Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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Capitulo 14
Durante el viaje a la ciudad, Sir Edmund y Eliza comenzaron a conocerse
mejor. Edmund resultó ser un hombre de gran integridad y compasión, sucesor de
un marquesado y un miembro respetado de la corte real. Su conversación reveló
una profunda empatía por la situación de Eliza y los niños.
—Lamento mucho la pérdida del duque —dijo Edmund, su voz suave pero
sincera—. Entiendo lo difícil que debe ser para ti y para los niños enfrentar
esto solos.
Eliza suspiró, sus ojos llenos de preocupación. —Es un desafío constante.
Estoy haciendo todo lo posible, pero ahora con Alexander de vuelta... no sé
cómo mantener a los niños seguros.
Edmund la miró con seriedad. —¿Qué necesitas, Lady Eliza?
—Un caballero que cuide de los niños —respondió Eliza, su voz cargada de
desesperación—. Alguien en quien pueda confiar, sin importar el costo.
Edmund asintió, reflexionando por un momento. —Hay un lugar en la ciudad, un
centro de mercenarios capacitados. Podrían proporcionarte alguien con las
habilidades necesarias para proteger a los niños.
Eliza sintió una chispa de esperanza. —¿Podrías llevarme allí?
—Con gusto —dijo Edmund, sonriendo amablemente.
Al llegar al centro de mercenarios, Edmund y Eliza fueron recibidos por el
encargado, quien les mostró a varios candidatos. Uno de ellos se destacó
inmediatamente: Sofía, una mujer diestra con las armas, pero con un aspecto
dulce y amable.
—Sofía puede pasar fácilmente por una criada —dijo el encargado—, pero no
dudaría en proteger a los niños con su vida.
Eliza miró a Sofía, evaluando su potencial. La mercenaria respondió con una
sonrisa cálida, pero sus ojos mostraban una determinación férrea.
—¿Aceptas el trabajo? —preguntó Eliza.
—Por supuesto, mi señora —respondió Sofía, inclinando la cabeza—. Haré todo
lo necesario para proteger a los niños.
Eliza se despidió de Sir Edmund con gratitud. —Gracias por todo, Sir Edmund.
No sé cómo podré devolverte este favor.
—No es necesario, Lady Eliza —respondió Edmund con una sonrisa—. Estaré a tu
disposición siempre que lo necesites. Puedes buscarme...No eres lo que dicen de ti my lady.
—Supongo que es un alivio—sonrío—, no dude en visitarme si desea my lord.
Con Sofía a su lado, Eliza regresó al castillo, sintiendo un poco más de
seguridad. Sin embargo, sabía que aún enfrentaba grandes desafíos,
especialmente con Alexander.
Al llegar, Eliza encontró a Alexander en el salón, rodeado de mujeres de
dudosa procedencia. La escena la llenó de indignación.
Había cosas al aire que los niños no debían ver.
—¿Qué está pasando aquí? —demandó Eliza, su voz temblando de ira.
Alexander se volvió hacia ella con una sonrisa burlona. —¿Qué importa? Estas
mujeres no son diferentes a ti, Eliza. Solo están aquí para pasar un buen rato.
Eliza sintió que la sangre le hervía. —¡No te atrevas a hablarme así!
—¿Qué pasa "madre" te es incómodo de ver? pues deberías irte—dijo Alexander.
—Los niños están arriba, si ellos ven esto...
—No parece ser algo que te avergüence, después de todo así conociste a mi padre.
La discusión se intensificó rápidamente. Las palabras hirientes de Alexander
la hicieron perder la calma y, en un arrebato de ira, Eliza lo abofeteó en la
mejilla. La habitación quedó en silencio por un momento antes de que Alexander
la tomara de la muñeca, su agarre doloroso.
—No vuelvas a hacer eso, Eliza —dijo con una voz baja y amenazante—. No
tienes idea de con quién estás tratando. Si vuelves a desafiarme, te
arrepentirás.
Eliza sintió el miedo apoderarse de ella, pero también una furia ardiente.
—¡Eres un monstruo! No tienes ningún respeto por tu padre, por tu familia.
¡Eres una vergüenza!
Alexander se inclinó hacia adelante, su rostro a centímetros del de Eliza,
sus palabras llenas de veneno. —Tú no eres mejor que las prostitutas que
frecuentan estos pasillos. Solo eres una cazafortunas que se aprovechó de un
hombre moribundo para asegurar su lugar. Y te aseguro, Eliza, que tu tiempo
aquí está contado.
Eliza sintió una ola de rabia y desesperación. —¡No permitiré que destruyas
lo que tu padre construyó! ¡No te dejaré hacerles daño a Thomas y Anne!
Alexander la soltó bruscamente, empujándola hacia atrás. —Recuerda tus
palabras, Eliza. Las pagarás con creces.
Eliza retrocedió, temblando de rabia y desesperación, antes de girarse y
huir a su habitación. Cerró la puerta de golpe, sus respiraciones rápidas y
superficiales. Cayó al suelo, las lágrimas corriendo por su rostro mientras
intentaba calmarse.
Sofía entró en la habitación poco después, encontrando a Eliza en estado de
shock. Se arrodilló a su lado, su voz llena de preocupación.
—Mi señora, ¿qué ha sucedido?
Eliza levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas. —Alexander... es un
monstruo. Me ha amenazado... no sé cómo proteger a los niños.
Sofía apretó la mano de Eliza con firmeza. —No se preocupe, mi señora. No
permitiré que nadie les haga daño. Estoy aquí para ayudarla.
Eliza asintió, tratando de calmar su respiración. Sabía que tenía que ser
fuerte, no solo por ella, sino por Thomas y Anne. Con Sofía a su lado y la
promesa de apoyo de Sir Edmund, quizás aún tenía una oportunidad de superar las
adversidades que enfrentaba.