La historia de una mujer que amó hasta el último día de su vida. Ella se quedó esperando a un amor que le juró que volvería, pero solo Dios sabe si cumpliría su promesa.
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Marcelo visita a Linda
Hola, ¿te acuerdas de mí?, un hombre muy atractivo, pero no más que Marcelo la saludó en cuanto abrió la puerta. ¿Me invitas a pasar?
Por un momento, Linda se quedó parada sin atinar a decir nada.
Hasta que después de unos segundos que parecieron siglos dijo:
¡Héctor!, tantos años sin verte, pasa.
Linda se asomó pero no vio nada, luego, entró detrás de Héctor y cerró la puerta.
Afuera, parapetado atrás de un árbol, Marcelo observó la escena y luego se subió a su coche, enfilando hacia la gran ciudad. ¡Dios!, pero, ¿qué iba a hacer? ¿Quién será ese tipo? ¿Acaso quería que la viera con su amante? ¡Qué estúpido me vi!
Una hora después, se estacionó en una tienda de autoservicio.
Compró algunas cosas y regresó a su casa. Ya en la tranquilidad de su hogar meditó en lo que estaba a punto de hacer. "¿Qué me está pasando? Marcelo, despierta. Es solamente una mujer cualquiera", se dijo.
Mientras, en la casa de linda...
Héctor, ¿qué andas haciendo por aquí?, le preguntó Linda entre confundida y gustosa.
Vine a cerrar un negocio y me acordé que tú vives por aquí y decidí pasar a verte.
¿Y cómo es que te acuerdas de mí?, ya pasaron varios años.
Cinco para ser exactos, éramos unos niños, ¿te acuerdas?, tú tenías 19 y yo tenía 20. Fue nuestra primera vez.
Y la única porque mi padre nos cayó en la movida y ya no te permitió verme.
Ya sé, y yo no hice nada por solucionar el problema. Pero ahora estoy dispuesto a luchar por ti. ¿Quieres que terminemos lo que dejamos a medias?
Pues pa' luego es tarde, dijo Linda, abalanzándose a los brazos de Héctor.
Él, ni tardo ni perezoso la besó con toda la pasión que sentía.
Ambos fueron caminando hacia la alcoba sin dejar de besarse. Era una especie de brazas a medio arder que ansiaba con ansias terminar de arder. Como ambos lo deseaban no hubo mayor problema.
Marcelo salió a la terraza, trataba de aclarar sus ideas. Sin querer sintió coraje por ese tipo que había ido a la casa de Linda. Los imaginaba juntos haciendo cosas de adultos. La sangre le hervía en las venas. Entró y se dio una ducha, se secó y se metió a la cama.
Pero el resto de la noche no pudo dormir, pensando en Linda.
Él mismo se reprochaba su proceder, estaba enamorado de Jimena y, sin embargo, no podía dejar de pensar en Linda. Algo muy grave estaba pasando. El solo imaginarla en brazos de ese hombre lo llenaba de una rabia y celos desconocidos.
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Al dia siguiente, ya eran la 9 de la mañana cuando Marcelo despertó. Checó el reloj... ¡Dios mío!, Jimena.
Se levantó rápido y la llamó...
Amor, lo siento, me acabo de despertar.
No te preocupes, ya estoy en el trabajo. Pasa por mí a la salida, comeré aquí con Pascual, ¿está bien?
Sí, paso por ti a esa hora, bye, te amo.
Y yo a ti.
En su negocio Marcelo no dejaba de pensar en Linda; si ese hombre no se hubiera aparecido él estaría en los brazos de Linda. "Bueno, fui salvado por la campana".
Trató de concentrarse en su trabajo y en Jimena. Pero la cara de Linda y su cuerpo apetecible llegaban a su mente, sacando por completo la imagen de Jimena.
"¡Dios mío! ¿Qué me está pasando? Amo a Jimena, pero no puedo apartar a Linda de mi mente. Es tan sexi".
Marcelo sacudió la cabeza, creía que con esta acción podría apartar a Linda.
Siguió revisando papeles. A la hora de la comida decidió ir con sus trabajadores a un buen restaurante, patrocinado por él, obviamente.
Todos comieron tranquilamente, en ratos Marcelo se quedaba pensando, y no ponía atención a los hombres que estaban comiendo con él.
Patrón, ¿le preocupa algo?, le preguntó uno de los hombres, sacándolo de su mutismo.
No, perdón, solo estaba distraído.
Le decía que hoy llegaron varios pedidos muy importantes. Incluidos los de Fashion.
Ah, ¿sí?, dijo sin prestar realmente atención.
Si, y ya enviamos los catálogos a las empresas correspondientes para que elijan los que más les guste.
Gracias, no sé qué haría sin ustedes.
De nada, patrón. Estamos para servirle.
El resto de la hora permaneció en silencio, los trabajadores hablaban entre sí, reían y contaban chistes, pero Marcelo parecía estar en otro mundo.
Bueno, regresemos, suban al coche, enseguida los alcanzo.
Marcelo pagó y se subió al coche, en 30 minutos ya estaban de nuevo en la gran bodega.
Cada quién se fue a su lugar de trabajo.
Marcelo no sabía qué hacer o cómo actuar ante esta situación que lo estaba atormentando.
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A la hora convenida, Marcelo llegó por Jimena.
Ella estaba muy atareada checando algunos modelos que le había dado Pascual.
Marcelo llegó hasta su despacho.
¿Puedo pasar?, dijo dando unos toquecitos a la puerta.
Adelante, le respondió ella sin levantar la vista.
Hola, amor, ¿nos vamos?
Ya estoy lista.
¿Quieres que vayamos al hotel antes de llevarte a tu casa?
Prefiero que me lleves a casa, no me he sentido bien.
¿Qué tienes? ¿Quieres que te lleve al doctor?
No, solo que me siento mareada y con náuseas.
¿Comiste algo y te hizo daño?
Eso debe de ser. No te preocupes, si sigo así iré con el doctor, te lo prometo, dijo levantando la mano derecha en señal de promesa.
De acuerdo.
Rato después, Marcelo dejó a Jimena en su casa. De ahí se fue a buscar a Linda.
Cuando llegó a su casa, tocó decidido.
Marcelo, ya te esperaba, pasa.
Adentro estaba Héctor.
Mira, te presento a mi hermano, vino de visita.
Yo no sabía que tenías un hermano.
Hola, pues ahora ya lo sabes, dijo Héctor con altanería. ¿Vienes a ver a Linda?, ¿son novios o qué?
Nada de eso. No te metas, Héctor, ¿por qué no te das una vuelta y regresas en la noche?, le dijo Linda molesta.
Está bien, ya me voy; chiflando y aplaudiendo, ¿eh?, dijo Héctor sonriendo.
Estúpido, dijo ella.