El Sabueso Del Mafioso. (Temp. II)

¿Quiero que me acompañe al banquete de los Robles? - le pregunto de repente.

Le haré saber a ese niño que no puede codiciar las cosas de otros. Ya tuvo una vez lo que quería y no lo valoró, así que no interfieras en su vida y mucho menos si su nuevo hombre soy yo.

- ¿Por qué haría eso? A nosotros no nos invitaron - responde nerviosa mientras se viste.

Su rostro de temor y confusión me alerta. ¿Por qué reacciona así? ¿Acaso hay información que no sé? Intrigado, la miro fijamente.

- Porque quiero que lo hagas. Además, es un banquete al que no podemos negarnos a asistir. Recuerda lo que hicimos y con esto le daríamos más solidez a nuestras palabras. Como tu hermano no puede acompañarme, tú eres la más indicada. - intento persuadirla.

La veo vacilar por un momento, pero después asiente a regañadientes. ¿Qué escondes, Verónica? ¿Qué más secretos ocultas?

Sin profundizar demasiado, me despido de ella y me marcho. Ya con una idea en mi cabeza, llamo a uno de mis hombres y le ordeno investigar a Verónica y, principalmente, su relación con los Robles. De cualquier manera, voy a averiguar la verdad. Aunque tenga que revivir el pasado.

Con todo preparado minuciosamente, le entrego a Verónica su vestido, escogido cuidadosamente por mí, el cual hace juego con mi vestimenta. Haré que esta noche Carlos Roble explote de impotencia y rabia al verme con ella. Así mismo, podré afirmar o desistir una teoría que anda rodando en mi cabeza. Este encuentro será clave para mis planes personales y profesionales.

Ansioso, la espero en la sala. Verla con ese hermoso vestido verde esmeralda me hipnotiza. Realmente fue creado para ella. Combina a la perfección con sus hermosos ojos azules. Sus padres no pueden parar de elogiarla, recalcándole una y mil veces lo hermosa que está. Rafael está más fastidiado que nunca. No le agrada para nada la idea de que su preciosa hermana asista a tal evento conmigo. Así mismo, noto que con nadie más podría estar más segura. La única forma en que puedan dañarla es matándome, y eso es casi imposible.

Satisfecho, le extiendo mi mano. En estos momentos pasan por mi mente las mil maneras de destrozar ese vestido. Lo único que sé con certeza es que se lo quito esta noche a como dé lugar.

Orgulloso de mi compañera, le ordeno a mis hombres dirigirnos al evento. Armados hasta los dientes, llegamos al dichoso lugar. No puedo ocultar mi sarcástica sonrisa al contemplar la decoración. ¿Qué se cree un rey? Así mismo, me apiado de su padre. No tiene ni una semana de muerto y su hijo está alardeando de su riqueza. Realmente, en su caso, aplica el dicho que dice: "Cría cuervos y te sacarán los ojos".

Teniendo presente que se armará la de Troya, tomo a mi hermosa compañera de la cintura para dirigirnos hacia dentro. Una vez que colocamos los pies en el salón, atraemos las miradas de todos, especialmente la de él, que no está para nada satisfecho al verme en su compañía.

Complacido por su actuar, cínicamente me acerco a su mesa con la supuesta intención de saludarlo, pero sin apartar mi mano de la cintura de Verónica. Al contrario, la pego más a mí.

- Un gusto volverlo a ver, señor Roble. No sé si la conozca, pero le presento a mi mujer, Verónica Gómez - su fastidio es claro. Puedo asegurar que si ese chiquillo tiene un arma en la mano, me vuela la cabeza.

- ¿Mujer? - abre los ojos de par en par.

Aunque esa reacción no sólo la hace él sino también mi linda palomita.

- Exactamente, esta chica me hipnotizó desde el momento en que la vi. Fue así que no descansé hasta tenerla entre mis brazos, ¿verdad, amor mío? - digo antes de besarla. Aunque esté haciendo esto para enojarlo y que pierda el control, la verdad es que no miento. Desde el momento uno que la vi, sentí que nos conocíamos.

Sin poder ocultar su amargura, golpea fuertemente la mesa para después tomar el arma de uno de sus empleados y apuntarme.

- ¡Aléjate, hijo de puta, de ella en este preciso momento o te mataré! - me advierte.

- ¿Por qué lo haría? Dame una razón válida para que no pueda tocar a mi MUJER. Y si yo fuera tú, lo pensaría dos veces antes de apuntar. No quieres que este humilde invitado forme un caos por tu osadía - lo amenazo.

Supongo que aún considera a Verónica su propiedad, pero lo que no saben es que en el momento en que ella estuvo conmigo, fue mi mujer, así que de malas, porque no tengo pensado dejarla, solo muerto la tendrá. A regañadientes baja su arma, sabe perfectamente que se encuentra en el límite de la línea, un mal movimiento y puede perder el arduo trabajo de su familia.

- No creas que esto se queda así. - me amenaza, pero sus ojos no se despegan de mi acompañante, así que deduzco que estas palabras no van dirigidas del todo para mí.

- Te estaré esperando, Roble, pero que te quede claro que si le haces algo a la gente que está bajo mi protección, iré por tu cabeza. - digo antes de retirarnos de su mesa.

Cuando ya estamos lo suficientemente retirados, ella me empuja y me fulmina con la mirada.

- ¿Qué ocurre? - me hago el desentendido, sé perfectamente la causa de su molestia, a nadie le gusta que lo usen y eso es lo que acabo de hacer, y mi linda palomita no es boba para no darse cuenta.

- ¿Es en serio? ¿Sabes en el lío que me has metido? - me empieza a recriminar.

Aunque conozco sus preocupaciones, me importan poco. Ese bastardo es como un perro que pasa mostrando sus dientes, pero no hace nada. No obstante, no se puede subestimar. Un hombre con el ego herido es capaz de hacer cualquier cosa, y más con la personalidad de mierda que tiene ese idiota.