𝙱𝚒𝚎𝚗𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚊𝚕 𝙰𝚛𝚎𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊, 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚘𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚍𝚒𝚊𝚐𝚗𝚘𝚜𝚝𝚒𝚌𝚘... 𝚂𝚒𝚗𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚏𝚘𝚗𝚒𝚊.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜.
𝚄𝚗𝚊 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚎𝚛𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚜𝚞𝚊𝚟𝚎𝚜.
𝚈 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚜𝚙𝚒𝚝𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚞𝚛𝚊, 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚞𝚖𝚎.
¡𝙲𝚄𝙸𝙳𝙰𝙳𝙾!
𝙰𝚚𝚞𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 𝚐𝚛𝚒𝚝𝚊𝚗 𝚎𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜 𝚋𝚎𝚜𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚌𝚞𝚌𝚑𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜.
¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜, 𝙺𝚊𝚗𝚐? 𝙴𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚝𝚎... 𝙰 𝚜𝚞 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛𝚊.
𝙳𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚊 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚞𝚛𝚊... 𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛𝚊𝚜 𝚒𝚐𝚞𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜.
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Capítulo 1
—Hola mamá...
El tono de llamada sonó un buen rato hasta que atendieron la línea.
^^^—Hola tesoro, perdona que tardé en responder pero tenía las manos llenas de harina —respondió la cálida voz —. ¿Cómo fue tu viaje?^^^
Veía pasar por la ventanilla del taxi los densos montes a la vera de la ruta y los carteles de "Bienvenidos a Riverfield", pensando en cuánto faltaría para llegar a mi destino.
—Bien... El vuelo se retrasó unas horas pero ya estoy en camino, llegaré en unos minutos —respondí —. ¿Cómo está papá?
^^^—Oh ya sabés, ocupado en su taller —dijo — pero me ha encargado que te diga que te ama y que espera que te vaya bien.^^^
Suspiré sintiendo esa melancolía que siempre me envolvía cuando hablábamos de papá. Fue un hombre poco demostrativo toda su vida, pero aun así, con sus silencios demostraba amor.
—Dile de mi parte que yo también lo amo —sonreí observando por la ventanilla —. ¿Y Kai?
^^^—Tu hermano no ha querido salir de su habitación desde que te fuiste, ni siquiera ha bajado a almorzar —sentí a mi madre chasquear la lengua con reproche.^^^
—¿Por qué?
^^^—Ya te extraña... Él lo niega pero sé que es por éso —dijo —, tiene miedo...^^^
A lo lejos divisé mi llegada.
—Dile a ése tonto que la próxima me dé un abrazo antes de que me vaya, no quiero que termine siendo un insensible cómo papá —reí tratando de disimular el nudo en mi garganta —. ¿Se tomó sus pastillas?
^^^—Seguirá el régimen al pie de la letra, no te preocupes —dijo mi madre — ya tienes una carga muy grande, deja que me encargue un tiempo de ésto.^^^
—Lo sé mamá sólo... Sólo quiero que Kai esté bien...
^^^—Y lo estará... —suspiró al otro lado de la línea — Kai estará aquí... Esperándote.^^^
—De acuerdo —digo con resignación — mamá debo colgar, te llamaré cuándo pueda... Dile a Kai que lo amo.
^^^—No te preocupes tesoro, yo le digo. Suerte cariño, te queremos.^^^
Y la llamada finalizó.
—Señorita... Hemos llegado —me informó el taxista.
Guardé mi celular en el bolso de mano y esperé pacientemente a que el chófer estacionara adecuadamente. Le pague lo que le debía del extenso viaje y bajé mis maletas del baúl. El taxi arrancó y se perdió en la lejanía.
Yací de pié frente a las inmensas rejas qué bloqueaban la entrada, la palabra "MANICOMIO" podía leerse sobre ellas, mostrándose tan macabra cómo ella misma lo indicaba. Me acerqué al portero y toqué el botón para llamar a la recepción.
^^^—Buenos días ¿en que puedo ayudarle? —respondió una voz femenina del otro lado.^^^
—Mi nombre es Kang Aerin, vengo a ver al señor Park Edgar.
Se oyó un zumbido proveniente de la cerradura y la puerta comenzó a abrirse por sí sola, chirriando como un viejo secreto, permitiéndome el paso al jardín frontal. Una inmensa área de un prolijo césped verde, jardines de rosas blancas, y una muralla de arbustos y alambrado electrificado qué lo rodeaba. De la inmensa fuente de mármol blanco situada perfectamente en el centro del vergel, escurría con rapidez el agua cristalina de la que bebían los gorriones posados allí.
El cielo se había nublado desde que bajé del avión aquella mañana y se podía percibir un leve aroma ambiental a tierra mojada.
Llovería.
La edificación frente a mi era imponente, tan grande que sólo podía verse completa la fachada trabajada con una arquitectura poco moderna de ladrillos blancos y tejados azules.
Atravesé el desolado jardín con mis maletas a la rastra y un personal de seguridad me abrió la puerta del edificio principal. Por dentro se rompía aquel patrón arquitectónico antiguo, volviéndose cómo cualquier otro hospital del siglo moderno.
Me recibió la administración, pidiéndome amablemente que los acompañara hacia la oficina de quién sería mi empleador. Durante el recorrido me crucé con varios trabajadores del área de salud que transportaban de aquí para allá bandejas con fármacos, me observaron curiosos, de reojo, como quien ve llegar a una nueva pieza en un tablero que ya no entiende.
El silencio reinaba en los impolutos pasillos, apenas se oían mis pasos.
Finalmente llegamos al despacho de Park Edgar, lo supe por la placa dorada anclada a la hoja derecha de las dos pesadas puertas de roble.
—Adelante... El doctor Park la está esperando —dijo la mujer rubia que me había acompañado todo el camino.
Nuevamente el de seguridad me abrió la puerta y me permitió el paso hacia el despacho, una habitación visualmente agradable que olía a café y farmacia, tenue y cálidamente iluminada, siguiendo la misma ambientación de hace más de 300 años, generando un gran shock en el espacio y tiempo, cómo si aquel lugar no perteneciera al resto del internado.
El señor Park yacía sentado en su caro sillón de espaldas a mí, manteniendo cierta aura sería y misteriosa. Me acerqué al escritorio y me quedé allí de pie esperando algún tipo de reacción por parte del señor mayor, observé fugazmente mis alrededores, notando sobre la superficie de roble, un pequeño portarretratos con la fotografía de una niña en su interior, se la veía alegre y saludable.
El sillón del señor Park se giró y al fin pude verlo de frente.
...«Tan serio cómo me lo imaginaba». ...
—Bienvenida a Riverfield, señorita Kang —me saludó con una leve inclinación de cabeza — por favor, tome asiento.
Hice lo que me indicó, me senté en el mullido sillón de velvet negro y dejé sobre el escritorio un portafolio con algunas copias de mi documentación, legajos y curriculums.
—Espero que su viaje haya sido agradable —comentó esbozando una sonrisa que apenas rozó sus labios.
—Nada cómo un cambio de aire —contesté sonriendo de forma automática, como quien despliega un escudo.
—Éste hospital fue fundado por mí tatarabuelo hace un poco más de tres siglos y por generaciones mi familia ha mantenido éste lugar cómo una verdadera reliquia familiar.
—Un patrimonio majestuoso, por lo qué he leído es uno de los mejores hospitales mentales del país —le seguí la corriente.
—Es un hecho, ésta institución siempre ha mantenido una atención y profesionalidad de las primeras, garantizando el cuidado y progreso de nuestros pacientes —asintió — y por éso mismo está más que obvio que no nos permitimos ni un error... Apuesto que está enterada del terrible incidente con la última jefa de área.
—Claro, falleció un paciente por una sobredosis de ansiolíticos —respondí, enterada del tema.
—Y una falta tan grave fue sentenciada y debidamente castigada ¿sabés acaso la magnitud del daño emocional para la familia del fallecido? Es una pena —negó chasqueando la lengua —. ¿Sabe por qué acepté su solicitud, señorita Kang?
Negué.
—Porque su perfil es excepcional —me sonrió — su historial es prometedor y su trabajo en hospitales pediátricos como psiquiatra es impecable... Es lo que estuve buscando y confío en usted, confío en que hará un gran trabajo.
—Me alegra mucho haber cumplido con sus expectativas —sonreí con amabilidad ante los elogios del señor Park.
—Bien... Entonces hemos terminado —dijo él y se levantó de su asiento — Han Nelly te mostrará las instalaciones, será tu auxiliar de apoyo y podrás consultarle acerca de todo lo que necesites, mañana a primera hora te enviaré el archivo de todos tus pacientes.
Imité su acción y caminé hacia la salida junto con él. Caballerosamente me abrió la puerta y la blanca luz del pasillo fastidió mi vista acostumbrada al oscuro despacho.
—Bienvenida nuevamente señorita Kang —dijo con un ápice de diversión — la nueva jefa del Área Roja.