Cautiva Por Tu Deseo

MELINA

–. Todo está delicioso –digo–. Gracias por haberme traído.

–. De nada –dice sonriendo–. Que bueno que te haya gustado.

Suelto un bostezo.

–. Eso te pasa por beber tanto –me regaña–. ¿Estás bien?.

–. No, no –niego con la copa en la mano–. No estoy ebria, solo cansada.

–. ¿Quieres que te lleva a casa? –pregunta riendo.

–. Mmhh... A casa –repito–. ¿A la tuya o a la mía?.

–. No me tiente señorita, por favor –dice riendo–. Anda, pagaré la cuenta y nos vamos.

Él levanta la mano para pedir la cuenta... Que sexy que es así. Bueno en todo momento es sexy.

Una vez que pago la cuenta nos levantamos para salir del restaurante. Una vez afuera el frío me pega de golpe y me tambaleó.

–. Ey... –me sujeta los hombros–. ¿Estás bien?

–. Si, si –afirmo temblorosa–. Solo fue por el frío –empiezo a reírme.

–. Eso paso por beber tanto –se ríe conmigo–. Y peor cuando golpea el frío. Anda vamos, estás ebria.

–. Te dije que no estoy ebria –niego–. Además es culpa tuya... Por ordenar vinos tan deliciosos como esos.

–. Tu amiga y hermana me van a matar cuando te vean así –dice–. No puedo llevarte a su casa así.

–. Entonces llévame a la tuya –lo miro–. Podría quedarme ahí.

–. Uuff... Otra no me queda –suspira riendo–. Anda vamos.

El valet trae la camioneta de Renzo y nos subimos a ella.

...****************...

Llegamos a la mansión de Renzo luego de un recorrido, lo mire todo el camino que guapo que es Jesús.

Bajamos de la camioneta y de nuevo el frío hace que me tambalee, sus brazos nuevamente rodean mis hombros.

–. ¡Uy otra vez! –digo riendo.

–. Está bien, tranquila –dice–. Vamos adentro.

Me levanta en brazos para entrar a la mansión, una vez adentro me deja en el piso.

–. Bien, ya estamos –se quita el saco–. Dame tu abrigo así lo guardo.

–. ¿Mí saco? –lo miro picarona–. Claro que sí.

Empiezo deslizar el saco lentamente por mis hombros con una evidente mirada, mientras termino de quitarme el saco voy caminando hacia él, quien retrocede lentamente.

Una vez que termino con el saco lo arrojó al suelo con suavidad, él sigue cada uno de mis movimientos mientras camina hacia atrás. Sus ojos de dilatan al tope. Me desea tanto como yo a él ahora.

De tanto caminar hacia atrás choca contra una pared detrás de él.

–. ¿Que estás haciendo? –pregunta con voz ronca.

–. ¿Que te parece...? –le respondo.

–. Escucha, estás ebria –dice con respiración rápida–. Te vas a arrepentir mañana, mejor duerme y...

Antes de que pueda decirme algo más, me lanzó a sus labios pegándome a él. Ni siquiera intenta resistirte toma mí cintura en sus brazos y responde a mí beso aún más apasionado que yo.

Llevada por la pasión desmedida me alejo un poco y le arranco la camisa haciendo que vuelen los botones.

–. Caperucita no es tan indefensa –me dice–. ¿Eh?.

–. Quiero ver qué el lobo soporte todo lo que quiero hacerle –le respondo jadeante.

–. Vas a ver entonces qué tan capaz es el lobo –se ríe.

Esa risa ronca altera todas mis hormonas aún más... Me enloquece.

Me levanta en sus brazos y me lleva hasta su habitación, una vez en el piso me quita el pantalón y el body. El lobo es bastante salvaje.

Intenta empujarme hacia la cama pero yo no lo dejo, me doy vuelta y soy yo quien lo empuja en la cama. Me siento a horcajadas sobre él y se levanta para besarme.

–. Mala elección, lobito salvaje –le digo.

Lo vuelvo a empujar en la cama para lanzarme a sus labios.

–. Maldición –gruñe–. Estás...

–. Si, lo estoy –le digo–. Caperucita está loca.

–. Más salvaje que el lobo –sonríe–. Y lo va a dejar loco.

Lo beso como si pudiera robarme su alma, aunque es lo que quiero. Intenta levantarse pero yo lo vuelvo a arrojar hacia el colchón, no entiendo cómo no me obliga, es mucho más grande que yo y puedo fácilmente manipularme.

Mis manos recorren su sensual cuerpo cuya piel arde como el fuego bajo mis manos, está igual de impaciente que yo.

–. Gamoto, den boro na to paro pia (Maldición, no aguanto más) –dice–. Basta, terminemos esto.

Toma mis caderas entre sus manos con toda fuerza y dominación, me empuja hacia la cama y me deja debajo de él. Me quita mí pequeño sostén arrojandolo a alguna parte de la habitación.

Se levanta para quitarse su pantalón y el boxer. Me quedo atónita... ¡JESÚS, EN EL PASADO ESTUVE CON UN NIÑO!.

Vuelve hacia mí y me besa. Lame y muerde cada parte de mí cuerpo sin dejar espacio en blanco, jamás sentí semejante placer.

Levanto las caderas instintivamente al sentir su virilidad rozando mí intimidad.

–. Hazlo... –suelto en un jadeo.

No espera más, dura y precisamente me invade haciendome ver las estrellas. Continúa con sus duros choques y la habitación pronto se llena de nuestros gemidos. Estoy ebria pero no de alcohol... Sino de él y de lo que me hace sentir.

Arqueo la espalda soltando un fuerte gemido al sentirme explotar, Renzo me acompaña poco después. Continúa besándome.

Deslizo mi boca por su hombro y brazo.

Cae a mí lado, ambos respiramos agitados. Mis ojos se cierran por si solos, quedo completamente dormida, no se cuanto tiempo pasa que siento una leve caricia en mí mejilla aunque intento no puedo abrir los ojos.