Entre Dos Mundos

—¿¡Qué!?

Él se rió de mi reacción, aunque su risa tenía un matiz nervioso.

—Sí, bueno... no debería, lo sé. Es un gran no-no. Pero, ¿qué puedo hacer? A veces no elegimos estas cosas.

—¿Y qué pasa si tu jefe lo descubre? —pregunté, todavía intentando procesar lo que acababa de escuchar.

La sonrisa de Claude se desvaneció, y por primera vez, vi algo de miedo en sus ojos.

—Si lo descubre... —Hizo una pausa, su voz bajando hasta convertirse en un susurro—. Me mata.

Me quedé en silencio, tratando de entender todo lo que acababa de suceder. Un tipo estaba sentado en mi cama, confesándome sus sentimientos y diciéndome que podía morir por ello.

—Esto... esto es una locura —dije, más para mí mismo que para él.

Claude se encogió de hombros, su sonrisa volviendo a su rostro.

—La vida está llena de locuras, Hiroshi. Y ahora, tú eres una de las mías.

Intenté calmarme y aceptar que, por más loco que pareciera, ahora esto era parte de mi vida. Me senté en el suelo, frente a Claude, quien permanecía en mi cama, recostado como si estuviera en su propia casa.

—Necesito respuestas —dije, mirándolo fijamente.

Claude levantó una ceja, una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro.

—¿Y crees que soy el indicado para dártelas?

—Tú eres la única persona que tengo enfrente ahora mismo, ¿no? —respondí, cruzando los brazos.

Él soltó una pequeña carcajada, inclinándose hacia adelante para apoyarse en sus rodillas.

—Está bien, Hiroshi. Pregunta lo que quieras.

—¿Qué son ustedes exactamente? —dije sin rodeos.

Claude me miró, inclinando la cabeza como si estuviera evaluando cuánta verdad podía manejar.

—Somos demonios, Hiroshi. Pero no todos somos iguales.

—¿Cómo que no son iguales? —pregunté, frunciendo el ceño.

Él suspiró y comenzó a explicar, su tono más serio que antes.

—Yo soy un demonio original. Siempre he sido así. Desde el principio, he trabajado para el diablo y, sinceramente, me encanta. Es mi naturaleza, es lo que soy.

Asentí lentamente, aunque no podía imaginarme "amar" trabajar para alguien tan temido como el diablo.

—¿Y los otros? —pregunté.

Claude esbozó una sonrisa divertida, como si estuviera a punto de contarme un chisme interesante.

—Bueno, el de cabello negro, Kou... él no siempre fue un demonio. De hecho, fue un ángel.

Mis ojos se abrieron de par en par.

—¿Un ángel? ¿Cómo termina un ángel convirtiéndose en un demonio?

—Desobedeció las reglas. —Claude se encogió de hombros como si fuera algo cotidiano—. En el cielo, no hay margen para errores, y él rompió una regla importante. Así que lo desterraron, y bueno... terminó siendo uno de nosotros.

La idea de un ángel cayendo del cielo para convertirse en demonio me parecía sacada de un cuento, pero viendo a Claude frente a mí, sabía que no podía descartar nada.

—¿Y el otro? El de cabello rojo...

La sonrisa de Claude se desvaneció un poco, y su tono se volvió más sombrío.

—Dante es un caso complicado. Es mitad demonio y mitad humano.

—¿Qué? ¿Eso es posible? —pregunté, sorprendido.

—Cuando los demonios interactúan demasiado con los humanos, a veces pasan cosas... indeseadas. —Claude hizo un gesto vago con la mano—. Dante fue el resultado de uno de esos "errores".

—¿Y por eso trabaja para el diablo?

—No exactamente. —Claude se inclinó un poco más hacia mí, como si estuviera compartiendo un secreto—. Los demonios querían eliminarlo. No era algo "permitido". Pero Dante, siendo el obstinado que es, hizo algo...

—¿Qué hizo?

—Llegó a un acuerdo con el jefe. Se ofreció para trabajar en su nombre, haciendo tareas que otros no podían. Y bueno, ya sabes cómo le encantan los tratos al jefe.

Claude se recostó de nuevo, con una sonrisa que no sabía si era por orgullo o por diversión.

—Y ahora somos un equipo. Cada uno con sus propias razones, pero todos bajo el mismo jefe.

Me quedé en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Demonios originales, ángeles caídos, híbridos... Era demasiado para asimilar de una sola vez.

—¿Y Sayuri? —pregunté finalmente.

Claude me miró por un momento, su expresión neutral.

—Sayuri es especial. Su historia no me corresponde contarla, pero... digamos que tiene sus propias cicatrices.

Sentí un escalofrío al recordar su mirada fría y cómo podía leer la mente de cualquiera. Tal vez no quería saber más de lo necesario.

—Esto... esto es mucho —dije finalmente, pasándome una mano por el cabello.

—Lo sé —dijo Claude, sonriendo de nuevo—. Pero al menos ahora tienes un poco más de contexto.

Lo miré, todavía inseguro de qué pensar. Claude parecía demasiado cómodo, demasiado relajado para ser alguien que trabajaba para el diablo. Pero sus palabras resonaban con una extraña verdad.

—¿Qué más debo saber? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

—Oh, Hiroshi, apenas estamos empezando. —Claude sonrió, sus ojos brillando con una intensidad que no pude descifrar—. Bienvenido al mundo del diablo.