En un mundo donde zombis, monstruos y poderes sobrenaturales son el pan de cada día... Martina... o Sasha como se llamaba en su anterior vida es enviada a un mundo Apocaliptico para sobrevivir...
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 13
La primera en caer fue Rebeca. Tenía apenas diecisiete años y era una de las más silenciosas del grupo. Nadie notó cuándo se sentó junto al ventanal, acurrucada, hasta que su cabeza se inclinó hacia un lado y no respondió al llamado de su hermano menor.
Martina se acercó rápidamente, le tomó el pulso, observó sus párpados en movimiento. Respiraba. Su cuerpo no presentaba señales de fiebre ni convulsión. Pero su mente… estaba en otra parte.
—Ya empezó —susurró.
Los demás se agruparon alrededor sin necesidad de que los llamaran. Todos sabían lo que eso significaba: el sueño profundo. La antesala de una nueva etapa. El momento que separaba a los fuertes de los débiles, a los que estaban listos para despertar… de los que no.
James fue el siguiente. Lo encontraron dormido en el cuarto de suministros, con un frasco de agua entre las manos. Lara lo abrazó y lloró en silencio, pero Martina la apartó con suavidad.
—No podemos alterarlos. Lo que sueñan es… más real que esto. Cualquier estímulo podría atraparlos allí para siempre.
Durante las siguientes seis horas, uno a uno, los cuerpos comenzaron a rendirse. Como hojas que caen en otoño. Como piezas de dominó. No había dolor. No había gritos. Solo una calma inquietante, como si una nube densa cubriera todo el refugio y a sus habitantes.
Martina fue la última en resistir. Estaba en el centro del comedor, revisando la lista. Eran cuarenta. Diez en la habitación del norte, seis en la del este, el resto dispersos por los pasillos, los dormitorios y la enfermería improvisada. Todos, en silencio. Todos, respirando.
Contó hasta tres antes de que sus rodillas cedieran.
El mundo del sueño profundo era distinto para cada uno, pero todos compartían una sensación común: estar atrapados entre lo real y lo irreal. En ese lugar, la conciencia flotaba como niebla, moldeando escenarios a partir de recuerdos, temores y deseos.
James soñó con fuego y hielo. Caminaba por un campo nevado, donde cada paso dejaba una llama encendida. Vio a su madre de lejos, sonriendo. Cuando intentó acercarse, la nieve lo tragó.
Lara soñó con la guardería. Con su hermano pequeño, jugando solo en un rincón. No podía acercarse. Sus piernas no respondían. Solo observaba cómo él la miraba, como si supiera que estaba ahí… pero ya no podía alcanzarla.
Mike soñó con un mar de cuerpos. No muertos, sino dormidos. Todos con las manos extendidas hacia el cielo. Gritaban sin voz. Entre ellos, reconoció a Rebeca, con los ojos abiertos… brillando.
Y Martina… Martina soñó con un mundo cubierto de esporas, donde las plantas hablaban y los árboles respiraban. Donde la vida y la muerte ya no se diferenciaban. Pero en medio del caos, una voz clara la llamó. Era su propia voz, susurrando:
—Aún no es tu momento, Sasha…
Sasha volteó y lo vio otra vez. A Dios.
—Tú… piip… Dios del engaño… me enviaste a un mundo apocalíptico.
—Nunca dije que irías al paraíso —respondió él, imperturbable.
Sasha lo miró con rabia.
—¿Y bien? ¿Qué hago ahora aquí? ¿Volví a morir o qué?
—Vaya… te han dicho que eres muy insolente.
—Y a ti que eres muy molesto.
Dios sonrió ante sus palabras.
—Solo quería darte las armas para que sobrevivieras. Pero si no quieres…
—Espera. ¿Qué armas?
—Poderes.
—¿Qué tipo de poderes? Tengo a treinta y nueve personas bajo mi protección. Debo convertirme en la piip Mujer Maravilla si quiero salvarlas.
—Deja de maldecir o no te daré nada.
Sasha asintió de mala gana. Dios apoyó su mano sobre su cabeza y le otorgó sus dones. Entonces dijo:
—Protege a los sobrevivientes, hija mía… y sobrevive.
Una luz cegadora la envolvió, y Sasha —o Martina— desapareció.
Dios se quedó solo. Hasta que apareció Amenadiel.
—Padre… ya se fue.
—Tú ni me hables. Otra vez, Amenadiel. Mira lo que me tocó hacer por tu culpa.
—En mi defensa, esta vez fue culpa de Lilith. Ella nos entretuvo jugando cartas…
—¿Y tú crees que yo tengo tiempo de jugar?
Dios meneó la cabeza, suspiró y, sentándose en su sillón celestial, murmuró:
—Ven, eso ya no importa. Veamos cómo sobrevive… con los dones que le di.