El señor Sekussu no kami (dios del sexo), es virgen. Es un anfitrión del club Sheisin y su primera clienta es Gala Reiko, una mujer mayor y muy rica, que viene al club despechada por la traición de su novio.
Él empieza ese día como acompañante, los llamados hosto, por pura desesperación. Ishikawa Nao, es el verdadero nombre del señor Sekussu y en su primera noche la señora Reiko lo escoge y lo besa, pero él la trata mal. Ella se va después de romperle la boca y llora en su casa por el desprecio.
Despues de esa noche Nao empieza a encontrarse con Reiko Gala en sueños cada noche sin faltar una y se convierte en su amante. Con el tiempo se enamora. Ella sueña lo mismo pero no ve la cara del hombre. Así pasan dos años hasta que se encuentran de nuevo y Nao, cansado de esperar, decide que ya es hora de ir a por ella.
¿Quieres saber porqué se encuentran en la dimensión de los sueños tras una puerta dorada?.
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Bombones de colores
Capítulo 14
—¡Date prisa Chihiro del demonio!. —La Reiko apuraba a su asistente como una niña impaciente. A veces la muchacha pensaba que la mayor de las dos era ella. Le hizo un gesto con las manos para que se calmara, pero cuando se trataba de chocolate, la jefa no tenía medida.
—¿No te parece que exageras un pelín?. Solo es chocolate… —Chihiro giró los ojos en la cuenca, expresiva.
—¿Solo chocolate?. ¡Decir eso es una herejía cuando se trata de los bombones de Aoki, por favor!. Son mejores que el sexo. —afirmó ella. Aunque dependía del amante. El suyo en sueños era mejor que cualquier dulce, por muy gourmet que fuera.
—Para el que le guste… —musitó la chica. A ella el chocolate y lo dulce en general no le hacía mucha gracia. Prefería mil veces el picante. Siguió con la mirada a Reiko Gala por todo el local mientras ella señalaba uno y otro y otro a la empleada. Llevaban casi una hora de espera en la calle para entrar.
En la pastelería Sadaharu Aoki en Tokio se cocina despacio. El cliente mira las vitrinas y escoge su producto disfrutando de los aromas y de los sonidos que desprende la pequeña cocina. Entrar ahí es una experiencia que, como la vida misma, pretende recorrer un sendero en el que lo efímero y lo bello van de la mano. Así es el espíritu japonés en muchos sentidos, un mundo en el que los pequeños detalles y nuestro paso por el mundo cobran sentido. El ikigai, el propósito de la vida, tiene gran importancia.
Gala miraba las hermosas creaciones con gula. Los productos de pastelería francesa con sabores japoneses como los macaron de té genmaicha, yuzu, matcha o sésamo, o también cruasanes de té verde, eran todos fruto de la imaginación y el buen hacer del chef pastelero Aoki, dueño y señor del lugar y de otras tres pastelerías más en la ciudad. Aunque lo mejor de todo eran sin duda sus eclairs o sus bombones de chocolate de mil colores, por los que se hace cola durante horas, si hace falta. Chihiro había sido la encargada de ponerse en la fila, por supuesto, mientras la jefa jugaba en el teléfono, cómodamente sentada en su limusina. Después de eso, Yamagawa odiaba más aún el chocolate.
Nao, estaba tres puestos por detrás de Chihiro en la cola. Era el cumpleaños de Mikasa en dos días y él sabía el delirio que le causaban los pasteles de esa tienda, así que fue con tiempo de sobra, para darle la sorpresa. No vio a Gala hasta que la asistente a punto de entrar le hizo señas de que la siguiera rápidamente. Ella no iba a ponerse a escoger por Reiko, ni de coña. Bastante era con que estuviera de pie todo ese tiempo para que la señora no se cansara y se resintieran sus lindos piececitos.
Yamagawa pensó que eran esos los días en los que odiaba su trabajo y a su jefa, pero se guardaba bien de decirlo, pues conocía el genio volátil de la Reiko. La gran señora bajó, estilosa, medias negras, falda de cuero, abrigo rojo, pelo al viento en ondas y perfume de peonías. Y Nao casi se desmaya al verla, esta vez tan cerca de el que estirando el brazo simplemente podría tocarla.
Ella bajó del coche como una diosa, con andares firmes y plomizos, esa forma de caminar que a él tanto lo seduce y esa forma de mirar que tienen sus ojos profundamente negros. La reconocería una y mil veces entre el gentío. Desapareció en la tienda con un tintineo de las campanitas al cerrarse la puerta y él empujó un poco a los que le precedían, aun a riesgo de molestarlos, pretendiendo asomarse y mirarla por el cristal. No la iba a perder esta vez.
Entraron los que estaban antes en la fila y Nao se removía inquieto como un galgo en la línea de salida de una carrera. Cuando por fin le llegó el turno, atravesó la puerta y se detuvo en la entrada para observar lo que estaba pasando dentro y así tener tiempo de diferenciar lo que le interesaba. De ese modo localizó a la persona que estaba buscando agachada frente un expositor con cara de niñita, casi pegando la nariz al cristal, como si así pudiera oler el dulce que era objeto de su deseo al otro lado.
Fue directo hacia ella y simuló mirar lo mismo. Todo el tiempo que la mujer recorrió cada estante, él la siguió, impregnándose la nariz de su aroma a flores. No distinguía cuáles eran, pero olía exactamente igual que en sus sueños. La miraba intentando que no se notara, pero tan intensamente que no perdía detalle de ella. Sus caderas suaves, su espalda delicada y esbelta, su perfil tierno de nariz respingona y labios abultados de un color cereza rabioso.
Toda ella era como lo soñaba, pero mejor, y Nao se sentía impelido a acercarse. Era un maldito imán para él, que aún hacía el intento de no parecer descarado ni abusivo, sin conseguirlo. Ella, sin embargo, no se daba ni cuenta. Quizá acostumbraba a ser el centro de la vorágine y ya ni sentía las presencias de alrededor. Su asistente estaba entretenida, sentada en una mesa, mirando a un laptop, esperando pacientemente.
Gala terminó por fin de seleccionar cajas y cajas de pastelitos, macaron y chocolates, y esperó en un lado mientras preparaban el pedido. Ahí fue cuando vio la oportunidad y se acercó a la caja hablando bajito con la encargada de cobrar. Cuando Gala fue a liquidar la cuenta, la mujer le señaló sonriendo al chico que ya había pagado todo.
¿Aún pasaban estas cosas? ¿Alguien le había pagado su pedido?. El aliento se cortó en su garganta cuando se giró hacia el hombre, un poco sorprendida, y vio al señor Sekkusu. Jamás olvidaría a ese hombre mientras viviera.