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Lucía La Princesa De Rubí

Lucía La Princesa De Rubí

Status: En proceso
Genre:Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono / El Ascenso de la Reina / Familia Ensamblada
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Atenea

La vida de Lucía era perfecta… hasta que invadieron el reino. Sus padres murieron, su hermano desapareció, y todo fue orquestado por su tío, quien organizó una revuelta para quedarse con el trono.
> Lo peor: lo hizo desde las sombras. Después del ataque al palacio, él supuestamente llegó para salvarlos, haciendo retroceder al enemigo y rescatando a la pequeña princesa, quedando así como un héroe ante todos.

> ¿Podrá Lucía descubrir la verdad y vengar a su familia?

NovelToon tiene autorización de Atenea para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Precio del Trono

POV: Carlos

Después del funeral de mi hermano, mandé a buscar al príncipe. Ya sabía que estaba muerto, pero según mis hombres, había caído por un acantilado. Cuando los soldados llegaron, encontraron a todos los caídos en batalla. Aunque me parecía fastidioso, di la orden de que los enterraran a todos y que ofrecieran una compensación a las familias. Como era de esperarse, los muy ignorantes me lo agradecieron; estaban tan conmovidos que lloraban.

Lucía no ha salido de su habitación y está muy callada. La entiendo, debe estar sufriendo, pero me molesta. ¿Por qué mi hermano podía ser tan importante? Puede que sea porque era su padre, pero aún así, me incomoda. Siempre he consentido a Lucía; es lo único bueno que tengo, y sé que me quiere. Solo es cuestión de tiempo para que se olvide de ese inútil de Arturo. Mi hermano, aunque muerto, sigue fastidiándome.

Me dirijo a la habitación de Lucía. Toco la puerta, pero no responde.

—Soy yo —dije—. Ábreme.

Escucho pasos suaves, luego el clic del picaporte. La puerta se abre apenas. Lucía baja la mirada, pero no necesita decir nada. Sé cómo se siente. A pesar de todo, sigue siendo amable, incluso ahora.

—¿Puedo pasar?

Ella asiente en silencio y se hace a un lado. Entro. El cuarto huele a lavanda, mezclado con tristeza. Hay un pañuelo arrugado sobre la almohada.

—Sé que no quieres hablar, y no tienes que hacerlo —digo, mientras me siento en una butaca junto a su cama—. Solo quería verte.

Ella toma asiento a mi lado, aún sin decir palabra. Sus ojos brillan, pero no llora.

—Has sido muy valiente, Lucía. No todos podrían soportar lo que estás viviendo con tanta dignidad.

Ella finalmente levanta la mirada. Esos ojos suyos, grandes, claros y Azules... me hacen sentir cosas que no sabía que aún tenía: ternura, culpa, ganas de proteger.

—Gracias por estar aquí —susurra.

Le tomo la mano. Es pequeña, cálida.

—Siempre lo estaré —dije, mientras un pensamiento fugaz cruzaba mi mente. Al ver a Lucía tan rota, por un instante me arrepentí de lo que había hecho. Yo era el verdadero culpable de su sufrimiento.

Pero el pensamiento se fue tan pronto como llegó.

Después de salir de la habitación de Lucía, me dirigí a mi despacho y mandé llamar a Saúl. Saúl fue un esclavo que conocí en uno de mis viajes al reino de Soler; aunque era excelente con la espada, seguía siendo un esclavo. Decidí comprarlo, a pesar de que la esclavitud está prohibida en Rubí, lo compre, pero le otorgué su libertad. Él me juró lealtad y ha estado conmigo desde entonces, ayudándome desde las sombras.

Saúl entró y me saludó haciendo una reverencia. Luego me informó que mi coronación será mañana, pues al no encontrar al príncipe Lucas, se le dio por muerto.

—Bien, Saúl. Pero recuerda que cometiste un error: Lucía te vio, y eso no estaba planeado. Por eso, desde ahora tendrás que usar esta máscara si deseas seguir sirviéndome —le dije mientras le pasaba la máscara.

Él la aceptó y respondió con solemnidad:

—A sus órdenes, mi señor.

Al día siguiente, me miré al espejo mientras los sirvientes ajustaban mi capa. El reflejo no mostraba nervios ni duda, solo determinación. El rostro de un rey sin corona... por unos segundos más.

Entré al Gran Salón entre ecos de un silencio expectante. Miles de ojos me siguieron mientras cruzaba el pasillo alfombrado de rojo y oro. Mis pasos eran lentos, firmes. La alfombra se extendía ante mí como una lengua de fuego, guiándome directo hacia el poder. Las paredes, cubiertas de tapices y escudos ancestrales, permanecían calladas. No sabían lo que yo sabía. No sabían lo que hice.

"Ay, hermano… tu trono ahora me pertenece. Ahora es mío."

Lo pensé sin un solo titubeo, sin una pizca de remordimiento. Solo la certeza afilada de una verdad que nadie más conoce.

Arturo me miró a los ojos cuando le atravesé el pecho. Siempre fuiste más fuerte físicamente, pero nunca más astuto. El palacio no cayó por enemigos externos... fue mi sombra la que ardió en cada rincón aquella vez. Aquella vez, hermano.

La multitud aplaude al verme pasar. Ignorantes. Leales. Fieles. Me llaman salvador del reino, protector de Rubí. Qué ironía tan perfecta.

Subo los peldaños del trono con una reverencia estudiada. El Sumo Consejero sostiene la corona: antigua, pesada, legendaria. "Ahora es mío." La frase me acompaña como una segunda piel, adherida al alma.

La corona toca mi cabeza.

Y el reino, me pertenece, Rubí es mío.

Después de que la corona tocó mi cabeza... y el aplauso se desató como una tormenta perfectamente orquestada, me levanté y no bajé la mirada. No debía hacerlo. El pueblo gritaba mi nombre como si ya me hubieran amado toda su vida.

La noche cayó sobre Rubí con una magnificencia solemne. Desde las torres más altas flameaban estandartes carmesí con bordes de oro. El palacio relucía bajo cientos de antorchas y candelabros, y cada rincón estaba perfumado con incienso y vino especiado.

Bajé del trono más tarde, con paso pausado, como un dios descendiendo del mármol. Nobles y cortesanos se abalanzaban con copas y sonrisas. Felicitaciones huecas. Juramentos vacíos. Me importaban tanto como el polvo bajo mis botas.

—¡Brindemos por el nuevo rey! —gritó alguien, y el salón estalló en vítores. Levanté mi copa sin beber.

Desde un balcón alto, observé. Las danzas eran frenéticas, los músicos no descansaban, y el vino corría como un río desbocado. Todos celebraban. Saúl estaba en las sombras, como siempre. La pequeña Lucía, hermosa y cautelosa, brillaba entre los invitados.

Después de que la fiesta terminara yo me encontraba en mi nueva habitación, donde todo olía a recién estrenado poder, me quité la capa real. La corona descansaba sobre la mesa. Pero la noche aún no terminaba.

Saúl entró sin anunciarse, como siempre.

—Su majestad —dijo con voz baja pero tensa— El rey Rolan está en la cabaña del Bosque del Norte. Lo espera.

Asentí sin una palabra. El trato no podía ignorarse.

La luna bañaba los caminos de Rubí con su luz pálida. Cabalgamos en silencio, acompañados solo por el crujir de las ramas y el rumor del viento entre los árboles. El bosque parecía más oscuro de lo habitual.

Al llegar a la Pequeña cabaña, de madera ennegrecida por los años y el humo, apenas iluminada por una sola vela tras la ventana. Saúl se detuvo fuera, como era su costumbre. Esta conversación no le pertenecía.

Empujé la puerta.

Allí estaba él. Rolan. Con la misma capa de viaje que siempre usaba.

—Es bueno verte, Rolan —dije.

Él no sonrió.

—Vaya… hasta que llegas, Carlos. Pensé que me dejarías esperarte por más tiempo.

—Sabes por qué estoy aquí —respondí, seco. Lo nuestro no era afecto. Era un pacto.

—Lo sé —asintió lentamente, levantándose de su silla—. Y como sabes… he venido por mi parte del trato.

—Tengo que decirte, mi estimado Rolan, que no pienso cederte la mina más grande de Rubí —dije sin rodeos.

Rolan frunció el ceño, incrédulo.

—¿Qué estás diciendo, Carlos? Ese no era el trato. Quedamos en que te proporcionaría a mi ejército para derrocar al rey Arturo, y a cambio tú me darías la mina.

—Sí... pero, ¿en serio creíste que te la entregaría? —respondí con una sonrisa fría—. No soy estúpido. Si te cedo la mina más grande, desestabilizaría la economía de todo Rubí. Pero en aquel entonces... necesitaba a tus hombres. Nada más.

Rolan dio un paso al frente, su voz endurecida por la furia.

—Teníamos un trato.

—Puede ser —admití, girándome hacia la puerta—. Pero no firmamos nada. No hay evidencia. Ni siquiera tus hombres me vieron en ningún momento, ¿cierto?

Me detuve un instante, mirándolo por encima del hombro.

—Por ende, no puedes hacer nada. Agradece que te dejo marchar con vida, Rolan. Debiste pensar mejor antes de venir solo.

Y sin esperar respuesta, salí de la cabaña.

1
Marta Aleida Sagarra Casamayor
Si la princesa supiera, quien asesino a sus padres.
Atenea
"Gracias, me alegra que les guste 🤗."
Limaesfra🍾🥂🌟
esta historia es impactante, cada capitulo.es mejor que el.otro
Alcira Castellanos
está muy interesante
Its_PurpleColor
Tu talento es inigualable, no detengas🙌
🦩NEYRA 🐚
Quiero más😃
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