Soy Eros Montalbán. A simple vista, un estudiante brillante de medicina. Pero por dentro, soy otra cosa. Algo que no encaja. Algo que no se puede domar.
Desde niño he sentido esa pulsión: el cosquilleo en los dedos, la sed, la oscuridad. Mi madre me enseñó a mantenerla bajo control, a domar la bestia… pero incluso ella sabe que es cuestión de tiempo. Porque la sangre de Lucas Santori corre por mis venas, y su legado me pertenece.
Mientras el mundo celebra mi genialidad, yo observo desde la sombra. No busco amor, ni redención. Busco respuestas. Y si el precio es desatar lo que llevo dentro… entonces que el mundo arda.
NovelToon tiene autorización de DayMarJ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 13
VALERIA.
Cierro la puerta de mi habitación y al fin dejo de fingir. El pestillo resuena como una sentencia, como un disparo en una habitación vacía. Apoyo la espalda contra la madera y me dejo caer lentamente, como si mis piernas ya no pudieran sostenerme. No pueden. No quiero. Me está costando respirar.
Una parte de mí gritaba que no debía abrir esa carta. Que leer esas palabras sería dejar entrar el veneno directamente al corazón. Pero otra parte —la más estúpida, la más débil, la más humana— necesitaba saber. Necesitaba una despedida.
Afuera, Eros debe seguir con la duda anclada al pecho. Le mentí. Le dije que estaba bien, que no había nada de qué preocuparse. Vi la forma en que me miró, como si no creyera una sola palabra. Y aún así se quedó en silencio. Lo agradezco. No habría podido soportar ni una sola pregunta más. Me habría quebrado ahí mismo. Frente a él. Y no puedo darle ese dolor.
Tengo que ser fuerte. Siempre tengo que serlo.
Pero aquí, a solas, no hay testigos. Y lo que llevo dentro… Dios… no sé si tenga nombre. Es como si me estuvieran arrancando el alma pedazo a pedazo.
Todo se rompió esta noche. Todo.
El encuentro con Dante en el estacionamiento solo fue el inicio del desastre. Me dijo que Santori habia buscado la manera de guardar mucho dinero en cuentas fantasmas que ni la policía pudo rastrear. De tal forma que Eros y yo jamás pasaramos necesidades.
Dinero... lo sentí como una burla cruel. Yo no quería su maldito dinero, lo queria a él junto a mi, criando a nuestro hijo. Disfrutando asi sea por breves momentos de una maldita normalidad que jamás ha existido para nosotros.
Dante me miró como si quisiera decir algo, como si tuviera una verdad queriendo salir a toda costa pero en lugar de eso, tragó seco y extendió su brazo frente a mis ojos.
—Esto es tuyo. Él la dejó para ti—dijo con una maldita tranquilidad que me ofendió.
Puso la carta en mi mano con la misma naturalidad con la que otros ofrecen flores. Yo la tomé como si ardiera. Mis dedos temblaban. Mi boca estaba seca.
—¿Por qué me haces esto? —le pregunté. Pero él ya se había dado media vuelta.
—Él quería que la tuvieras. Ya hice mi parte- susurró
Y se fue. Aprovechó mi distracción. Se largó mientras yo leía las últimas palabras de un hombre que me partió en dos, pero que también me amó con todo lo jodido que tenía dentro.
Vuelvo a desdoblar el papel para revivir el dolor, como una masoquista, como si esta puta agonía fuera lo único que me recuerda que aun sigo viva.
"Valeria:
No tienes que leer esto. Pero lo harás. Porque me conoces. Porque, como yo, también cargas con el peso de lo que no se dice.
Nunca supe amar bien.
No lo aprendí. Nadie me lo enseñó. Lo que sentía por ti no cabía en las palabras que el mundo usa para el amor. Lo mío no era una canción ni un poema. Era una tormenta, una furia, un hambre que nunca pude apagar.
Y aún así, eras lo único que calmaba ese caos.
No estás leyendo una carta de despedida. Esto no es un adiós con flores y lágrimas.
Esto es una confesión.
Una última verdad.
La única que importa.
Te amé. Te amo. Y me voy amándote.
Pero estoy podrido. Por dentro.
No hay redención para alguien como yo. No hay paz, ni tregua. Solo rabia, cicatrices y el eco de decisiones que queman.
Y tú no mereces vivir atada a la sombra de un hombre que se rompe y rompe todo lo que toca.
Tú mereces luz. Y yo solo sé dar oscuridad.
No me voy por cobarde. Me voy porque si sigo, terminaré llevándote conmigo. Y eso no lo soportaría.
He soportado muchas cosas.
Menos la idea de destruirte.
Eso no.
Así que esta es la única decisión que me queda.
Mi última forma de amarte.
Liberarte de mí.
No busques sentido a nada. No lo hay. Nunca lo hubo.
Pero sí hubo verdad en esto:
Fuiste mía. Eres mía. Aunque el mundo siga girando sin mí.
Me fui porque si me quedaba, iba a arrastrarte conmigo.
Porque tarde o temprano la ley iba a encontrarme, y yo no iba a poder escapar.
Y la idea de verte del otro lado del vidrio, con nuestro hijo creciendo lejos de mis brazos, me enfermaba más que cualquier cárcel.
No fue cobardía. Fue amor, maldita sea.
Fue la única forma que encontré de no joderte más.
De no hacerte vivir la vida que me esperaba a mí.
De no ponerte cadenas cuando tú mereces alas.
Te dejé con el corazón hecho mierda, lo sé. Y eso me va a perseguir hasta donde me vaya.
Pero preferí cargar yo con el infierno a que lo cargaras tú por mí.
No hay redención para lo que hice, ni para lo que fuimos.
Nos amamos como se destruyen las estrellas: intensos, violentos, perfectos, pero destinados a explotar.
Matamos juntos. Sangramos juntos.
Éramos dos fuegos chocando.
Y aún así, jamás amé a nadie como a ti.
Si hay otra vida, si los dioses o el azar o el caos me dan otra oportunidad, te juro que te buscaré.
Pero no para que me sigas al abismo.
Te buscaré para darte todo lo que esta vida me robó darte:
Un amor limpio.
Un amor sin miedo.
Un mundo donde nadie te gritó nunca, donde nadie te usó.
Una infancia sin golpes.
Una adolescencia sin huidas.
Una adultez sin monstruos.
Tal vez allá podamos vernos y reír sin miedo a quién nos ve.
Tal vez allá pueda tomarte de la mano sin llevar sangre en la mía.
Pero por ahora, prométeme esto:
Sé feliz. Aunque me joda. Aunque tenga que levantarme de la tumba para espantar al primer imbécil que te mire con deseo. Hazlo. Ama otra vez. Vive.
Eventualmente ya no estaré.
Y cuando ese día llegue, por favor, deja de aferrarte a mi sombra.
Deja de dormir abrazada a un fantasma.
Te mereces más que eso.
Te mereces un amor que no huya. Que no mate. Que no se autodestruya.
Perdóname por no haber sabido darte eso en esta vida.
Pero si alguna vez vuelvo…
juro que sabré hacerlo.
—Santori"
Esta maldita carta...
Dios santo.
Me duele más que todas las heridas físicas que alguna vez me hicieron.
Lo odié. Lo odié por no quedarse. Por dejarme sola con este hijo que lleva su misma rabia en los ojos. Por desaparecer sin más. Pero ahora lo entiendo. No lo justifico. No lo perdono. Pero lo entiendo.
Se fue porque no quería que yo lo viera pudrirse tras los barrotes. Porque pensó que estaba salvándome al alejarse. Porque su amor, aunque enfermo, era real.
Y aún así… ¿qué hago con este vacío?
¿Qué hago con este amor que no puedo gritar, que no puedo compartir, que no puedo enterrar?
Aprieto la carta contra mi pecho como si eso pudiera devolverme algo. Pero no devuelve nada. No sana. No salva.
Lloro. Lloro como no lloraba desde que era niña. Como si el dolor hubiera estado esperando este momento para liberarse con toda su furia.
Lloro por mí.
Por Eros.
Por Santori.
Por todo lo que fue y nunca podrá volver a ser.
Sollozo con la cara enterrada en las rodillas, sintiendo cómo se me parte el alma.
Estoy tan cansada, tan rota y tan sola.
Pero mañana volveré a fingir. Porque eso es lo que hago.
Porque Eros no puede ver esto.
Porque no puedo dejar que sufra lo que yo sufrí. Tengo que hablar con él sobre el dinero y lo que dejó Santori para nosotros, tengo que fingir que no me afecta todo esto. Que solo es un suceso inesperado que nos favorece, aunque por dentro, cada día, me esté muriendo un poco más.