi don especial, mi don secreto. Estaba siendo yo, yo mismo, yo libre. Pero no me di cuenta, no me di cuenta de que me observaban, de que me grababan, de que me seguían. No me di cuenta de que eran ellos, ellos los causantes, ellos los científicos, ellos los enemigos. No me di cuenta de que me querían, me querían para estudiar, para experimentar, para explotar. No me di cuenta de que me atraparon, me atraparon con una red, con una jaula, con una droga. No me di cuenta de que me llevaron, me llevaron lejos, lejos de mi luna, lejos de mi manada, lejos de todos.

Presente:

Sentí un pinchazo en el brazo y miré con odio al hombre de bata blanca que me inyectaba algo. Era uno de los tantos científicos que me habían secuestrado y torturado durante años, tratando de descubrir el secreto de mi naturaleza de hombre lobo. No sabían que yo era el alfa de mi manada, el más fuerte y poderoso de todos. Y que tenía una luna, una compañera destinada solo para mí, que me esperaba en algún lugar del mundo.

__¿Qué me has puesto, maldito? __le gruñí, sintiendo una extraña sensación en mi cuerpo.

__Un antídoto gris, una sustancia experimental que hemos creado para neutralizar tus poderes __me explicó con una sonrisa maliciosa__. Queremos ver qué efecto tiene en ti, si te debilita o te mata.

Me reí con desprecio. No sabía lo que acababa de hacer. Ese antídoto no me haría ningún daño, al contrario, me haría más fuerte. Sentí cómo el líquido se extendía por mis venas, despertando un nuevo poder en mí. Un poder que nunca había sentido antes, que me hacía sentir invencible. Sonreí maniáticamente, sintiendo cómo mis ojos se volvían rojos y mis colmillos se alargaban.

__¿Qué te pasa? ¿Por qué sonríes? -_me preguntó el científico, alarmado.

__No tienes ni idea de lo que has hecho __le dije, con una voz que no era humana__. Me has dado el mejor regalo de mi vida. Me has hecho más poderoso de lo que jamás imaginaste. Y ahora vas a pagar por todo lo que me has hecho.

Antes de que pudiera reaccionar, le arranqué la jeringuilla de la mano y se la clavé en el cuello, haciendo que se desplomara en el suelo. Luego, usé mi nueva fuerza para romper las cadenas que me sujetaban y salir de la celda en la que me habían encerrado. Estaba en un laboratorio subterráneo, lleno de tubos, cables y máquinas. Había otros hombres lobo como yo, atrapados y sufriendo. Decidí liberarlos a todos, pero no sin antes vengarme de los que nos habían hecho esto.

Invocando mi nuevo poder, creé una neblina muy espesa que cubrió todo el laboratorio, dejándolo en la oscuridad. Los científicos y los guardias entraron en pánico, sin saber qué estaba pasando. Aproveché la confusión para atacarlos uno por uno, desgarrando sus gargantas con mis colmillos. No tuve piedad de ninguno, solo sentí el placer de la venganza. Luego, dejé caer velas encendidas por todas partes, provocando un incendio que pronto se extendió por todo el lugar. Quería que todo el laboratorio quedara en llamas, que se convirtiera en un infierno.

Salí al exterior, transformándome en mi forma de lobo. Era de noche, y había un bosque cerca. Corrí por él, buscando a mi familia. Aullé fuerte, esperando que me escucharan. Necesitaba encontrarlos, saber que estaban bien. Y sobre todo, necesitaba encontrar a mi luna, a mi compañera. La había perdido hace mucho tiempo, cuando me capturaron. No sabía dónde estaba, ni si estaba viva. Solo sabía que la amaba con todo mi ser, y que haría lo que fuera por volver a verla.

De repente, escuché el llamado de mi madre. Era un aullido lleno de alegría y alivio, que me indicaba dónde estaba. Corrí hacia ella, siguiendo su rastro. Llegué a una cabaña cristalizada, que brillaba con la luz de la luna. Era el refugio de mi manada, el lugar donde nos escondíamos de los humanos. Entré en la cabaña, y vi a mi madre y a mi padre esperándome. Eran dos lobos hermosos, de pelaje negro y ojos azules. Me abalancé sobre ellos, lamiendo sus caras y gimiendo de felicidad. Ellos me devolvieron el gesto, acariciando mi pelaje y susurrando palabras de amor.

__Mi hijo, mi hijo, por fin has vuelto __me dijo mi madre, con lágrimas en los ojos__. Te hemos extrañado tanto, te hemos buscado por todas partes.

__Lo sé, mamá, yo también los he extrañado __le dije, abrazándola fuertemente__. Lo siento, lo siento por todo. Fue mi culpa, fui imprudente y me dejé atrapar.

__No digas eso, hijo, no fue tu culpa __me dijo mi padre, poniendo su pata sobre mi cabeza__. Fue culpa de esos malditos humanos, que nos odian y nos temen. Pero ya no podrán hacerte daño, ya no podrán hacernos daño a ninguno. Has escapado, Eres nuestro héroe, nuestro orgullo.

__No soy ningún héroe, papá, solo soy un superviviente __le dije, bajando la cabeza__. Y no he acabado con ellos, solo con algunos. Aún quedan muchos más, y no descansarán hasta vernos muertos. Tenemos que estar alertas, tenemos que protegernos.

__Lo sabemos, hijo, lo sabemos __me dijo mi madre, acurrucándose a mi lado__. Pero ahora no pienses en eso, ahora solo piensa en que estás con nosotros, que estás a salvo, que estás en casa.

__Sí, mamá, estoy en casa __le dije, sonriendo__. Pero hay algo que me falta, algo que necesito. Necesito encontrar a mi luna, a mi compañera. La perdí cuando me capturaron, y no sé nada de ella. No sé si está viva, no sé si me recuerda, no sé si me espera. Solo sé que la quiero, que la necesito, que es mi vida. Tengo que verla otra vez, tengo que estar con ella. No puedo vivir sin ella.

__Lo sabemos, hijo, lo sabemos __me dijo mi padre, mirándome con comprensión__. Y te vamos a ayudar, te vamos a ayudar a encontrarla.