Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
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El Llamado del Celo
Había pasado una semana desde aquel día en que Fernanda despertó con la marca de la luna creciente en su cuello. Desde entonces, había hecho todo lo posible para evitar a Marcus. La tensión entre ambos era palpable. Fernanda estaba enfadada, confundida, y no lograba procesar lo que había sucedido. Marcus, por su parte, respetaba la distancia que ella había impuesto, aunque le costaba mantener su propio control. Sabía que había tomado una decisión drástica al marcarla, pero no se arrepentía de haberla salvado. Lo que sí le preocupaba era cómo ella procesaría todo esto.
Sin embargo, algo más empezaba a gestarse dentro de Fernanda. Una inquietud que no podía ignorar, una sensación extraña que aumentaba con cada hora que pasaba. Al principio, creyó que era simple nerviosismo, pero pronto Sacha, su loba, irrumpió en su mente con una advertencia clara.
—Fernanda, ha llegado el momento.
Fernanda detuvo sus pasos en seco, su corazón acelerándose.
—¿De qué hablas, Sacha?
—Tu celo, querida. Está aquí. Lo sientes, ¿verdad? Esa calidez, esa necesidad que comienza a crecer dentro de ti.
Fernanda cerró los ojos, llevando una mano a su pecho. La calidez que mencionaba Sacha estaba allí, irradiándose desde su vientre y extendiéndose por todo su cuerpo. Era un fuego que no podía apagar, una necesidad que no comprendía del todo pero que la llenaba de temor.
—¡No puede ser! susurró, sacudiendo la cabeza.
—Es natural. Eres una loba, y tu cuerpo responde al vínculo. Marcus también lo sentirá pronto. No podrás ocultarlo por mucho tiempo.
El nombre de Marcus hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal. Desde aquel beso que compartieron, había intentado por todos los medios olvidarlo, enterrar la conexión extraña que sentía hacia él. Pero ahora, con su celo desatándose, sabía que sería casi imposible resistirlo.
Desesperada, Fernanda se dirigió al jardín trasero de la mansión, buscando aire fresco que la ayudara a calmarse. La mansión de Marcus estaba ubicada en un exclusivo vecindario humano en la ciudad, lejos de cualquier manada, lo que le daba cierta tranquilidad. Pero en ese momento, la soledad de aquel lugar parecía un castigo.
Mientras caminaba por el césped, la voz de Sacha resonó nuevamente en su mente.
—No huyas de esto, Fernanda. Marcus es fuerte, es un buen alfa. Él podrá ayudarte.
—¡No quiero su ayuda! gritó Fernanda, apretando los puños. No quiero nada de él.
—Pero ya es parte de ti. Él te marcó. No puedes luchar contra lo que somos.
Fernanda se derrumbó sobre el césped, sus lágrimas cayendo silenciosamente. No quería aceptar la verdad, no quería ser vulnerable, pero sabía que Sacha tenía razón.
Mientras tanto, dentro de la mansión, Marcus comenzó a sentir el cambio. Una energía familiar y ardiente lo invadió, despertando algo primitivo en él. Marcel, su lobo, habló con urgencia en su mente.
—Fernanda está en celo.
Marcus cerró los ojos y respiró profundamente, intentando mantener el control.
—No podrás ignorarlo por mucho tiempo. Ella te necesita.
—Ella no quiere saber nada de mí respondió Marcus con amargura.
—Eso no importa ahora. Su vida depende de ti. Si no haces algo, este celo podría consumirla por completo.
Marcus abrió los ojos, su mirada decidida. Aunque sabía que Fernanda lo odiaba, no podía permitir que sufriera.Con pasos firmes, salió al jardín trasero y la encontró allí, sentada en el suelo, con el rostro escondido entre sus manos. La luna llena brillaba sobre ellos, iluminando la figura temblorosa de Fernanda.
—Fernanda llamó suavemente, pero su voz contenía la autoridad de un alfa.
Ella levantó la mirada, y por un instante, sus ojos se encontraron. La chispa entre ellos era innegable, un vínculo que ambos sentían pero que ninguno quería admitir.
—Aléjate de mí, Marcus dijo Fernanda, retrocediendo un poco.
—No puedo hacerlo respondió él, acercándose lentamente. No cuando sé lo que estás pasando.
Fernanda negó con la cabeza, sus lágrimas volviendo a caer.
—¡No quiero esto! ¡No quiero sentirme así!
—Lo sé dijo Marcus, deteniéndose frente a ella. Pero no estás sola. Estoy aquí para ayudarte, aunque no lo quieras.
El silencio se extendió entre ellos, roto solo por el suave susurro del viento. Finalmente, Fernanda permitió que Marcus se acercara un poco más, aunque la batalla interna que libraba era evidente. Esto no cambia nada murmuró, su voz quebrada.
—Lo sé respondió Marcus, inclinándose para estar a su nivel. Pero no te dejaré caer. No mientras estés aquí.
Aunque ninguno de los dos lo admitiera, el destino había comenzado a unirlos de formas que no podían comprender del todo. Y en medio de su tormenta personal, ambos sabían que este era solo el comienzo de algo nuevo.