El Resurgir Del Soberano Dragón Carmesí.

El coliseo vibraba con los vítores de los estudiantes, instructores y examinadores. Después de una serie de enfrentamientos intensos, las semifinales estaban por comenzar.

Liang Feng, pese a no ser el más fuerte físicamente, demostró inteligencia y estrategia. Utilizó trampas de polvo cegador y combinaciones inusuales con talismanes de fuego débil, logrando derribar a su oponente. La Clase 9 lo ovacionó. Huo Jie mostró su maestría con la lanza, y otros compañeros también superaron sus límites. Lin Yueran ganó con su estilo elegante y abrumador. Duan Ming, por su parte, arrasó con una violencia que dejó incluso a los jueces tensos.

Desde el inicio del combate, Yueran tomó la iniciativa con movimientos calculados, sin contenerse por completo. Su espada danzaba como una extensión de su voluntad, rápida y precisa. Fei esquivaba, defendía y contraatacaba, midiendo cada paso. La tensión era palpable, pero también lo era el respeto.

—Has cambiado mucho, Fei —dijo Yueran durante una pausa breve en la pelea—. Pero quiero ver hasta dónde puedes llegar.

El intercambio se intensificó. Fei logró esquivar un tajo en espiral y desvió el golpe con un giro de su cuerpo, colocándose detrás de Yueran. No contraatacó.

—Podría haberlo hecho —dijo él—, pero no quiero ganar por sorpresa.

Yueran sonrió. Incrementó el ritmo, obligando a Fei a improvisar.

Mini Flashback: En un rincón del valle, Fei entrenaba solo frente a una criatura con caparazón de piedra. Utilizó una maniobra en espiral inversa que hizo perder el equilibrio al monstruo. Ahora, en el combate, replicó ese mismo giro para evadir un golpe lateral de Yueran y contraatacar con una palma ascendente de fuego tenue.

—Esa técnica... —susurró Yueran—. ¿La desarrollaste tú solo?

—Durante mi entrenamiento, improvisar fue lo único que me mantuvo con vida.

En un momento álgido, Fei bloqueó con éxito un ataque clave y logró devolver uno, dejando a Yueran sin aliento.

Yueran bajó su espada.

—Entonces ya me has vencido. No vine a ganar. Vine a asegurarme de que estabas listo… Y lo estás. Te seguiré observando. Demuestra que no eres un error, Fei.

Abandonó el combate voluntariamente, dándole la victoria a Fei.

El coliseo rugía. Duan Ming descendió con paso marcial, su aura opresiva silenciando todo a su paso. Sus ojos estaban fijos en Fei con una mezcla de odio y desdén.

—Tú… no eres más que un error administrativo. Una mancha en esta academia. Hoy te demostraré por qué jamás deberías haber puesto un pie en este lugar.

Fei no respondió. Sólo bajó su postura, concentrado. El duelo comenzó.

Desde el primer instante, Duan se lanzó como un huracán. Su estilo era brutal, basado en golpes directos, destrucción masiva y velocidad explosiva. Su fuerza era avasallante, y cada golpe hacía temblar el suelo. Fei apenas lograba esquivar, retrocediendo una y otra vez. Fue empujado contra los límites de la arena.

—¡¿Esto es todo lo que tienes?! ¡Toda esa falsa gloria y ni siquiera puedes resistir un minuto contra mí!

Un puñetazo de Duan lo lanzó varios metros hacia atrás. Fei se levantó, tambaleante, escupiendo sangre. El coliseo estaba en silencio. Los ojos de muchos se desviaban, sin saber si podían mirar.

—Eres un don nadie —continuó Duan—. Un fantasma sin linaje, sin nombre. Eres un desastre esperando suceder. Yo soy el heredero de un legado. Tú no eres nada.

Fei cayó de rodillas… pero algo dentro de él ardía. Una voz interna, la misma que había escuchado en el valle, volvió a hablarle.

“Solo tú puedes decidir lo que eres. Nadie más. No dejes que otros definan tu destino.”

Flashback breve: Fei, ensangrentado en el valle, cae al suelo frente a una bestia de cuatro brazos. En el último segundo, una llama azul brota de su palma, repeliendo al monstruo.

De regreso al presente, Fei se levantó lentamente. Sus vendajes se soltaron por el esfuerzo. Una llama azulada emergió de su brazo derecho, extendiéndose hacia sus hombros. Su mirada ardía con una mezcla de furia, convicción y claridad.

—Puede que no tenga linaje. Puede que no recuerde de dónde vengo. Pero no dejaré que tú, ni nadie, decidan lo que soy. No soy un error. No soy un desastre. ¡Yo elijo ser un guerrero!

Duan lanzó un nuevo golpe, pero Fei lo esquivó con precisión milimétrica. Utilizó el flujo del movimiento del enemigo y, con su técnica de contraflujo, lo empujó hacia un desequilibrio. La llama azul brilló más fuerte, envolviendo sus brazos y piernas. La arena misma parecía estremecerse.

Fei lanzó una serie de contraataques. No eran ataques grandiosos ni espectaculares, pero eran certeros. El fuego azul quemaba sin consumir, como si resonara con su voluntad. Cada golpe golpeaba no solo el cuerpo de Duan, sino también su orgullo.

Finalmente, Fei esquivó un embate y apareció tras Duan. Colocó una palma encendida en su espalda y susurró:

—Esto es por todos los que llamaste débiles.

Una onda expansiva de llama azul empujó a Duan al suelo con fuerza. El heredero arrogante intentó levantarse… pero no pudo. Jadeando, furioso, golpeó el suelo. Fei respiraba con dificultad, cubierto de heridas, pero aún en pie.

—¡Victoria para Han Fei!

El coliseo estalló. Estudiantes de todas las clases aplaudían, algunos aún en shock. La Clase 9 se abrazaba, gritando el nombre de Fei. Liang Feng lloraba de emoción. El maestro Gao mantuvo su compostura, pero sus ojos brillaban con orgullo.

Duan Ming fue retirado, humillado, inconsciente. El Consejo observaba desde lo alto. Maestro Ren Ji golpeó con fuerza la baranda.

—Esto es inaceptable.

—La intervención del director ha ido demasiado lejos —susurró Xian Mei—. No podemos permitir que ese niño siga avanzando. Es impredecible.

—Lo enfrentaremos con desafíos más altos. Si cae, perfecto. Si sobrevive… entonces necesitaremos un plan más contundente.

En una sala privada del consejo, Ren Ji y Xian Mei hablaban en voz baja.

—Ya han comenzado a hablar sobre él como el “resurgido”.

—Lo que temíamos está ocurriendo. El linaje olvidado… el Dragón sin Nombre…

—La profecía hablaba de un fuego que no quema, y una sombra que haría temblar los pilares del mundo.

En una azotea cercana, una figura enmascarada observaba el coliseo.

—El despertar ha comenzado —susurró.