Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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CABALGATA
...ITANS:...
— ¿ Cómo está mi hija ? — Preguntó el Señor Cuper cuando el doctor bajó a la sala de estar.
— Afortunadamente no es un virus — Dijo el hombre anciano de bigotes enroscados.
El Señor Cuper no fué el único que suspiró aliviado, yo también sentí como el peso de la preocupación se aligeraba.
— ¿ Qué es lo que tiene entonces? — Insistió el padre de Sandra con impaciencia.
— La fiebre es una clara respuesta de agotamiento y debilidad, necesita reposar por una semana — Dijo el doctor.
— Lo que pensé — Dije sin querer y ambos hombres me observaron, me tensé pero no dijeron nada.
El doctor se marchó después de recibir la paga del Señor Cuper.
Después de eso la tarde transcurrió normalmente pero sentía la extraña ausencia de la Señorita Sandra y no solo ese día sino también los siguientes, no ver su rostro y tampoco escuchar su voz me hizo sentir un poco vacío pero me concentré en mis obligaciones, preguntando a su padre discretamente sobre el progreso de Sandra y me alegró oír buenas noticias, la fiebre había bajado pero aún le dolían los huesos.
Así que todavía no iba verla.
Tampoco podía entrar a su habitación de nuevo, no sería adecuado con la presencia de su padre, yo no era quién para entrar a ver su estado de salud, esa vez que entré lo hice en el momento en que el Señor Cuper había ido a buscar el doctor, no estuvo bien pero era la única forma porque la Señorita Clara no me había dejado más opción.
Me hice de la vista gorda cuando fuí a buscar una servilleta en los cajones, me encontré con un rostro idéntico al mío, era como si un espejo estuviera allí guardado pero mi sorpresa fue que era mi retrato.
¿ Por qué la Señorita Sandra me retrataría? Claramente se mostró espantada cuando abrí el cajón y eso era lo más desconcertante, fuera cuál fuese su razón le avergonzada lo suficiente para querer ocultarlo.
No quería enfrentar esa verdad, así que mejor era fingir no haberlo visto.
Ella parecía sorprendida por mi reacción, su rostro no tenía filtro.
Me acosté muchas veces pensando en ella, no podía dormir con la Señorita Sandra en mi mente.
La mañana siguiente transcurrió de forma igual y después del medio me dirigí a los establos después de colocarme un sombrero que el Señor Cuper me dió, le dije que iba cabalgar aprovechando el tiempo libre y me lo ofreció para que el sol no me quemara, ya me había acostumbrado a su actitud siempre lame suelas así que no lo desprecié.
Saqué a Josefino de su corral y caminé con él, tirando de las riendas para guiarlo a la entrada. Estaba alegre al percatarse de que por fin iba salir de su encierro, noté las miradas de los campesinos mientras pasaba de entre las tierras, no eran miradas amigables e incluso noté que murmuraban entre sí. No me daban buena espina, no parecían buenas personas.
Pero no les hice el menor caso.
Escuché una voz cantando en el patio y me corazón dió un brinco, observé hacia la dirección del sonido y me emocioné al hallar a la Señorita Sandra sentada en una mesedora, cantando y pintando, tenía un lienzo en sus rodillas elevadas y una paleta en la mano, untando el pincel en los colores que estaban sobre la paleta y moviendo su mano de forma delicada sobre el cuadro.
Esa canción de nuevo, me percaté de que era una canción sobre sus pinturas, como acompañante.
Me detuve frente al patio, contemplando su forma de pintar y de cantar, sus ojos brillando con emoción al trazar el pincel, los labios entre abiertos, la punta de la lengua rozando en ocasiones su labio superior y las cejas arqueadas.
No había notado mi presencia hasta que Josefino soltó un fuerte relincho, impaciente por salir.
La Señorita Sandra detuvo su canto y dejó su postura relajada, guió sus ojos hacia el frente con sopresa.
Tardó un momento en reconocerme con el sombrero puesto y se sonrojó al notarme.
— Buenos tardes General Itans — Dijo e hice una pequeña reverencia.
— Buenas tardes Señorita Sandra... ¿ Cómo se encuentra ? — Pregunté.
— Mucho mejor — Murmuró.
— Me alegra saberlo — Sonreí.
— ¿ Saldrá ? — Preguntó, elevando el pincel.
— Iré a cabalgar un rato... Pero no sé cuál lugar es el mejor — Dije mientras me quitaba el sombrero y lo dejaba colgando en mi espalda.
— Yo conozco un campo cerca de aquí, es tierra de nadie — Dijo mientras hacía ademán de levantarse.
— No se preocupe, no quiero distraerla — La detuve pero no me hizo caso.
— No importa, ya terminé... — Se acercó con el lienzo en su mano — ¿ Puedo ir con usted ? — Me observó con súplica.
Me tensé — Eh... No lo sé... ¿ Su padre estará de acuerdo?
Movió su mano con despreocupación — Él no le verá ningún problema.
A veces me costaba acostumbrarme a sus diferentes costumbres fuera de lo tradicional.
— ¿ Ya puede cabalgar ? — Pregunté y asintió con la cabeza.
— Estoy cansada de estar en la cama, me hace falta salir — Dijo con expresión de aburrimiento.
— Está bien, no rechazaré una compañía — Dije y sonrió emocionada — ¿ Qué estaba pintando? — Me atreví a ser un curioso, me enseñó y tomé el lienzo con mi mano, asombrado — Pero si es Josefino.
Había pintando al caballo sin necesidad de verlo, realmente tenía un increíble talento. Hizo al caballo en el corral del establo.
— Pensé que le gustaría — Dijo y se acercó a mi caballo, tocó su cuello, el caballo no rechazó la caricia.
— Quedó hermoso, pero no se lo muestre o volverá a ser el arrogante de antes — Bromeé, la señorita Sandra se rió, le tendí el lienzo y lo tomó de nuevo — Me declaro su primer admirador.
Se apenó de nuevo — Muchas gracias... Iré a ponerme mis botas... y a avisarle a mi padre.
Se apresuró al interior de la casa después de tomar la paleta y el pincel.
Esperé unos cuantos minutos y volvió a salir. Con el cabello recogido en una trenza, unas botas marrón trenzadas, un vestido de campo color azul y un sombrero de campesina.
Se apresuró hacia el establo y volvió con un caballo pequeño de color blanco con manchas canelas.
Caminamos hacia la entrada y abrió la reja.
Salimos al camino de tierra.
La Señorita Sandra subió a la silla y yo también hice lo mismo.
— Josefino, mi caballo es mestizo así que no se te ocurra presumir tus dotes de cabalgata — Bromeó, observando a mi caballo y me reí.
— Él no presumirá nada mientras me lleve sobre su lomo.
Empezamos a andar con calma, disfrutando de la vista del campo a nuestro alrededor.
— Sígame General Itans — Dijo y se desvío del camino, entrando en el pasto fresco y los árboles al borde del camino, no había mucha arboleda, solo unos pocos separados entre sí y la amplia sabana que se extendía a nuestro alrededor hasta unas montañas a los lejos.
— Hermoso paisaje — Dije y se sostuvo el sombrero cuando una brisa fresca sopló.
— Hay mucha más vista que en el camino.
Anduvimos pacientemente entre la sabana, envueltos por los cantos de las aves, el sonido de las ramas y el pasto.
Bajó su mirada — Discúlpeme por haberle dicho todo eso, esa vez en la cocina, fuí muy grosera.
— No, yo no debí entrometerme... Lo siento — Dije y se quedó callada — Señorita Sandra, siempre nos estamos disculpando por algo.
Se rió con suavidad — Es nuestra costumbre... Al menos ya se le borró el golpe y ya no tendré que disculparme por eso.
— Fué la primera mujer en darme un golpe — Confesé y me observó de nuevo con pena.
— Por favor ya no me lo recuerde.
— ¿ La parece malo recordar ese día? — Pregunté, recordando cuando me llevé su dedo en mi boca.
— No... Es que me avergüenza mi torpeza — La observé y sus mejillas concordaron con sus palabras.
— A mí me parece tierna — Confesé y sonrojó aún más, los nervios le recorriendo, no solo a ella sino a mí también.
— Derek no debe sentirse celoso de usted, no hay ninguna razón — Dijo, amargando mi cabalgata con la mención de su pretendiente.
— Espero que esto no le dé ningún problema con él — Dije y me observó con el ceño fruncido.
— No lo habrá, no estamos haciendo nada malo — Dijo despreocupada.
— Lo sé pero sí hizo juicio cuando solo estábamos hablando en la cocina, hará más cuando se entere de que salió conmigo a cabalgar.
— Fué muy grosero, no había razón para ponerse así — Dijo, enfatizando de nuevo en el " no hay razón" y me sentí un poco enojado, era verdad, era tonto que me molestara.
— ¿ Usted lo ama ? — Se me salió en voz alta y sus hombros se tensaron, no se esperaba esa pregunta, se quedó en silencio, evitando mi mirada.
Los segundos pasaron y me sentí aliviado cuando no supo que decir.
— Me agrada y a mi padre también, me trata bien — Dijo al fin y fruncí el ceño.
— ¿ Esa es suficiente razón para comprometerse con él?
— Es suficiente para mí.
Me quedé desconcertado por su respuesta. La Señorita Sandra parecía querer ser infeliz al propósito, era estúpido de su parte.
— El amor es la única razón que debe tener para querer pasar la vida junto a un hombre — Dije y detuvo su cabello, detuve el mío también.
— Lo sé pero no tengo más opciones... Derek es mi único pretendiente — Dijo y resoplé.
— Siempre hay otra opción, estar sola es mejor que ser infeliz al lado de alguien que no quiere.
Me observó enojada de nuevo.
— No hay más nadie que se interese por mí...
— Habla como si es tuviera cuarenta años... Es una niña, tiene mucho por vivir...
— ¿ Una niña? — Gruñó y me observó con rabia — ¿ Por qué le importa lo que me suceda en la vida?
Apresuró su cabello y se adelantó, me quedé pensativo ante su pregunta, definitivamente no sabía la respuesta.
La seguí y la encontré a la sombra de un árbol, había bajado del caballo y éste aprovechó de comer del pasto fresco.
Me acerqué y también bajé, dejando a Josefino comer, seguro de que no iba escapar, jamás lo había hecho.
Me acerqué a la sombra del árbol. La Señorita Sandra se quitó el sombrero y se apoyó del tronco.
— No se enoje conmigo — Dije y me observó.
— Entonces deje de presionarme.
— No la presiono... Solo quiero comprenderla...
— No le interesa — Soltó una respiración de frustración.
Escuché un siseo y bajé mi mirada, una serpiente se acercó amenazante a las botas de Sandra.
— ¡ Cuidado ! — Grité y tomé a la señorita del brazo, empujándola lejos, la serpiente lanzó sus dientes en el sitio donde ella se encontraba hace un segundo, movió su lengua dispuesta a atacar de nuevo.
Ella soltó un grito y soltó el sombrero.
Rápidamente salté y le pisé la cabeza a la serpiente con el tacón de mi bota.
La presioné y estrujé hasta que dejó de mover su cuerpo.
Me aparté, la Señorita Sandra observó asqueada y asustada, temblando, se sujetó de mi brazo y luego presionó su cuerpo contra el mío, se aferró a mi camisa y hundió su rostro en mi pecho. Me recorrió un escalofrío gracias a la cercanía.
Elevé mi brazo y posé mi mano en su cabeza para tranquilizarla, su cabello era tan liso, toqué suavemente.
— Tranquila, todo está bien — Susurré y elevó su rostro, tenía los ojos llenos de lágrimas.
Respiraba rápidamente, aún asustada.
Entonces me atreví a tocar sus mejillas, la piel suave y delicada me hizo suspirar.
Se quedó quieta, con sus ojos en los míos.
Deslizó sus manos por mi pecho y rodeó mi espalda para quedar más cerca, mientras yo limpiaba sus mejillas llenas de lágrimas. Mi corazón empezó a acelerarse y más cuando pegó su pecho al mío.
Abrió sus labios, tentando mi razón a besarla, seguí tocando sus mejillas, deslicé mi pulgar contra su barbilla y la excitación se apoderó de mí cuando terminó bajo su labio inferior.
Rocé su labio, su cuerpo se estremeció, era tan suave y carnoso cuando lo recorrí entero.
Cerró sus ojos y soltó un jadeo.
Acerqué mi rostro al suyo, se preparó para recibir mi boca, contuvo el aliento y sus dedos se enterraron en mi espalda.
Mi miembro de endureció.
Me dí cuenta de lo que estaba haciendo y me aparté de golpe.