En el siglo XV, Ángela, una joven noble, es enviada por Derya, la reina del Imperio Escocés, al Imperio Otomano para recibir una educación de élite. Tras años de instrucción financiera y cultural, regresa a su hogar solo para descubrir que sus padres han concertado su matrimonio con un joven aristócrata. La dulce joven que partió ha regresado transformada en una mujer valiente y decidida.
Derya no solo quería la mejor educación para Ángela, sino también que sanara su corazón roto por Niall, quien la había rechazado antes de su partida. Ahora, de regreso, Ángela se enfrenta a un mundo de intrigas políticas y expectativas familiares, mientras redescubre sentimientos por Niall.
El regreso de la guerrera, narra el viaje de Ángela en busca de su libertad, amor y lugar en una sociedad cambiante.
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Dolor
Angela estaba en el despacho, rodeada de pilas de documentos. Desde que había tomado el ducado en sus manos, el descanso se había convertido en un lujo escaso. Los ataques de aquel animal, que habían cesado después del incidente con la baronesa, seguían en su mente, pero la calma reciente la tranquilizaba un poco. Suspiró y se frotó las sienes, intentando aliviar la tensión.
La puerta se abrió de golpe, y su madre, Helena, entró con una expresión severa.
—Angela, debemos hablar —dijo Helena, su tono firme y exigente.
Angela levantó la vista y dejó los documentos a un lado.
—¿Qué ocurre, madre? —preguntó, aunque ya se imaginaba la respuesta.
—Es hora de que conozcas a tu prometido. El Marqués Timoti está esperando. Es un hombre de muchas riquezas y una posición envidiable en la corte. No puedes seguir retrasando esto.
Angela negó con la cabeza, su paciencia al límite.
—Madre, he estado ocupada con los asuntos del ducado. Además, no creo que casarme con alguien que no conozco sea la solución a nuestros problemas.
Helena frunció el ceño, su descontento evidente.
—Angela, no puedes ser tan egoísta. Este matrimonio es por el bien del ducado. ¿No entiendes las implicaciones de rechazarlo?
Angela se puso de pie, su frustración aumentando.
—Lo que no entiendo es por qué siempre tengo que sacrificar mis deseos por lo que tú consideras mejor. ¡No quiero casarme con alguien que no amo!
Antes de que Helena pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo y el Duque Macquena, el padre de Angela, entró en la habitación. Su rostro mostraba preocupación.
—Por favor, cálmense —dijo, su voz serena—. Discutir de esta manera no nos llevará a ninguna parte.
Pero Helena no estaba dispuesta a ceder.
—¡Esto es culpa tuya! —exclamó, dirigiendo su ira hacia el Duque—. Si no la hubieras dejado ir a ese imperio a estudiar, ahora no tendríamos este problema. ¡La Reina Derya fue una insensata al enviarla y tú fuiste un tonto por permitirlo!
El Duque, con una expresión de dolor, se llevó una mano al pecho. Angela se giró hacia él, alarmada.
—¡Padre! —gritó, mientras él caía al suelo.
El mundo de Angela se volvió lento. Corrió hacia su padre y lo sostuvo en sus brazos, sus gritos pidiendo un médico resonando en el despacho.
—¡Ayuda! ¡Por favor, alguien que traiga un médico!
El tiempo parecía detenerse mientras el Duque Macquena luchaba por respirar. Sus ojos, llenos de amor y dolor, se encontraron con los de Angela.
—Angela... sé fuerte... —murmuró, antes de que su último aliento escapara de sus labios.
El médico llegó tarde, su veredicto frío y definitivo.
—El Duque ha fallecido.
Angela sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. La noticia se esparció rápidamente, y el ducado entero se sumió en el luto. Derya y Henry enviaron sus condolencias, y Niall, el general que tanto había significado para Angela, no se separó de su lado ni un momento.
Niall estaba allí, ofreciendo un hombro en el que apoyarse, dándole ánimo para seguir adelante. Aunque el dolor era insoportable, Angela encontró consuelo en la presencia constante de Niall.
En esos días oscuros, Angela comprendió que debía seguir adelante, no solo por ella, sino por su padre, que siempre había creído en su fortaleza. Aunque su corazón estaba roto, sabía que tenía que encontrar la manera de sanar y liderar el ducado con la misma sabiduría y valentía que su padre había demostrado.
Angela sentía un nudo en el estómago mientras el ataúd de su padre era bajado a la tumba. La ceremonia estaba llena de palabras solemnes, pero ninguna lograba mitigar el dolor que la consumía. Los recuerdos de su infancia la inundaban; su padre siempre estaba allí para ella, para hablarle y aconsejarle. Ahora, él se había ido para siempre.
Después de la ceremonia, la mansión se llenó de gente que venía a dar sus condolencias. Angela, abrumada por la cantidad de personas y por el peso de sus palabras, decidió salir a tomar aire. Necesitaba un momento para estar sola, lejos de las miradas compasivas y los murmullos.
Al salir al jardín, se encontró con Damián, quien estaba apoyado contra un árbol, observando el paisaje. Sus ojos oscuros la miraron con comprensión, y Angela sintió que su barrera emocional se derrumbaba.
—Angela —dijo Damián suavemente, acercándose a ella—. ¿Estás bien?
Angela negó con la cabeza, las lágrimas comenzando a correr por sus mejillas.
—No, Damián. No estoy bien. No sé cómo voy a seguir sin él.
Damián la rodeó con sus brazos, permitiendo que Angela se apoyara en su hombro. Ella sollozó, dejando salir todo el dolor que había estado conteniendo.
—Está bien llorar, Angela. No tienes que ser fuerte todo el tiempo —susurró Damián, acariciándole el cabello.
—Él siempre estuvo ahí para mí. Siempre —dijo Angela entre lágrimas—. ¿Cómo se supone que voy a hacer esto sola?
—No estás sola —respondió Damián, apretándola contra sí—. Estoy aquí para ti. Siempre estaré aquí.
Mientras tanto, Niall, que había estado buscándola, la encontró en el jardín, llorando en el hombro de Damián. Se quedó a cierta distancia, observando la escena con una mezcla de celos y tristeza. Aunque Damián no le caía del todo bien, Niall no pudo ignorar el dolor de Angela.
—Angela —murmuró para sí mismo, sintiendo un ardor en el pecho.
Aunque los celos lo estaban matando por dentro, decidió alejarse. Sabía que Angela necesitaba consuelo, y si Damián podía proporcionárselo en ese momento, él no iba a interponerse. Pero la imagen de Angela en los brazos de otro quedaría grabada en su memoria, avivando una llama que no sabía cómo apagar.
Niall se dio la vuelta y se alejó, dándole espacio a Angela para que encontrara su propio camino hacia la sanación. Sin embargo, en su corazón, prometió estar siempre cerca, esperando el momento en que ella pudiera volver a confiar en él. Quizás de alguna manera sentía que le había fallado a Ángela, todos esos años siendole indiferente cuando en realidad se moría de celos cada vez que la veía con alguien más, era egoísta y lo sabía. No la aceptaba Pero tampoco aceptaba el echo de que podía estar con cualquier otro que no fuera el.