Lucía había enterrado su pasado para comenzar una nueva vida, pero las malas costumbres siempre se quedan. Charlie sería su nuevo objetivo, sin imaginar que él también ocultaba un oscuro secreto. Sus acciones traerán consecuencias para aquellos que los rodean sin perder su único objetivo, la obsesión.
Las apariencias a veces no son lo que ves, estás ocultan el otro lado de la moneda y Lucía no es ni buena ni mala, solo mentalmente inestable y físicamente una diosa sin presentes.
Esta no es la típica historia de amor. El deseo, la lujuria y el control emocional y psicólogo es lo que Lucía y Charlie provocan a los demas, hasta que ellos se encuentran y toda lógica cambia su vida.
Esta novela está subida de tono y puede tocar temas sensibles. Solo para lectores de 18+.
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#14 El pasado oscuro de Charlie
"¿Qué me pasó?" Pregunta Charlie intentando soportar el fuerte dolor de cabeza.
"¡Tranquilo! No te precipites. Estás en la sala de un hospital, tuviste un accidente." Charlie frunce el ceño e intenta sentarse como puede.
"No lo recuerdo, se supone que hoy tendría examen. ¿Cuánto llevo aquí?" La cara de Lucas y de Cecil lo dicen todo, se miran mutuamente.
"¡Hijo, hijo! ¡Al fin despiertas! Gracias a dios, sabía que ibas a despertar." Dice Fausto, padre de este, mientras intenta abrazarlo.
"¡Papá, papá, no grites! Me duele mucho la cabeza."
"¡Sí, sí, por supuesto! Lo siento."
El doctor entra a revisar tras escuchar la conmoción, y tras ver a Charlie despierto comienza a revisarlo.
"¿Cómo te sientes Charlie?" Tras escuchar el idioma italiano y no el inglés, se da cuenta de que ya no está en Estados Unidos, o eso piensa él.
"Me duele la cabeza doctor, si me da algo para eso le agradecería."
"No te preocupes, ahora mismo te daré algo para la inflamación y el dolor." Comienza a revisar sus ojos, cabeza y partes de su cuerpo, cerciorando de que todo esté bien.
"¿Qué es lo último que recuerdas?"
"No lo sé, creo que tal vez..., creo que iba a tomar los exámenes finales, estudio leyes en Harvard. No sé en qué momento terminé así, ya que me encontraba dentro del salón."
Tanto su padre como su hermano se quedaron mudos.
"¿Podrías decirme que año es, la edad que tienes y a qué te dedicas?"
"No lo entiendo, comienzan a asustarme. ¿Cuánto llevó aquí?" Había preocupación en su mirada, tratando pedir una explicación a los ojos de los demás.
"No mucho, no te asustes. Te admitimos a cirugía hace una semana, pero no despertabas. La buena noticia es que despertaste, la mala, es que no se encontraba en Harvard caballero. Usted tuvo un accidente automovilístico aquí en Italia. Así que volviendo a las preguntas. ¿Las podría contestar?"
Charlie odia este tipo de bromas, pero al ver los rostros de sus conocidos se da cuenta de que no es una broma ni tampoco está soñando.
"Año..., dos mil veinte. Tengo veinticuatro y soy estudiante universitario."
Fausto comienza a llorar, siempre ha sido emotivo cuando se trata de su familia.
"Charlie. Eso ya fue hace cuatro años. El próximo mes cumples veintiocho." Cecil se acerca hasta la orilla de la cama de su mejor amigo para tomar su mano, pero Charlie comienza a respirar con dificultad, la noticia y el hecho de no recordar los últimos cuatro años es demasiado para él.
"Relájate, todo a su tiempo. Te haré unas pruebas y quizás todo esto sea pasajero o culpa de la inflamación por la operación. Tal vez tardes en recordar, pero poco a poco los recuerdos vendrán a ti. Trata de relajarte y respirar más despacio. Nosotros nos encargaremos de hacerte los estudios necesarios para que puedas irte a casa."
"¡Fuera! ¡Largo! Quiero estar solo un momento." Él siempre había sido explosivo, pero había aprendido a controlarse en los cuatro años que perdió de memoria.
"¡Dije que largo! ¡Lárguense todos de mi vista!" Avienta la charola que está a su costado. Sin más que decir, todos salen del cuarto.
Tras ser el hijo menor, siempre fue consentido por su padre, dado que su esposa había fallecido de cáncer no supo cómo educar a su hijo, así que compensaba su ausencia con cosas materiales y dinero, haciéndole creer que él todo lo tenía y todo lo podía. No había nada que Charlie no pudiera obtener.
Después de terminar sus estudios regresó a Italia tan engreído como siempre, pero su papá ya no lo veía como un infante, así que el trato preferencial había desaparecido después de que Lucas le reprochará su favoritismo.
Charlie era muy inteligente, pero también alguien inmaduro.
En una noche de fiesta atropelló a un indigente por conducir a exceso de velocidad y con unas copas de más. Pensó que su padre lo resolvería y se saldría con la suya como de costumbre, pero para su mala suerte no fue así.
Fausto pago la fianza y lo ayudó a salir de la cárcel, pero no estaba orgulloso de sus acciones.
Cuando lo tuvo de frente una vez en casa, lo golpeó con un palo de golf hasta quedar satisfecho, molesto por no haber sido un buen padre para él.
Lo mando a un hospital psiquiátrico para su recuperación, pues pensaba que el tenía un problema mental al notar que la vida de ese indigente le era indiferente.
Charlie había sido una decepción para su padre, pero incluso para Lucas era muy excesivo el que lo mandarán lejos a un centro psiquiátrico.
Fausto pago y se encargó de que tuviera un trato especial y no lo mezclaran con los otros enfermos mentales, pero de nada sirvió.
Charlie conoció a todo tipo de personas con trastornos diferentes. Él no estaba loco, quizás algo mimado y caprichoso, pero mandarlo ahí lo hizo guardar un gran rencor hacia su padre.
Manipuló a los doctores y se hizo más inteligente, estudiaba constantemente el comportamiento de las personas, al punto de saber cuando mentían. También controló su temperamento, eso le abrió los ojos y también la mente, sabía que con gritos y peleas no iba a hacer nada dentro de ese lugar y para buscar la paz y desahogar la tensión comenzó a entrenar artes marciales.
No solo eso, también hacía yoga por la mañana y por las noches entrenaba y hacia algo de box. Ese lugar parecía más su hogar que un hospital, lo había reacondicionado y había trabajado su cuerpo por casi cuatro años.
Si antes era atractivo, ahora era mucho más.
Cuando regresó a Italia, abrazo a su hermano cuando lo recibió, pero a su padre solo le dio una mirada con desprecio, ignorando su presencia por completo.
Quiso trabajar casi de inmediato, pues no quería estar en casa y ver la cara de su progenitor todos los días y a todas horas.
Cuando ingresó a la empresa conoció a Lucía, ella tenía un encanto y elegancia que había llamado su atención, la sentía inalcanzable después de cruzar palabras con ella.
Cuando ella trazó su raya se sintió desafiado, la quería en su cama cueste lo que cueste, pero al pasar las semanas y los meses ya no la veía como un juego o para pasar el rato.
Sabía que era solitaria, pero que una belleza como ella no tuviera amigos y viviera alejada de todos le hacía pensar que algo escondía y él quería saber que era.
La investigo a fondo para después tomar fotografías y conocer más de ella, sin darse cuenta se había vuelto su acosador y entre más sentía que la conocía más se obsesionaba con él.