La vida en la época victoriana años después de la segunda revolución industrial y de las dos guerras del opio. Está es la vida de un profesor con su hija y la maldición del vestido azul.
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Sheila se ha ido
Sheila se siente mal y pide a Thomas que la escuche.
-Thomas, me faltan tres meses para que el bebé nazca, pero me siento mal.
- Sheila ¿Qué es lo que sientes?
- Ya no puedo más.
- Eso te pasa por terca en tener al bebé cuando no debías. – Se altera.
- Pero hace cinco años tuvimos a Alexander ¡Han pasado cinco años!
- Si, son cinco años. El doctor dijo que no más hijos, y tú ¿Qué hiciste? Decidiste tenerlo. – Está renegando.
- ¿Qué culpa tienen los hijos?
- Eres terca. - le grita.
- Busca a Sophia y pídele que me ayude, de verdad ya no puedo más. No quiero perder al bebé, por Dios, Thomas, ella es tu hija. Alex y el por nacer son sus hermanos, que ella se apiade de sus hermanos.
- Hablaré con ella, pero si ella no quiere...
- Explícate bonito, - le corta la conversación - es tu hija. Sophia es la hermana mayor, quien mejor que ella para que los cuide. Ya no puedo más Thomas, busca tu hija. - ella está muy suplicante.
- Después de las clases iré a verla a su trabajo y le hablaré.
Así fue, a la hora de almorzar, Thomas fue al bar y al ver su hija le pidió para hablar.
- No puedo hablar con nadie, tendrá que pedir permiso al patrón.
Thomas pidió hablar con el patrón y éste accedió.
- Sí, señor ¿Pasó algo con la empleada?
- Soy Thomas Lauren, el padre de Sophia, necesito hablar con mi hija. El asunto es familiar.
- ¿Quién va a atender?
- Seré breve para no perjudicar.
- Lo estaré observando. – amenaza con tono y mirada.
- Gracias por su comprensión.
Thomas tiene el permiso de hablar con su hija.
- Sophia, mi esposa Sheila está muy mal. Ella quedó embarazada otra vez, pero ella me pidió que la ayudes.
- Tengo que trabajar.
- Sophia, ayúdame con tus hermanos, pronto se quedarán sin madre.
- Yo cuando yo quedé sin madre, usted me mandó a trabajar, que trabaje él también, en mi época – no le permite hablar nada su padre - muchos niños cargaban sus hermanitos.
- Yo sólo quería que seas fuerte, sólo de palabras no sirve, tenías que pasar por experiencia.
- Usted me odia, ha hecho de todo para dejar en claro que me odia y también odió a mi madre. Recuerdo muy bien que usted nunca guardó luto. – era firme con sus palabras.
- Por tus hermanos. - le suplica. - mira lo fuerte que te has vuelto. Agradece.
- Él tiene cinco años, tiene edad suficiente para trabajar, que se haga fuerte él también, yo empecé a los cuatro.
- Por lo menos apiádate del niño por nacer. – Thomas de verdad está preocupado por sus hijos.
- Que trabaje su hijo, que se gane su pan y del bebé por nacer puedes encontrar nodriza.
- Tómalo como práctica para cuando seas mamá, seguro pronto conocerás a alguien.
- Señor Lauren, la puerta está abierta.
Thomas no podía levantar la voz, ni la mano. Estaban dentro del bar y el dueño estaba observando para asegurarse de que sea breve. Él se siente como si estuviera entre la espada y la pared, cierra los puños hasta dejar los nudillos en blanco. Él ha envejecido, ha aprendido cosas, ama a su hijo, no quiere que trabaje y le preocupa la vida del que está por nacer. Ahora tiene que pensar en como convencer a Sophia para que lo ayude, ¿Qué le puede atraer a Sophia para que acepte cuidar se sus hermanos?
Philip ha visto todo en el bar, al final el turno de trabajo de Sophia, él la aborda.
- Hola, Sophia ¿Cómo estás?
- No sé qué decir. – suspira con pesar.
-Te vi hablando con un hombre – habla con cuidado para evitar malas reacciones – se parece al científico matemático que enseña en la universidad.
- Ese hombre lo conozco. – lo dice con tristeza – Es Thomas Lauren, mi padre.
- ¿Thomas Lauren es tu padre? – está totalmente sorprendido. – Con el llevo cursos de química y física.
- Él hacia trabajar a mi mamá mientras me esperaba, la hizo trabajar después de tenerme y conmigo tenía que trabajar. Después que mamá murió, él nunca guardó luto, es más al día siguiente, me mandó a trabajar y me dijo que tenía edad suficiente para ganarme el pan.
- Él no puedo haber hecho esto.
- No lo conoces.
- ¿Cuántos años tenías para ese entonces?
- Cuatro años. Ahora su esposa está muriendo y el bebé está por nacer. Ya tiene un hijo de cinco años, que trabaje su hijo.
- Él no tiene la culpa de lo que pasó.
- Yo tampoco. Pero lo hice. El niño tiene cinco años, puede hacerlo.
- Ten compasión del niño, si gustas te ayudo, al terminar las clases.
- No te metas en los asuntos que no son de su competencia. – Sophia se traga su tristeza y regaña a Philip.
- Si necesitas ayuda económica, mi papá te puede ayudar, es terrateniente por que es dueño del 10% de la tierras del reino.
-¡Vaya! Si que eres presumido. Y lo repites como si fuera sorda.
- No soy presumido, mi papá puede destruir a cualquiera con sólo escribir una carta a uno de sus contactos.
- ¿Me estás intimidado con el poder de tu padre?
- Sólo te digo la verdad. Nosotros, los Michaels, tenemos mucho poder e influencia ante cualquier cosa.
- ¿Alguna otra historia que deba creer?
-Te acompaño a la casa de tu padre, pero por favor no repudies a tus hermanos, ellos son inocentes, no lo hagas por tu padre, hazlo por ellos.
Sophia fulmina a Philip con la mirada.
- No me mires así. Ayuda a estos niños, se quedarán sin madre.
- Y yo ¿Qué? Yo pedí mi mamá a los cuatro y tenía que trabajar.
- Ellos son inocentes, yo te ayudo. Pero que estos niños no queden en abandono. Soy el octavo hijo, es decir el último. Y tener hermanos mayores es sentirse muy protegido, cuando crezcan te lo agradecerán.
- Tú no entiendes. Y me canse de escuchar la misma estupidez que ellos son inocentes y yo no.
- Estas encerrada en el pasado, deja esa carga. Imagínate a tus hermanos que te digan te quiero y te den un abrazo, yo veía en mis hermanos un gesto feliz.
- Por favor, Philip, no sigas.
- Estas con la mente saturada. Bota las cosas basura como dice mi mamá.
Philip le toma por mano, y le pide que la lleve a casa de su padre, pero él está en encuentro de ellos.
- ¡Sophia! – no se esperaba ver a su hija tenida por mano de su alumno.
- ¡Señor profesor! – Philip se puso pálido y se aferra más a la mano de Sophia.
- Sophia, no sabía que tenías pareja ¿Desde hace cuánto tiempo que están juntos?
- Recién, estamos empezando a conocernos, señor profesor.
- Ya veo. Sólo buscaba a mi hija para decirle que el doctor ha venido y quiere verla.
- Tendré que irme, gracias por la compañía.
- Sophia, el doctor está que espera, vamos de una vez.
Thomas jala a Sophia del brazo, la arrastra y Philip tuvo que dejarla ir, pero en silencio los sigue. Thomas llegó a casa con Sophia y le presenta el doctor quien está en sala y con Sheila sobre la mesa
- Doctor, le presento Sophia, es mi hija mayor.
- Señorita, buenas tardes. Soy el doctor Smith, voy practicar una cesárea a su madrastra, como puede ver ella está aquí amarrada, ella no llegará a mañana.
- Pero no tiene nueve meses.
- Ella ya no puede más. Le voy a dar indicaciones de cómo cuidar de su hermano después del nacimiento.
- Doctor, voy a sacar de paseo a Alexander.
- Mejor.
Thomas fue a la habitación de Alex y el niño estaba montado sobre su caballo de madera.
- ¡Papá! – esta feliz de ver a papá.
- Vamos a dar un paseo.
-Sí.
- Ven, dame tu mano.
El niño se baja de su juguete y da la mano a su papá.
- ¿Mamá también viene?
- No, cariño. Ella no puede venir. Ese paseo será un paseo de hombres.
El niño sale de la habitación dando brincos, un paseo de hombres con papá. Thomas lo saca rápidamente de la casa. El doctor mientras procede con la cirugía le da explicaciones a Sophia para que lo ayude.
Philip se mantuvo oculto para evitar ser denunciado por violación de privacidad. Pero pudo escuchar los gritos de una mujer, pensó que eran los gritos de Sophia, se estremeció y huyó del lugar con el corazón oprimido.
El niño nació, es muy pequeño, bajo de peso, es sumamente frágil, está vivo pero mamá está muerta, el bebé no vio su madre y la madre nunca vio su hijo. Thomas está triste, no se imagina verse sólo con sus hijos, pero ver a Alexander saltar de alegría es su motivo de seguir adelante. Pero también está esperanzado en que su hija lo ayude, la necesita de verdad.
en palabras, que dan por resultado tantas historias. Felicitaciones.