Seducción Encubierta

Dos días después de que Ethan fue a su imperio de tecnología y que fue heredado por sus padres al morir, Harper se encontraba frente a su escritorio blanco en su lujoso apartamento, investigando a Ethan Reynolds en internet. Su búsqueda no arrojó resultados relevantes, alimentando la sospecha que crecía en su interior. La actitud de Ethan no encajaba con la de un empresario común. Harper había conocido a muchos magnates y millonarios, y todos ellos presumían de sus lujos, empresas y dinero. Ethan, por el contrario, se mostraba nervioso al hablar de su empresa, un comportamiento que despertaba las alarmas en Harper.

No quería que un desconocido la siguiera o la espiara, y mucho menos tener problemas con la policía o el FBI. La incertidumbre y la desconfianza se apoderaban de ella. Harper no podía negar la atracción que sentía por Ethan. Su porte misterioso, su mirada penetrante y su astucia la intrigaba. Sin embargo, una profunda inquietud la carcomía por dentro. La sospecha de que él no era quien decía ser la atormentaba. ¿Y si en realidad era un detective o un agente encubierto? La sola idea la llenaba de un amargo sabor a traición. Si sus sospechas se confirmaban, el dolor y la rabia la inundaría por dentro. Se sentiría engañada por el hombre que había empezado a ocupar un lugar en su corazón. No toleraría que alguien le mintiera de esa manera, especialmente alguien en quien había depositado su poquita confianza. Aunque ella tampoco le dice la verdad a él sobre su pasatiempo favorito, pero quiere asegurar que no haya problema para su vida. Se levantó dónde estaba sentado, se paseaba de un lado a otro de la habitación, sus pasos silenciosos marcando un ritmo acompasado con el latir de su corazón acelerado, sumida en sus pensamientos.

La habitación se sentía sofocante, como si las paredes se encogiesen a su alrededor. La metáfora era palpable, un reflejo de la creciente intriga que la consumía. El tic-tac del reloj sobre el escritorio se había convertido en un latido constante, un recordatorio del tiempo que le quedaba antes de volver a encontrarse con Ethan.

La incertidumbre la mantenía en vilo desde el momento en que lo conoció. Cada segundo transcurría como una eternidad, su mente oscilando entre la anticipación y el miedo a que él fuese un agente. En su preocupación, Harper acudiría la ayuda de Lucas, un amigo y socio . Aunque no era un detective, Lucas poseía una amplia red de contactos en toda la ciudad y su capacidad para obtener información lo convertían en una excelente ayuda para ella. Lucas Indagaría información de Ethan, buscando pistas que confirmaran o rechazaran sus sospechas.

Sus pasos resonaban en la habitación, rebotando en las paredes como un eco de su inquietud. Los recuerdos de Ethan la asaltaban, una avalancha de imágenes y sensaciones que la sumían en una espiral de dudas. Su mirada penetrante, sus palabras precisas, todo se convertía en un enigma insoportable. ¿Qué secretos esconden esos ojos? ¿Qué emociones se escondían detrás de esa máscara de misterio? ¿Era posible que él sintiera el mismo torbellino que ella? ¿O solo era parte de su trabajo, una actuación impecable?.

Se acercó a la ventana, buscando refugio en la vastedad del paisaje nocturno. Las luces de la ciudad brillaban como luciérnagas en la oscuridad, un reflejo de la complejidad de sus propios sentimientos. Las estrellas, inmutables, observaban desde el cielo infinito, testigos silenciosos de su incertidumbre. ¿A dónde la llevaría este juego de mentiras y verdades a medias? ¿Era un camino hacia lo desconocido, o solo un callejón sin salida, una trampa para su corazón?

Harper se mordió el labio inferior, sus dedos inquietos tamborileaba sobre el suave tejido rojo de su vestido. La incertidumbre la consumía, dividida entre la irresistible necesidad de conocer la verdad sobre Ethan y el miedo a lo que esta pudiera revelar. Cada paso que daba se convertía en una apuesta en un juego peligroso, una danza entre la luz y la oscuridad.

Suspirando, se apartó de la ventana y se dejó caer en una silla cercana. Ajustó su collar con movimientos nerviosos, como si este pudiera anclarla a la realidad mientras su mente se perdía en un mar de preguntas sin respuesta. La incertidumbre la apretaba como un corsé, pero en medio de la tormenta, una chispa de alegría persistía. Un pequeño fuego que ardía a pesar de todo, un recordatorio de que incluso en la oscuridad, la esperanza podía florecer.

Un escalofrío recorrió la nuca de Harper Montclair. Un cosquilleo que no era solo el frío de la noche, sino la intuición aguzada por años de navegar en aguas turbulentas. Mientras pensaba en el misterioso empresario a la luz de la luna, supo con una certeza aterradora que estaba en medio de algo mucho más grande de lo que jamás había imaginado.

Su mente era un torbellino de preguntas. ¿Qué secreto escondía este hombre? Y, lo más importante, ¿podía continuar con el engaño sin perderse en la oscuridad que la rodeaba?

Su relación con el empresario era una farsa, un castillo de naipes construido sobre mentiras y medias verdades. Ella, una estafadora consumada, había tejido una red de engaños para obtener lo que quería. Pero ahora, la telaraña se estaba volviendo contra ella, atrapándola en una espiral de incertidumbre y peligro.

Cada mirada, cada palabra del empresario la acercaba a la verdad, una verdad que amenazaba con destruir todo lo que había construido. ¿Podría revelar la verdad sin poner en riesgo su vida y su libertad?, ¿O era mejor continuar con el engaño, a pesar del creciente malestar que carcomía su alma.

Por su parte, el agente continuaba con su investigación sobre ella y su familia, haciendo conexiones sobre sus amigas y los hombres que ha estafado, buscando pistas y revelando detalles que arrojan luz sobre la engañosa red que ha sido tejido por Harper. Crecen sus sospechas, pero también su pasión por la misteriosa mujer. Un dilema ético lo atormenta: Debería arrestarla por sus crímenes o darle la oportunidad de redimirse.