Cristian de la Fuente y Mía Ferrer se conocieron desde niños gracias a la relación cercana de sus familias. Mía es la ahijada de Victoria, la madre de Cristian, lo que los hacía pasar mucho tiempo juntos. Desde el primer día, Cristian se convirtió en el niño más popular de la clase: atlético, carismático y siempre rodeado de amigos. Mía, en cambio, era una niña tímida y reservada, con una gran pasión por la lectura y el arte, pero con sobrepeso, lo que la convirtió en el blanco fácil de las burlas de los demás niños, incluido Cristian.A pesar de su conexión familiar, Cristian se unió a los demás en hacer comentarios hirientes y bromas pesadas sobre el peso de Mía, sin darse cuenta del profundo impacto que sus palabras tenían en ella. Mía siempre se sintió dolida, especialmente porque esos comentarios venían de Cristian, a quien admiraba secretamente.
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Capítulo 9 : Sueños Reveladores
La noche caía suavemente sobre el pueblo, y la brisa nocturna traía consigo un fresco alivio al calor del día. Cristian se encontraba en su habitación, tumbado en la cama, observando el techo mientras su mente vagaba. Desde la última conversación con Mía, no había podido dejar de pensar en ella. Cada detalle de su rostro, cada inflexión de su voz, cada gesto que hacía, todo estaba grabado en su memoria con una claridad abrumadora.Por otro lado, Mía estaba en su habitación, acurrucada bajo las sábanas, luchando por encontrar el sueño. Las palabras de Cristian resonaban en su mente, y cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro. Se sentía atrapada en un torbellino de emociones, incapaz de entender del todo lo que sentía.Finalmente, el cansancio venció a ambos, y pronto se sumergieron en un sueño profundo, donde sus pensamientos y sentimientos encontraron una manera de comunicarse de una forma que las palabras no podían expresar.El sueño de Cristian:Cristian se encontraba en un vasto prado, lleno de flores silvestres que se balanceaban suavemente con la brisa. El cielo estaba despejado, con un sol cálido que lo bañaba todo en una luz dorada. Caminaba sin rumbo, disfrutando de la paz del lugar, hasta que a lo lejos vio una figura conocida. Era Mía, de pie junto a un árbol grande y frondoso, con una expresión serena en el rostro.“Mía”, llamó Cristian, su voz llena de emoción.Ella se volvió hacia él, sonriendo. “Cris, estás aquí”.Cristian se acercó, sintiendo una alegría inexplicable al estar tan cerca de ella. “No sé cómo, pero me siento feliz de verte aquí”.“Es un sueño, Cris. Pero a veces los sueños nos muestran lo que nuestros corazones ya saben”, dijo Mía, sus ojos brillando con una sabiduría tranquila.“Siempre has sido tan especial para mí, Mía. Pero últimamente, siento que hay algo más”, confesó Cristian, tomando su mano.Ella le apretó la mano suavemente. “Yo también he sentido eso, Cris. He estado soñando contigo, pensando en ti más de lo que debería”.Cristian la miró con una intensidad nueva. “Eres increíble, Mía. Siempre lo has sido. Siento que he sido ciego todo este tiempo”.Mía sonrió y se acercó más, hasta que sus frentes se tocaron. “Nunca es tarde para abrir los ojos, Cris. Solo necesitamos ser valientes para aceptar lo que vemos”.En ese momento, el prado se transformó en una playa al atardecer. Las olas acariciaban suavemente la orilla y el cielo estaba pintado de tonos naranjas y rosas. Cristian y Mía se tomaron de la mano y caminaron juntos por la arena, sintiendo una conexión profunda y sincera.El sueño de Mía:Mía se encontraba en un bosque encantado, lleno de árboles altos cuyas hojas susurraban al viento. La luz del sol se filtraba a través de las ramas, creando un juego de sombras y luces que le daba al lugar una atmósfera mágica. Caminaba por un sendero de tierra, disfrutando del sonido de los pájaros y del aroma a tierra húmeda.A lo lejos, vio una figura conocida: Cristian. Estaba sentado en un claro, con los ojos cerrados, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Mía se acercó silenciosamente y se sentó a su lado.“Cris”, susurró, tocando suavemente su brazo.Cristian abrió los ojos y sonrió al verla. “Mía, sabía que vendrías”.“¿Cómo lo sabías?”, preguntó ella, intrigada.“Porque siempre has estado en mi corazón, incluso cuando no me daba cuenta”, respondió él, mirándola con una ternura que hizo que el corazón de Mía latiera con fuerza.“Yo también he sentido eso, Cris. A veces pienso en nosotros y en lo que podríamos ser”, confesó Mía, sintiendo una oleada de emociones.Cristian tomó su mano y la llevó a su pecho. “Escucha. Mi corazón late por ti, Mía. Siempre lo ha hecho, pero ahora lo entiendo mejor”.Mía cerró los ojos y se dejó llevar por la calidez del momento. Se sentía segura, protegida, y amada de una manera que nunca había experimentado. “Quiero que estemos juntos, Cris. Quiero que exploremos lo que sentimos”.En ese instante, el bosque se transformó en una colina desde la cual podían ver todo el pueblo. Estaban sentados en la cima, bajo un cielo estrellado, y las luces del pueblo brillaban como joyas a lo lejos.“Este es nuestro lugar, Mía. Aquí es donde podemos ser nosotros mismos, sin miedos ni dudas”, dijo Cristian, acariciando su mejilla.Mía sonrió y se acurrucó contra él, sintiendo una paz profunda. “Sí, este es nuestro lugar. Y no quiero estar en ningún otro lugar que no sea contigo”.Ambos despertaron al mismo tiempo, sus corazones latiendo con fuerza. Mía se sentó en su cama, recordando el sueño con una claridad sorprendente. Podía sentir el calor del sol, el susurro de las hojas, y sobre todo, el amor en los ojos de Cristian. Sabía que sus sentimientos por él eran reales y profundos.Cristian, por su parte, se quedó tumbado en su cama, sonriendo al recordar su sueño. Las palabras de Mía resonaban en su mente, y su confesión de amor le daba una nueva esperanza. Sabía que tenía que hablar con ella, que no podía dejar pasar más tiempo sin decirle lo que sentía.Ese día, ambos decidieron encontrarse. Mía caminó hacia el café donde solían reunirse, con el corazón latiendo rápidamente. Cristian ya estaba allí, esperándola con una sonrisa que reflejaba la misma emoción que ella sentía.“Mía, tenemos que hablar”, dijo Cristian, tomando su mano cuando ella se sentó frente a él.“Sí, Cris. Anoche tuve un sueño, y creo que debemos compartir lo que sentimos”, respondió ella, mirando sus ojos con una determinación suave.Ambos empezaron a hablar, compartiendo sus sueños y confesiones. Se dieron cuenta de que sus sentimientos eran mutuos y profundos, y que sus sueños no eran solo productos de su imaginación, sino reflejos de sus corazones.Al final de la conversación, se abrazaron, sintiendo una nueva cercanía y una promesa de un futuro juntos. Mía y Cristian sabían que su relación estaba destinada a ser algo especial, algo que habían descubierto tanto en sus sueños como en su realidad. Y así, con la certeza de su amor, comenzaron a construir un nuevo capítulo en sus vidas, uno lleno de esperanza, comprensión y, sobre todo, amor verdadero.
