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El CEO VIUDO ENAMORADO EN BORA BORA

El CEO VIUDO ENAMORADO EN BORA BORA

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Amor a primera vista / Diferencia de edad
Popularitas:6.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Arim Dan Kim Gwon, un poderoso CEO viudo, vive encerrado en una rutina fría desde la muerte de su esposa. Solo su pequeña hija logra arrancarle sonrisas. Todo cambia cuando, durante una visita al Acuario Nacional, ocurre un accidente que casi le arrebata lo único que ama. En el agua, un desconocido salva primero a su hija… y luego a él mismo, incapaz de nadar. Ese hombre es Dixon Ho Woo Bin, un joven biólogo marino que oculta más de lo que muestra.

Un rescate bajo el agua, una mirada cargada de algo que ninguno quiere admitir, y una atracción que ambos intentan negar. Pero el destino insiste: los cruza una y otra vez, hasta que una noche de Halloween, tras máscaras y frente al mar, sus corazones vuelven a reconocerse sin saberlo.

Arim ignora que la mujer misteriosa que lo cautiva es la misma persona que lo rescató. Dixon, por su parte, no imagina que el hombre que lo estremece es aquel al que arrancó del agua.

Ahora deberán decidir si siguen ocultándose… o si se atreven a dejar que el amor, como los latidos bajo el agua, hable por ellos.

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Enseñando una nueva habilidad

El aroma a pancakes recién hechos llenaba el comedor. Dixon colocaba los platos con destreza mientras tarareaba una melodía alegre. Sakura, sentada en la mesa con las piernas que no le alcanzaban el suelo, agitaba las manos emocionada.

—¡Mira, papá! ¡Tienen forma de delfín! —dijo al ver el pancake con orejitas y cola mal dibujada en la masa.

—Eso lo hice especialmente para ti, Sakura —respondió Dixon con una sonrisa cálida.

—¡Me encanta! —aplaudió ella, y luego, con la boca llena, murmuró—. Pero quiero ir a la playa después, ¿sí? ¡Quiero ver si los peces hacen burbujas como en los dibujos!

Arim, con la taza de café en mano, la observó divertido.

—Primero comes, luego hablamos de peces.

—¡Pero yo ya como rápido! —replicó Sakura, inflando los cachetes como ardilla.

Dixon soltó una carcajada, inclinándose hacia ella.

—Si comes tan rápido, no dejas que el estómago disfrute. Mira, haz como yo: bocado pequeño, masticas lento, y mientras tanto piensas en qué castillo de arena vas a construir.

Sakura lo imitó exageradamente, masticando despacio con los ojos en blanco, como si estuviera en trance.

—¿Así?

—Exacto, ¡maestra del masticar! —le dijo Dixon, dándole un aplauso.

Arim negó con la cabeza, pero no podía disimular una sonrisa.

—Sakura, no tienes remedio.

—Papá, ¿sabes qué? —dijo de pronto, señalando a Dixon con la cuchara—. Él puede vivir con nosotros. Tú siempre dices que trabajas mucho, pero él sabe de peces, sabe de arena, sabe de delfines y de panqueques. Sería divertido.

Arim casi se atraganta con el café.

—¿Vivir con nosotros?

—¡Sí! —dijo la niña con total seriedad—. Porque yo quiero aprender todo, y él me enseña jugando. Tú no sabes jugar, papá.

Dixon tosió disimulando una risa y alzó las manos como si no quisiera entrometerse.

—Bueno, si me voy a vivir contigo estaría complicado encargarse del hostal y del acuario pero puedes venir cuando quieras, tu papá hace un buen trabajo criándote, trabaja mucho para darte todo lo que necesitas. Ya ves que sacó tiempo para venir contigo, porque eres lo más importante —dijo en tono bromista.

—Ohhh, ya me doy cuenta. Pero igual sería divertido vivir todo el tiempo contigo —replicó Sakura muy segura—. Papá no sabe nada de playas. Él solo sabe vestir bien, sabe de barcos, de aviones y de papeles aburridos.

Arim abrió la boca, incrédulo.

—Oye, jovencita…

Dixon estalló en carcajadas, tapándose la cara con una servilleta.

—Creo que ya encontré a mi asistente —le dijo a Sakura en voz baja.

—¡Sí! —respondió ella, levantando la mano para chocar los cinco con él.

Arim se llevó la mano a la frente. Entre la complicidad de su hija y la risa de Dixon, se dio cuenta de que estaba perdido… y lo peor era que no quería encontrarse.

Después del desayuno, la emoción de Sakura era imposible de contener. Saltaba alrededor de la mesa como un pez fuera del agua, hasta que Dixon se inclinó y le ató el sombrero de playa bajo la barbilla.

—¿Lista, capitana? —le preguntó con solemnidad.

—¡Lista! —respondió ella con los brazos en alto.

Arim, con gafas de sol en la mano, la observaba con esa mezcla de ternura y preocupación que solo un padre podía sentir.

El camino hacia la playa estaba bordeado de palmeras. El aire salado y la brisa cálida hacían que todo se sintiera como una promesa de aventura. Cuando llegaron, un grupo de instructores ya los esperaba, entre ellos la joven asistente de Dixon Lilith, quien tomó de la mano a Sakura para llevarla al área infantil de entrenamiento.

—Papá, ¡mírame! —gritó la niña, chapoteando con las aletas en miniatura que le habían dado.

—Ten cuidado, Sakura —respondió Arim, aunque no podía evitar sonreír al verla tan feliz.

Dixon se acercó a él, ajustándose las gafas de buceo.

—Déjala. Los niños aprenden más rápido de lo que creemos. Dale un poco de confianza.

—Es mi hija, no puedo evitar preocuparme —dijo Arim, serio, con los brazos cruzados.

Dixon le palmeó el hombro con suavidad.

—Entonces aprende junto a ella.

Arim lo miró con cejas arqueadas, sin saber si reír o molestarse.

—¿Insinúas que yo…?

—Sí. —Dixon sonrió, ya en el agua hasta la cintura—. Ven, tiburón, delfín te enseñará cómo flotar.

Arim suspiró, quitándose la camisa y dejando al descubierto su torso bronceado. El agua lo recibió fresca, ligera, pero enseguida tragó un poco al intentar flotar.

—No es tan fácil como parece.

—Relájate —dijo Dixon, poniéndose detrás de él y sosteniéndolo por la espalda—. No luches contra el agua, déjala sostenerte.

Sakura, desde unos metros, agitaba los brazos riendo:

—¡Papá no tragues agua salada!

Dixon soltó una carcajada.

—Es cierto. Mira, Arim, tambien suelta los músculos. Estás duro como una roca.

—Estoy relajado —gruñó Arim, aunque claramente no lo estaba.

Dixon acercó su boca a su oído, bajando la voz:

—Confía en mí. Solo… déjate ir.

Arim respiró hondo, cerró los ojos y aflojó poco a poco. Entonces, flotó. Su cuerpo se dejó mecer por las olas.

—¿Ves? —susurró Dixon, apenas conteniendo la risa mientras tenía las manos en su espalda—. Eres más ligero de lo que aparentas.

Arim abrió un ojo y lo fulminó con la mirada.

—No abuses.

Dixon explotó en carcajadas, y esa risa contagió también a Sakura, que nadaba con su asistente dando brazadas torpes pero felices.

En un descuido, una ola pequeña arrastró a Arim contra Dixon. Ambos tragaron agua y salieron tosiendo, riendo al mismo tiempo.

—¡Parecen dos niños! —gritó Sakura, riendo a carcajadas.

Dixon sacudió la cabeza, aún riendo.

—Eso es lo bueno de la playa: todos volvemos a ser niños.

Y mientras el sol se reflejaba en el agua cristalina, el tiempo pareció detenerse. Era solo un día de juegos… pero los tres sabían, en silencio, que estaba naciendo algo más profundo entre las risas, el mar y la sal.

El sol ya estaba alto cuando Dixon reunió a los huéspedes para la clase de buceo. Una mesa de madera bajo la sombra de una palmera tenía todo el equipo: máscaras, aletas, tubos de snorkel y chalecos.

—Muy bien, equipo —dijo Dixon con voz firme, pero alegre—. Lo primero que deben saber es que bajo el agua manda la calma. Si se alteran, pierden energía y oxígeno. Así que… respiración profunda y movimientos lentos.

Sakura levantó la mano como si estuviera en la escuela.

—¿Y si veo un tiburón?

Los demás huéspedes rieron. Dixon se inclinó hasta su altura.

—Le sonríes y le dices: “Hoy no, señor tiburón”.

Sakura lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿De verdad funciona?

—Siempre —respondió Dixon guiñándole un ojo, provocando otra ronda de carcajadas.

Arim, sentado a un lado, cruzó los brazos con gesto serio.

—Eso no es científicamente correcto.

—No todo en la vida es ciencia, señor Kim —contestó Dixon con una sonrisa desafiante—. Un poco de imaginación ayuda a no entrar en pánico.

Sakura aplaudió, feliz de que Dixon llevara la razón. Dixon se vistió con el traje completo de buzo. Su trasero resaltaba dentro de él como un guante. Arim solo se relamió los labios.

Luego, Dixon repartió las máscaras y snorkels. Arim se ajustó la suya con un gesto torpe.

—¿Está bien así? —preguntó, con la goma atrapando un mechón de su cabello.

Dixon rió y se acercó.

—No, está del revés. Si baja así, terminará respirando agua.

Con paciencia, le acomodó la cinta y alisó el mechón rebelde, dejando sus dedos rozar su sien. El contacto fue breve, pero suficiente para que Arim sintiera un cosquilleo incómodo en el estómago.

—Gracias —murmuró.

—De nada, tiburón —susurró Dixon, bajito, para que solo él lo oyera.

Ya en el agua, Dixon fue el primero en sumergirse, mostrándoles cómo respirar por el snorkel. Salió a los pocos segundos, sacudiendo el cabello empapado.

—Fácil, ¿ven? Solo respiren como si estuvieran descansando.

Arim intentó imitarlo, pero en cuanto metió la cara, tragó agua y salió tosiendo.

—¡Esto es ridículo!

Sakura estalló en carcajadas.

—¡Papá parece una ballena varada!

Dixon reía tanto que apenas podía hablar.

—Tranquilo, tranquilo… inténtelo de nuevo. Abra la boca como si sorbiera jugo con pajita.

Arim lo intentó otra vez. Esta vez aguantó un poco más bajo el agua, pero al salir se le pegaron las algas al brazo.

—¡Agh! —gruñó, sacudiéndose.

Sakura, muerta de risa, gritaba desde la orilla:

—¡Papá, las algas son amigas!

—Sí, señor Kim —añadió Dixon entre risas—. No muerden.

Finalmente, después de varios intentos fallidos y risas compartidas, Arim logró mantenerse un rato respirando bajo el agua con el snorkel. Al salir, alzó la cabeza con orgullo.

—¿Lo ves? —dijo a Sakura—. Tu papá también puede.

La niña lo aplaudió emocionada.

—¡Bien, papá! ¡Ya casi eres como Dixon!

Arim enrojeció. Dixon, en cambio, solo sonrió con satisfacción, disfrutando de esa extraña sensación de cercanía que crecía entre los tres.

El mar los envolvía con su calma. Y en medio de burbujas, tropiezos y carcajadas, Arim empezaba a entender que no solo estaba aprendiendo a bucear. Estaba aprendiendo a soltar el control… al menos un poco.

La clase terminó entre aplausos y risas. Sakura se quedó jugando con otros niños bajo la supervisión de la asistente de Dixon, chapoteando feliz en la orilla.

Arim y Dixon caminaron un poco más adentro, por la parte tranquila de la playa, donde el rumor del mar se mezclaba con el canto lejano de las aves. Dixon llevaba el tubo y la máscara en la mano, todavía goteando agua salada.

—¿Ve? —decía mientras señalaba con la otra mano hacia el horizonte—. Cuando respira y flota, lo más importante es confiar en el agua. Si lucha contra ella, pierde… pero si se deja llevar, el mar lo sostiene.

Arim asintió, aunque en realidad apenas escuchaba. Sus ojos se habían quedado prendidos en los labios de Dixon. Ese movimiento lento, esa curva casi burlona cada vez que sonreía. Después su mirada subió a la nariz recta, a los ojos grises iluminados por el sol… y bajó, sin querer, hacia ese trasero firme que el traje mojado marcaba sin piedad.

El recuerdo lo golpeó de frente. Esa misma silueta, aquella noche de tragos, moviéndose bajo él, apretándose con desesperación contra su cuerpo. Arim sintió un calor subirle por el cuello, tan intenso que se quitó las gafas oscuras para disimular.

—¿Está escuchando? —preguntó Dixon, arqueando una ceja.

—Claro… claro que sí —respondió Arim, carraspeando para aclararse la voz.

Dixon sonrió, incrédulo.

—Mentiroso. Estaba en otro planeta.

Arim bajó la mirada, buscando recuperar la compostura.

—Quizás… solo pensaba en que no soy tan bueno aprendiendo cosas nuevas.

Dixon lo observó en silencio por unos segundos, antes de acercarse apenas un poco más. Su voz bajó de tono, suave pero firme.

—Usted no es de los que se rinden fácil, ¿verdad?

Arim alzó la vista y se encontró con esos ojos grises, tan cerca que sintió que el aire se le escapaba. Su respiración se mezcló con la brisa salada. Y por un instante, casi pudo inclinarse y besarlo ahí mismo.

Pero Dixon se apartó apenas, rompiendo la tensión con una sonrisa ligera.

—Mañana lo haré bucear sin tragarse medio océano. Lo prometo.

Arim se obligó a sonreír también, aunque por dentro estaba ardiendo.

—Lo tomaré como un reto.

Caminaron de vuelta hacia donde Sakura reía feliz, y aunque intentaba disimular, Arim no podía dejar de mirar de reojo a ese cuerpo que ya conocía en secreto, aunque Dixon pareciera no recordarlo.

“Ese culito… maldita sea. ¿Por qué tenía que ser él? O peor aún ¿como demonios le voy a hacer para que se de cuenta que soy el domador de delfines que estuvo dentro suyo en una fiesta Trans” pensó, tragando saliva mientras el corazón le golpeaba el pecho.

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Maru19 Sevilla
Todo está muy bien y va estar mejor cuando Arim se sacuda a su perniciosa familia 😂😂😂
Maru19 Sevilla
Arim está muy manipulado
Maru19 Sevilla
Cuánta pasión 🥰🥰
Maru19 Sevilla
Que descanses autora🥰
💖
La nana quiere al jefe
💖
Ya entendí es homosexual
💖
Una protagonista vestido de hombre /CoolGuy/
Erika Estrada
me encanta ojalá puedan estar juntos los tres 🤭
Maru19 Sevilla
Que bonito capítulo 👏
Maru19 Sevilla
Que posesivo! 🤭🤭🤭
Erika Estrada
entiendo a Sergey pero en el corazón no se manda y espero que ahora sí el domador de Delfines saque la casta que debe🤭
Erika Estrada
OMG por qué no hay hombres así en mi pueblo ☺️☺️
Yandi Perea Maturana: esos hombres solo existen y están en noveltoon🤣😂🤣😂🤣😂
total 1 replies
Maru19 Sevilla
Jajajaja que buen capitulo
Mckasse Escritora
🥰🥰🥰🥰🥰gracias por leer
Maru19 Sevilla
Me encantan tus novelas autora /Heart/
Maru19 Sevilla
A poco no le tentación, saber quién es /Slight/
Maru19 Sevilla
Ni modo a recetearse Alfa
Mckasse Escritora: jajaja está buena esa
total 1 replies
Maru19 Sevilla
Ah, pillines/Drool/
Maru19 Sevilla
Picarones/Chuckle/
Mckasse Escritora
muchas gracias
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