Esta es la historia de una joven enfermera, que tuvo que pasar por muchas adversidades, pero eso no la llevo a rendirse y lucho por lograr su sueño.
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14
— Me dijo Camila, la secretaria de la escuela.
— "Señorita Juana Anaya, la esperan en Rectoría."
— Todos se voltearon a mirarme y se miraron entre sí, mientras cruzaba un silencio. Por mi cuerpo cruzó un frío y pensé en muchas cosas.
— Me levanté y caminé hacia la oficina.
— Toqué en la puerta y dijeron: "Siga adelante."
— Estaban el gerente, el Dr. Luis Borbones, la secretaria Camila y la famosa profesora Mercy, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja y me miraba con burla.
— Dije: "Buenas tardes." Eran las doce del día, ya íbamos a salir de las primeras clases del día.
— Respondieron: "Buenas tardes, adelante, siéntate, Juana."
— Contesté: "Gracias." Me senté y comenzó a hablar el Dr. Borbones.
— "Juana, usted sabe que nosotros llevamos una calificación mensual, y usted no ha dado la talla. Sus calificaciones siempre son malas."
— "La jefe Mercy, quien está encargada de ese seguimiento, nos ha dado sus calificaciones y la verdad nos da mucha pena, pero usted no puede seguir."
— La verdad es que yo solo la miraba a ella y veía cómo se alegraba, y solo pensaba qué mujer tan mala es, algún día la pagarás.
— Me entregaron toda mi carpeta y me levanté.
— "Muchas gracias por todo," dije.
— Salí, me tocaba ir al salón por mi bolso y una carpeta que tenía.
— Al llegar al curso, me preguntaron qué te dijeron, Juanita. No respondí, recogí mis cosas y salí caminando rápido.
— María salió detrás de mí y Mariana me agarró del brazo.
— María me dijo: "Juanita, ¿qué te pasó, mija? ¿Qué te dijeron, mija?"
— La verdad no me salían las palabras y al responder se me salieron las lágrimas y ellas me abrazaron.
— Les respondí: "Me echaron, lloré." María se puso a llorar también.
— Les dije gracias por todo y salí rápido, quería estar sola y llorar.
— Me fui caminando hasta la casa.
— Cuando llegué a la casa, me dijo mi mamá: "Ajá, ¿tú qué haces aquí?"
— Miré a mi mamá, tragué saliva y le contesté: "Me sacaron de la escuela."
— Mi mamá me dijo: "¿Cómo así que te sacaron? No, señor. Dime qué te dijeron."
— Le conté lo que había sucedido.
— Me dijo mi mamá: "Ya es que vamos allá, pero a ti no te sacan."
— Se cambió mi mamá de ropa y salimos caminando otra vez para ir a buscar a Porfilio a la Gota de Leche, pero al llegar allá no estaba y como era viernes seguro no venía.
— Mi pobre madre, al ver que no encontramos a Porfilio, se sentó en una matera del jardín a llorar.
— Cuando de pronto se acerca un hombre mayor, como de unos sesenta años, le pone la mano en el hombro a mi mamá diciéndole: "Mija, mija, ¿qué tienes?"
— Mi mamá levantó su mirada y respondió: "Ay, médico, cómo está. Imagínese que me la sacaron de la escuela de enfermería," siguió llorando mi mamá.
— Le dice aquel señor a mi mamá: "No, mija, espérate, espérate." Me mira y me pregunta: "Mija, ¿tú no tienes un lapicero por ahí?"
— Contesto yo: "No, señor, pero ya se lo consigo."
— Le pedí prestado un lapicero y un pedacito de hoja al vigilante, quien muy educado me hizo el favor.
— Mi mamá le dice: "Mire, médico, ella es la mayor con Antonio."
— Me mira y dice: "Mucho gusto, mija, Pompilio Montes. Yo conozco a tu mamá desde que era joven."
— Y se dirige a mi mamá otra vez: "Ajá, mija, dame razón del mono de tu marido, mija."
— Mi mamá le dice: "Ay, médico, ahí está usted. Sabe que lo votaron del tránsito y ahora que nos vinimos para acá estamos mal y por eso yo quería que ella estudiara enfermería para que nos ayude. Usted sabe."
— "Espérate y ella va a seguir," escribió en el papel una nota dirigida a la jefa de jefe, una señora muy buena gente que siempre estaba alegre, risueña.
— "Usted conoce a Imelda Ruiz, me preguntó."
— Respondí: "Sí, señor."
— Continuó: "Bueno, ustedes van ahora y le entregan a ella, ella es mi amiga del alma, una morena muy elegante, ¿cierto?"
— Respondí: "Sí, señor."
— Nos dijo: "Bueno, vayan. Le dicen que ahí le mandé yo, Pompilio Montes."
— Le entregué el lapicero al vigilante dándole las gracias, nos despedimos del médico y salimos a pie hacia la escuela de enfermería, caminando rápido para llegar antes de que se fueran.
— Al llegar, estaba el celador afuera y al verme me sonrió.
— Dije al celador: "Buenas, ¿la jefa Imelda Ruiz se encuentra?"
— Me respondió: "Sí, mija, adentro está. Entra, mija."
— Mi mamá y yo seguimos y gracias a Dios la jefa estaba en el pasillo, al verme se sonrió con esa hermosa sonrisa que iluminaba, era tan gentil.
— Le dije a mi mamá: "Ama, ella es la jefa Imelda Ruiz."
— Mi mamá la llamó y disculpándose le dijo: "Usted es la jefa Imelda Ruiz."
— Respondió ella: "Sí, señora, a sus órdenes, para qué soy buena."
— Mi mamá le entregó el trozo de papel y le dijo: "Aquí le mando Pompilio Montes y me dijo que usted es una gran amiga de él."
— Contestó ella: "Ah, sí, señora
— "Muestre qué dice ahí."
— Tomó aquel pedazo de papel entre sus manos y lo leyó, luego me miró y le dijo a mi mamá: "Espéreme ahí, ya vengo."
— Entró a la oficina del Dr. Luis Borbones y después de un rato salió y nos dijo: "Vengan adelante."
— Volví a entrar a la oficina donde me habían despedazado la bruja de Mercy.
— Dijo el Dr. Borbones a mi mamá: "Venga, doña, siéntese aquí."
— Mi mamá se sentó, cuando vemos que vienen entrando la bruja de Mercy y otra jefa que era súper hermosa llamada Margarita, la secretaria y la jefa Imelda.
— Comenzaron a discutir sobre mis calificaciones y mi mamá no dejaba de llorar. De pronto, le dice al Dr. Borbones: "Vea, doctor, no me parece justo. Mire estas manos, con estas manos yo lavé ropa ajena para conseguir dinero y poder ponerle veinte votos."
— "Porque a mí nadie me dio nada," y comenzó a llorar nuevamente.
— "Vea, doctor, ahí donde ve usted a esa niña, le exigimos mucho. Ella se viene a pie sin desayuno y a veces vuelve a la casa y no encuentra almuerzo y después otra vez vuelve y se viene hasta la tarde, que se va a pie otra vez para la casa."
— En ese instante, todos me miraron y Mercy tenía los ojos aguados. Yo solo miraba, no hablaba.
— Continuó mi mamá: "Pregúntele al Dr. Porfilio Peña para que vea que no son mentiras, que a veces él le ha regalado para los pasajes y las copias y ella prefiere ir a pie y hacer los trabajos a mano, por llevar el dinero para la comida de sus hermanitos," y seguía llorando mi mamá hasta que le trajeron un vaso de gaseosa.
— Después de como una hora, creo, pues se me hizo tan largo esa reunión, dijo el Dr. Borbones entonces...