Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 14: Lidiando con las Consecuencias
La luz del amanecer entraba tímidamente por las ventanas del apartamento, llenando la sala con un resplandor cálido. Damian estaba despierto, sentado en el borde del sofá con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo. Aún podía sentir el eco de la noche anterior en cada fibra de su ser: el calor de Elena, la intensidad de sus besos, y cómo ella lo había desarmado por completo.
Por primera vez en años, no estaba seguro de qué hacer. Estar cerca de Elena lo hacía sentirse vulnerable, algo que no podía permitirse. Pero, al mismo tiempo, la idea de alejarse era insoportable.
El sonido de pasos lo sacó de sus pensamientos. Al levantar la mirada, vio a Elena entrar en la sala, todavía con el cabello desordenado y una camisa que le quedaba grande—suya, se dio cuenta con una mezcla de sorpresa y satisfacción.
—Buenos días —dijo ella, su voz tranquila pero cautelosa.
—Buenos días —respondió Damian, poniéndose de pie automáticamente.
Elena lo miró por un momento antes de cruzarse de brazos.
—¿Vas a decir algo, o vamos a fingir que nada pasó?
Damian soltó un suspiro, pasándose una mano por el cabello.
—No estoy seguro de qué decir.
—Bueno, eso es un cambio —dijo Elena con una sonrisa sarcástica—. Por lo general, siempre tienes algo que decir.
Damian la miró, su expresión seria.
—Lo que pasó anoche... no fue un error.
Elena parpadeó, sorprendida por su declaración directa.
—No lo fue —admitió, aunque sus palabras tenían un dejo de incertidumbre.
Damian dio un paso hacia ella, su mirada intensa.
—Pero eso no significa que sea fácil.
—Nada en mi vida lo es —respondió Elena, encontrando su mirada con la misma intensidad—. ¿Y qué? ¿Ahora vas a decirme que esto es un problema?
Damian sonrió ligeramente, aunque no había humor en su expresión.
—No lo veo como un problema. Lo veo como una complicación.
Elena frunció el ceño, claramente molesta.
—¿Una complicación? ¿Eso es lo que soy para ti?
Damian negó con la cabeza, acercándose más.
—No eres una complicación. Eres la única persona que ha logrado que cuestione todo lo que hago.
Elena lo miró en silencio, procesando sus palabras. Había algo en su tono, en la forma en que la miraba, que la desarmaba.
—No sé cómo manejar esto, Elena. Pero no voy a alejarme.
Elena soltó un suspiro, bajando la guardia un poco.
—Entonces deja de pensar tanto, Damian. A veces, las cosas simplemente son.
Damian sonrió ligeramente antes de acercarse aún más, colocando una mano en su mejilla.
—Eso es lo que me gusta de ti. Haces que todo parezca tan simple.
Elena rió suavemente, aunque su risa estaba cargada de emociones encontradas.
—No soy simple, Damian. Pero gracias por intentarlo.
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A pesar del aparente entendimiento entre ellos, la tensión no desapareció. Si acaso, se volvió más intensa. Damian seguía actuando como su protector, pero ahora su mirada tenía una profundidad que no estaba allí antes. Cada toque accidental, cada cruce de miradas, estaba cargado de una electricidad que hacía que el ambiente se sintiera más denso.
Esa tarde, mientras revisaban algunos documentos relacionados con la misteriosa empresa, Elena se encontró observando a Damian más de lo necesario. Estaba sentado frente a ella, con el ceño fruncido mientras revisaba un informe. La luz del sol resaltaba sus rasgos afilados, y por un momento, Elena se permitió admirarlo.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Damian, sin levantar la mirada.
Elena sintió un calor subir por su rostro, pero se recuperó rápidamente.
—Solo estaba pensando en lo concentrado que te ves.
Damian sonrió ligeramente antes de alzar la vista.
—Y yo estaba pensando en lo hermosa que te ves cuando intentas disimular.
Elena rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
—Deberíamos concentrarnos. Esto es importante.
Damian asintió, aunque la sonrisa en su rostro no desapareció.
—Tienes razón. Pero no puedo evitar distraerme contigo cerca.
Elena negó con la cabeza, tratando de ignorar el efecto que sus palabras tenían en ella.
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Más tarde esa noche, mientras ambos descansaban después de un largo día, el sonido del timbre rompió la tranquilidad. Damian se levantó inmediatamente, su expresión cambiando a una alerta calculada.
—Quédate aquí —ordenó, mientras sacaba su pistola de la funda oculta bajo su chaqueta.
Elena quiso protestar, pero algo en su tono no dejó espacio para discusiones. Observó cómo Damian se acercaba a la puerta, abriéndola con cuidado.
Del otro lado estaba un hombre con una chaqueta negra y una expresión sombría. Damian lo reconoció de inmediato: era uno de sus hombres de confianza.
—¿Qué pasa? —preguntó Damian, cerrando la puerta parcialmente detrás de él para que Elena no pudiera escuchar.
—Tenemos un problema. Los hombres de la empresa con la que se reunió Elena han estado haciendo preguntas. Parece que están planeando algo.
Damian frunció el ceño, sus instintos encendiéndose al instante.
—Quiero vigilancia las 24 horas. Si alguien se acerca demasiado, me lo dices de inmediato.
El hombre asintió antes de desaparecer en la oscuridad. Damian cerró la puerta y se volvió hacia Elena, que lo miraba con curiosidad.
—¿Quién era? —preguntó ella, levantándose del sofá.
—Un conocido —respondió Damian, tratando de no alarmarla.
—¿Un conocido que trae malas noticias? —inquirió, cruzándose de brazos.
Damian suspiró, sabiendo que no podía mentirle.
—Parece que tus nuevos "socios" están más interesados en ti de lo que deberían.
Elena frunció el ceño, su expresión endureciéndose.
—Bueno, que lo intenten. No voy a intimidarme.
Damian la miró con una mezcla de admiración y frustración.
—Esa valentía tuya va a meterte en problemas.
—Y esa sobreprotección tuya va a volverme loca —respondió Elena, acercándose a él.
Damian sonrió ligeramente, aunque sus ojos seguían serios.
—Entonces supongo que estamos empatados.
Elena negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír.
A pesar del peligro inminente, ambos sabían que la lucha no era solo contra los enemigos externos, sino también contra los sentimientos que habían empezado a crecer entre ellos.
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